Recuerdos Empresarios (LXIII)
arlos, con Javier.
Agua, con aceite.
Uno, conflictivo a más no poder y sembrando tempestades.
El dos, todo lo contrario, facilitándolo todo y sembrando afectos.
Obvio era, que aquello no duraría mucho, dado que el agua y el aceite no suelen llevarse bien.
Me he referido al anuncio de la salida de uno y la llegada de otro y, por lógica, de lo que había que componer
.
Que no era poco.
Para comenzar, el caso
de Manolo Martínez, que había llegado a ser la estrella
con Leodegario Hernández, de su distanciamiento con Carlos González, a lo que había que sumar los agrios comentarios del norteño al referirse al entonces jefe-jefazo
–como lo había bautizado el tunde máquinas, Bernardo Fernández, Macharnudo– y con el anuncio del elenco para la temporada grande
en ciernes, era uno de los tantos problemas que Carlos tenía que solucionar.
¿Contratar a toreros españoles?
Era casi imposible; no había ya tiempo.
Tampoco tenía contratadas ganaderías de postín
.
Pero llegó la solución.
Un buen amigo le dijo a Carlos al oído que Manuel Capetillo padre estaba pasando las de Caín, económicamente hablando, y que había tenido que recurrir al Tigre Emilio Azcárraga para que le echara un capote
, y lo había nombrado proveedor de carnes y pescados para los comedores de Televisa, y que ya con esta chamba
la iba pasando más o menos.
Y hubo compló.
Carlos, invitó a Capeto a comer a un restaurante totalmente ajeno a lo taurino; le propuso volver a los ruedos por dos corridas y la posibilidad de algunas más, según fueran las cosas, pero, eso sí, que lo tratado sería entre ellos, sin apoderados o amigos, y que él, Carlos, se haría cargo; en caso de que aceptara, el anuncio lo haría la empresa.
Una o dos reuniones más, en casa de un mutuo amigo, aceptaron ambos el compromiso, se sacudió la afición, se supo que Manolo Martínez y Chafic pusieron el grito en el cielo, ya que automáticamente quedaban fuera del anuncio del derecho a apartado.
Vaya triunfo de Carlos.
Y ahora viene a mi mente un sonado triunfo, basado en su inquebrantable fe a un matador que cuando novillero había alcanzado tres o cuatro sonados triunfos (Pirulí, Bellotero, Sardinero y Billetero) y cuya contratación para la grande
estaba más difícil que hablar y escribir en sánscrito, ya que Javier Garfias lo había obligado a firmar un contrato en blanco y que, además, no era muy bien visto que digamos por la familia Llaguno, con José Julián en primera fila
.
Así que la contratación de Jesús Solórzano Pesado era casi imposible, y que su apoderado, vistos tantos peros y relajos y como por aquellos años lo del dinero estaba peor, sugirió que su matador cobraría un tanto por ciento de las entradas, fórmula justa y mágica. El empresario estuvo conforme, pero primero había que fijar el porcentaje y, además, que el consigliere
del licenciado Bailleres, Carlos Orozco, estuviera de acuerdo.
El apoderado pidió 12 por ciento y hubo que esperar el visto bueno o el rechazo, y días después Carlos le comunicó que la propuesta estaba aceptada, pero el porcentaje sería únicamente de ocho. Así que el apoderado se despidió y se fue a sus múltiples ocupaciones.
Dos o tres días más tarde el empresario llamó al representante y le dijo que sería 10 y que deberían reunirse para ponerse de acuerdo para fechas y ganado.
Tras vueltas y revueltas quedaron en que la gran oportunidad sería la corrida del 23 de enero de ese 1974, con toros de Torrecilla, y para la cual estaban ya anunciados Eloy Cavazos y Mariano Ramos, faltando un espada para completar el cartel. Según el reglamento en vigor, podía autorizarse el festejo, siempre y cuando a más tardar el viernes se diera a conocer el nombre del tercero, que, en la ocasión que nos ocupa, fue el de la discordia
.
Vaya gritos y sombrerazos.
Tal y como era de esperarse, la familia Llaguno, con José Julián a la cabeza, amenazó con no permitir que los toros de Torrecilla se lidiaran ese domingo y que si eso fuera motivo para suspender el festejo, les valía punto menos que progenitora y que convocaría a una conferencia de prensa y que entablaría una demanda contra la empresa.
(Continuará)
(AAB)