Cientos de voluntarios laboran de madrugada en Coyoacán y Tlalpan
Jueves 21 de septiembre de 2017, p. 14
Cae la madrugada después de otro fatídico 19 de septiembre en la capital del país. Las pesadas horas de búsqueda no inhiben el febril esfuerzo de brigadistas, bomberos y marinos en esta inmensa mole de concreto en que se transformó uno de los edificios del Multifamiliar Tlalpan, inmueble de cinco pisos que no resistió la embestida de la naturaleza, que lo convirtió en una masa cuya altura no supera lo que serían dos pisos.
Entre los cientos de voluntarios que se han congregado para sacar con vida a las cerca de 20 personas que se estima están atrapadas entre el polvo y el concreto, Nayeli Flores tiene la mirada fija en uno de los costados.
Obsesionada porque los rescatistas apresuren una titánica tarea, porque en ese segundo piso, la mañana de este martes, dejó a Julián, de 11 años, y Viridiana, de seis, en su departamento. Madre trabajadora, salió a un despacho para laborar un par de horas, justo el momento en que se colapsó el edificio, donde ahora se concentra buena parte de los esfuerzos. No ha tenido señales de vida de sus hijos.
Los ojos enrojecidos, con su entereza traicionada a ratos por los sollozos y el recuerdo, alcanza a decir: en esa esquina es la recámara de los niños. Ese que esta ahí, es su colchón
.
Como en casi todos los inmuebles colapsados en el sur de la ciudad, en las delegaciones Coyoacán y Tlalpan, en las inmediaciones es toda una romería de ayuda. Las donaciones fluyen sin cesar, al punto de que se da la instrucción de no recibir más botellones de agua. Hay cantidad en exceso para satisfacer las necesidades de quienes ahí se encuentran; aunque son las 4 de la madrugada, siguen llegando camionetas con víveres, agua, medicinas... lo que la lógica indica se puede ocupar en esta tragedia.
A lo largo de todo el día, la zona de Coapa, colapsada en el cruce de Miramontes y calzada del Hueso, donde se derrumbó un edificio con saldo, hasta la tarde de este martes, de siete muertos, es un frenesí de jóvenes que en motocicletas, bicicletas y camiones de volteo se trasladan entre las áreas de mayor emergencia, o donde se presumen mayores necesidades ante edificios que soportaron la sacudida del sismo, pero que los dejó condenados a la demolición.
Con tristeza, Yolanda Rodríguez, una septuagenaria, observa a la distancia el vetusto edificio donde reside desde 1982, el cual soporto estoico y sin daño alguno el terremoto de 1985, pero que ya no resistió esta nueva expresión de la naturaleza. Pensé que el departamento me iba a ver morir, nunca pensé que yo lo vería morir
, afirma entre irónica y desesperanzada.
La incertidumbre de su futuro la agobia, como a los vecinos de una importante área. Son más de una decena de inmuebles desahuciados por el personal de Protección Civil, quienes han dictaminado que son habitables.
Muy cerca de ahí, en División del Norte, otro inmueble ha sido desalojado con la advertencia de que nadie más puede entrar; apenas les dieron unos minutos para extraer los documentos esenciales, afirma la reconocida cantante Imelda Miller. La descripición del caos que dejó en su departamento el sismo, con todo y sus numerosos discos que ha grabado en su 61 años de cantante, se entremezcla con la melancolía de recordarse en las glorias de su pasado.