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PAN: ruptura y bancarrota moral
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a ex diputada Margarita Zavala Gómez del Campo renunció ayer a tres décadas de militancia en el partido que llevó a la Presidencia a su esposo, Felipe Calderón, para buscar el mismo cargo por otras vías. Zavala explicó su decisión por la negativa de la dirigencia a discutir el método de selección del candidato al Ejecutivo federal, el deterioro de la vida democrática en el interior de la institución y el desplazamiento de cualquier cargo al que se vio reducida desde que Ricardo Anaya se hizo con la dirección del panismo. Cabe recordar que desde hace dos años la ex primera dama anunció que buscaría ser la abanderada del Partido Acción Nacional (PAN) en 2018, pero que de no lograrlo contendería por su cuenta.

Con esta fractura culminan años de pulseadas entre el grupo cercano a los Calderón –integrado en gran parte por ex funcionarios del anterior gobierno– y las dirigencias panistas del chihuahuense Gustavo Madero Muñoz, primero, y del actual presidente de la formación, el queretano Anaya. Aunque la rispidez entre las facciones de Acción Nacional venía creciendo desde meses atrás, la ruptura se precipitó tanto por los tiempos legales que el Instituto Nacional Electoral (INE) estipula para el registro de candidatos independientes, como debido a la alianza acordada con los partidos de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano, en la cual se complicaba cualquier perspectiva para las ambiciones de Zavala.

Lo primero que destaca en esta escisión de la derecha mexicana es la completa ausencia de cualquier disputa ideológica, doctrinaria o programática: esta dimensión no aparece ni en las palabras ni en las acciones de sus protagonistas. A diferencia del cisma de 1992, cuando los militantes reunidos en el Foro Doctrinario y Democrático renunciaron en protesta por la colaboración con el Partido Revolucionario Institucional y la complicidad en el fraude electoral de 1988 a cambio de puestos legislativos y de gobierno, en la actual coyuntura, tanto quienes se lanzan a la búsqueda del poder sin el respaldo de las siglas blanquiazules, como quienes se quedan con el control de la estructura partidista y clientelar, muestran sin disimulo que su única diferencia es la mutua pretensión de efectuar el reparto de candidaturas y prebendas en los comicios federales del próximo año.

Así, el actual divorcio se muestra como una secuela de la quiebra moral que caracteriza al panismo desde la última década del siglo pasado, pero además la virtual candidatura de Zavala representa el peligro de que vuelva al poder el grupo político que inició la ola de violencia armada que se ha cobrado decenas de miles de vidas, ha dejado más de 30 mil desaparecidos y una cifra 10 veces mayor de desplazados, además de ejecutar actos de flagrante ilegalidad contra el patrimonio nacional, como la extinción de Luz y Fuerza del Centro.