a Red de Centros de Investigación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacy) inició su historia hace más de 40 años. El esfuerzo se concentró en la década de los 60 (Fiderh, Inaoe, Cicese, Ciesas, Infotec, Cide, Ecosur, Inecol, Cibnor, Ciatec, Ciatej, Ciqa, Ciateq, Colmich, Centro Geo y Cicy), los 80 (Cimat, Cio, Mora, Ciad, Colef, Cidesi) y los 90 (Cideteq, Comimsa, Cimav, Colsan). El más reciente centro (Ipicyt) se creó en 2000. Desde entonces, han crecido en infraestructura científica y tecnológica, generando conocimiento que ha transformado sus áreas de influencia.
La evolución de esta red se fortaleció con la reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal de 1992, cuando la coordinación y promoción de la actividad científica y tecnológica pasaron a la Secretaría de Educación Pública, creándose el Sistema de Centros SEP-Conacyt. Posteriormente, la Ley de Ciencia y Tecnología de 2002 reconoció por primera vez la figura de Centro Público de Investigación, definiendo su vocación y un claro compromiso de pertinencia con la sociedad mexicana. Así, llegamos al Sistema de Centros Públicos de Investigación del Conacyt, integrado por 26 instituciones dedicadas a la generación de conocimiento, la transferencia tecnológica, la formación de capital humano altamente calificado y la comunicación pública de la ciencia; y a un fideicomiso cuyo objeto es financiar estudios de posgrado. Su capacidad instalada, en infraestructura física y capital humano (investigadores y tecnólogos) tiene el potencial para ser una de las principales fuerzas del país en materia de ciencia, tecnología e innovación, pues cuenta con presencia en todo el país a través de sus sedes y subsedes, y cubre prácticamente todas las áreas del conocimiento.
Sin embargo, hay que reconocer que los científicos y tecnólogos de estos centros, así como un número importante en nuestro sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación, se formaron en un esquema tradicional de investigación que incentiva el individualismo sobre la cooperación y la especialización sobre la multidisciplina. En contraste, las tendencias mundiales actuales muestran que los descubrimientos científicos y tecnológicos más influyentes, así como la creación de grandes infraestructuras, son cada vez más incluyentes no sólo en número de instituciones e investigadores, sino también de disciplinas. Además, en un conjunto de nuestros investigadores y nuestras instituciones prevalece cierto grado de indiferencia ante la vinculación, tanto en la atención al contrato social de la ciencia, como en la aplicación del conocimiento para la generación de riqueza y competitividad tecnológica. Es claro que existe urgencia por innovar para ser competitivo. Para ello hay que modernizar los marcos normativos y operativos de los centros públicos de investigación y de las instituciones de educación superior. El reto del sistema implica en muchos sentidos desaprender para aprender y colocarse a la vanguardia, adaptarse a la forma actual de hacer ciencia, colaborativa y multidisciplinaria.
En este entorno, en 2013 el sistema de centros Conacyt inició un proceso de reorganización para adoptar nuevas estrategias de gestión individual y colectiva. Hoy están organizados en cinco coordinaciones: materiales avanzados, manufactura y procesos industriales; física y matemáticas aplicadas y ciencias de datos; salud, alimentación y medio ambiente; desarrollo regional y política pública, e historia y antropología social. De forma transversal, han adoptado dos estrategias de alineación temática. La primera, denominada Programas de Investigación de Largo Aliento (Pilas), para resolver las principales necesidades de generación de conocimiento establecidas en el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (Peciti). La segunda, llamada Estrategias de Centros para la Atención Tecnológica a la Industria (Ecatis), busca dar respuesta inmediata a las necesidades de sectores económicos clave a través de desarrollos tecnológicos y servicios altamente especializados. Adicionalmente, se implementó la estrategia de consorcios, un instrumento innovador para cubrir necesidades sectoriales y regionales. Aquí, los centros fortalecen y comparten capacidades e infraestructura científica y tecnológica para atender problemas complejos en temas de energía, automotriz, aeronáutica, manufactura avanzada, agroindustria, inteligencia territorial, y el análisis multidisciplinario de las ciudades del país.
Con estas estrategias, el sistema innova en la generación de conocimiento. Un ejemplo, que promete ser un parteaguas en la forma de hacer ciencia médica en México, es el consorcio en medicina traslacional en colaboración con la Secretaría de Salud, a través de la Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad, y la Universidad Nacional Autónoma de México.
A 25 años de su creación, el sistema de centros públicos de investigación del Conacyt se ha convertido en un activo fundamental del Estado mexicano para el diseño y la implementación de política pública en ciencia, tecnología e innovación. Por ello, este miércoles 11 se realizará un encuentro entre actores del ámbito científico y tecnológico, con personajes de los sectores gubernamental, social y empresarial. Además de festejar el aniversario del sistema y reconocer el esfuerzo que han realizado los centros y sus comunidades, se trata también de un espacio de reflexión con miras al futuro. Hay que definir las estrategias y el arreglo institucional que permita generar el conocimiento científico y tecnológico que transforme a nuestro país. Posiblemente, en este sistema se está gestando la nueva forma de organización, cooperación y vinculación que marcará el rumbo para avanzar en una sociedad y economías basadas en el conocimiento.
* Director Adjunto de Centros de Investigación y director de Coordinación Sectorial.