De la tierra enemiga
la tierra se removió como enemiga, aventando por todos lados a los más desprovistos de cimientos y muros sólidos, para dejarlos desnudos de todo bien y protección, aunque no tuvieran la culpa de nada, mientras otros, sin culpas por las desgracias ajenas y los culpables verdaderos por actos u omisión, podíamos ver la catástrofe a través de pantallas que repetían hasta la saciedad las mismas escenas al tiempo que ignoraban otras, de igual o mayor alcance destructivo y doloroso.
Pero la tecnología del siglo XXI ya había tejido la telaraña del salvamento. Cuando nosotros pensábamos que eran una perdición los teléfonos inteligentes en manos de jóvenes casi autistas concentrados en ellos, comprendimos que en pocos años de su ausencia-presencia estos objetos también servirían los días 7 y 19 de septiembre de 2017 y los siguientes, para ubicar los derrumbes dejados por los sismos, convocar a voluntarios, reunir ayuda de todo tipo y repartirla entre sobrevivientes y damnificados. Sin esta red y la sorprendente reacción ante la realidad de quienes son adictos a la virtualidad, las víctimas de los trágicos acontecimientos habrían sido muchas más. Ya no podremos reprochar a nuestros jóvenes que estén y no estén cuando están con nosotros, pero cabe esperar que su red siga sirviendo al bien común, a través de una información veraz verificable que los mueva en el sentido que ambicionan: el mismo que los llevó a ser los primeros en rescatar víctimas de los desastres, en aportarles alimentos y agua, en denunciar a los pillos que querían lucrar políticamente con las despensas que miles de otros recaudamos, mostrando un heroísmo y dedicación que ellos mismos ignoraban poseer.
Pero, ¿y si una vez más, como en la Primavera Árabe o con el movimiento Occupy, la mayoría se rinde al sistema, porque, una vez terminada la ocasión de mostrar su capacidad de entrega y generosidad hacia el prójimo, no tienen más opciones a la altura de su deber ser? ¿Y si el neoliberalismo recuperara a todos quienes, en tiempos normales, conocen sólo expectativas individuales-individualistas como sentido de vida? Entonces, ¿se irán los unos hacia sus carreras profesionales para encontrar un sitio laboral en el engranaje del capital?, ¿y los otros retornarán a la desesperación-desesperanza del desempleo, las adicciones o los grupos delincuenciales como única opción para mostrar su valentía?
Lo que pase con nuestros jóvenes, después de esta explosión de enemistad de la tierra hacia sus pobladores que, como todo enemigo común desencadenó la unión entre semejantes, (y siendo en general el hombre quien se muestra enemigo de la Tierra) lo que pase con la juventud, decíamos, será nuestra responsabilidad. Porque sus mayores conscientes sabemos lo que ellos aún no saben: que su futuro depende de su organización alrededor de un ideal constructivo, como la que acaban de mostrar entre y desde los escombros de las viviendas caídas, para rescatar a personas reales. ¡Qué distancia de los juegos que acostumbran donde gana el que aniquila mayor número de personajes virtuales! Por eso no debemos aceptar, expresa o implícitamente, que todos quienes los rodeamos estamos podridos y que quienes no les parecemos podridos somos obsoletos, porque así no los ayudaremos a mantener su espíritu constructivo ni a encauzar su fuerza. Indaguemos entre ellos si creen que están preparados para sustituir al sistema de partidos y asumir un gobierno presidencial, bicamaral y en transición hacia un aparato judicial digno, un sistema que los necesita, ¡y de qué manera!, para transformarse desde adentro. Dirán que no. No están preparados.
Por eso, sus mayores en experiencia e información no debemos callar ante la ola oportunista que iguala a todos los partidos y a todas las personas que hacen política, descalificando la única opción real de formar un gobierno en el que quepa la juventud con la libertad de organizarse para exigir que se cumplan sus aspiraciones de justicia y equidad, sin represión ni corrupción. Lo subrayamos, porque los voceros de los partidos que en conjunto han detentado el poder desde hace casi un siglo, están aprovechando la coyuntura para jalar al nuevo partido hacia el desprestigio que ellos se han ganado a pulso, dejando huérfana de opciones a la población y cegando la perspectiva de la juventud con un telón donde lo político aparece como sinónimo de corrupción y vicios a fin de propiciar, durante las próximas elecciones, un abstencionismo que paradójicamente sólo puede beneficiar al poder actualmente en funciones.