No se sabe con qué garantías el Kremlin asumió una significativa pérdida económica
Jueves 5 de octubre de 2017, p. 29
Moscú.
En medio de crecientes presiones foráneas, sobre todo de Estados Unidos, que busca forzar un cambio de gobierno en Caracas, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, realizó este miércoles un viaje relámpago a Rusia para conseguir un respiro ante la agobiante situación económica y financiera que afronta.
El presidente venezolano, quien llegó anoche y hoy mismo viajó a Bielorrusia para después seguir a Turquía, intervino esta mañana en la sesión inaugural de la Semana Energética de Rusia.
Frente a los expertos convocados, subrayó que se necesita un nuevo mecanismo para la formación de precios, que rompa con la especulación de los mercados de futuro
, y reiteró que Venezuela necesita construir una nueva fórmula
a partir del acuerdo alcanzado en noviembre de 2016 para reducir la producción mundial de crudo y estabilizar los precios.
Para Maduro, Caracas está preparada para hacer frente a las sanciones impuestas por Washington de una manera brutal y sin precedente
. Lamentó también que su homólogo estadunidense, Donald Trump, no sepa dónde queda Venezuela
y crea que Simón Bolívar es un cantante de rock
.
Ironías de lado, esta visita de Maduro a la capital rusa tuvo una finalidad mucho más seria que dirigir un discurso en un foro internacional. No se trató, en esta ocasión, de obtener un nuevo crédito ruso, pero sí de lograr la tercera restructuración –después de la primera en febrero de 2014 y la segunda en abril de 2016– de la deuda venezolana contraída en diciembre de 2011 a través de una línea de crédito para adquirir producción industrial rusa
, sobre todo armamento moderno.
Al día de hoy esa deuda asciende a 2 mil 800 millones de dólares y Caracas no puede hacer frente a los pagos que, a más tardar, correspondería saldar en octubre de este año.
Por ello, los observadores consideran que la participación de Maduro en el foro se debe tomar como un simple pretexto que sirvió para tratar –cara a cara, con su colega ruso, Vladimir Putin– el problema principal de la agenda bilateral: la deuda venezolana y el futuro de las inversiones rusas en el país sudamericano, en primer lugar en el sector petrolero.
Según trascendió, Maduro pudo irse de Moscú satisfecho de haber logrado su objetivo de posponer un pago que, en estos momentos, su país no está en condiciones de realizar.
No se sabe qué garantías ofreció Caracas, pero Moscú –por motivos esencialmente geopolíticos y mientras la Administración de Estados Unidos no modifique su actitud hostil hacia Rusia–, aceptó asumir significativas pérdidas económicas.
El Kremlin admitió este miércoles la argumentación de su deudor sudamericano para eludir los pagos, aunque ello signifique –de acuerdo con lo dicho hace una semana por el ministro de Finanzas ruso, Anton Siluanov– dejar de recibir 53 mil millones de rublos que estaban previstos en el presupuesto de este año.
Los generosos gestos hacia Venezuela –finalmente, en favor de Rosneft, un consorcio con participación del Estado, de hecho manejado por influyentes capitalistas privados rusos y sus socios extranjeros como British Petroleum y un grupo chino que se benefician con el reparto del pastel sudamericano–, generan no pocas dudas en Rusia.
Algunos se preguntan aquí por qué una de las principales empresas del sector público –que presume de su capacidad de producir oro negro– invirtió hace dos meses 6 mil millones de dólares en un convenio, que parece innecesario e incierto, para adquirir petróleo venezolano a futuro, es decir, que aún no se sabe si podrá, como están las cosas, extraer el potencial vendedor.