17 de septiembre de 2017     Número 120

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Mujeres indígenas en San Quintín:
luchar en dos frentes

Everardo Garduño Doctor en antropología e investigador del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo de la Universidad Autónoma de Baja California


Caravana desde San Quintín hasta Tijuana de la Alianza Nacional por una Justicia Social, 2015
FOTO: Roberto Armocida / La Jornada

El pasado 20 de agosto se llevó a cabo el Primer Encuentro de Mujeres del Valle de San Quintín. Este evento reunió a un centenar de mujeres hablantes de diversas lenguas indígenas para reiterar sus demandas en las movilizaciones del 2015: alto a la explotación, servicios de salud y guardería, no a la discriminación, a la violencia y al acoso sexual. estas demandas tienen sólido fundamento.

Las mujeres indígenas son centrales en la producción de mini-tubérculos y flores cultivadas a través de la hidroponía y otras innovaciones biotecnológicas. Sin embargo, pese a que 35% trabaja todo el año con la misma empresa, su estatus laboral es eventual; 83% de ellas nunca ha firmado un contrato, no tiene acceso a guarderías y se le escamotean los pases del IMSS. Estas mujeres, además de ser explotadas laboralmente, han sentido discriminación por ser indígenas (51%), por ser pobres (50%) o por ser mujeres (46%). En su percepción, el primer tipo de discriminación se expresa a través de la burla por su forma de hablar y su aspecto físico: “No te contratan en un restaurant o tienda si no eres blanca, bonita, delgada y alta”, afirman.

Ejemplo de este tipo de discriminación es el comentario al pie de un video en youtube, de un programa de la radio indígena “La voz del valle”, en el cual durante un temblor las locutoras llaman a la calma. El mensaje de quien vio el video dice: “Pinches paisas de mierda. Me dan asco de verlos… ojalá y los hubiera matado el temblor, pinches analfabetas, vieja piojosa”. La discriminación por ser pobre se ilustra en estos casos: una mujer mixteca solicita a la cajera del banco su dinero del programa Prospera; la cajera le dice, “tú no entres al banco, para eso está el cajero”. En otro banco, una mujer le dice a la cajera que va a cobrar lo de Prospera; esta le precisa, “no, tú no vienes a cobrar; se cobra lo que uno gana; a ti te lo regalan”.


Discriminadas por ser indígenas, por ser mujeres y por ser pobres
FOTO: Enrique Botello

Como se puede ver, las demandas de alto a la explotación y discriminación se sustentan en prácticas de la sociedad no indígena, en contra de los migrantes indígenas. Sin embargo, las demandas de alto a la violencia y el acoso sexual, hacen referencia a acontecimientos que sufren específicamente las mujeres en su comunidad y su hogar.  En San Quintín, 46% de las mujeres indígenas que trabajan fuera del hogar son responsables de las tareas domésticas; 45% de ellas han sido golpeadas, algunas de manera ocasional (58%), otras de manera frecuente (25%) o muy frecuente (14%). Debido a esto, 25% de ellas afirma vivir permanentemente con miedo a su esposo. La violación, por su parte, es regularmente cometida por los mayordomos que vigilan su trabajo, y quienes muchas veces son miembros de su comunidad y de su grupo étnico. Más aún, 16.8% de estas mujeres, reconoce haber sido violada por su propio esposo.

Esta situación de las mujeres indígenas dentro de sus comunidades ha sido objeto de discusión y rupturas al interior de la organización de jornaleros. Si bien en 2015, el Sindicato Nacional Independiente de Jornaleros Agrícolas y Similares creó la Secretaría de Equidad de Género, un año después, su titular, Lucila Hernández García, renunció señalando que: “La vida del hombre y la mujer jornalera es similar en cuanto a violación de derechos laborales y pobreza, pero somos las mujeres quienes además sufrimos violencia en el campo, en la comunidad, en nuestras casas y en las instituciones […] A casi un año de ese gran movimiento […] siguen siendo ellos quienes deciden, quienes hablan, quienes negocian”.  

Paloma Bonfil y Elvia Martínez muestran cómo al interior de los pueblos indígenas, las ideologías sexuales patriarcales dan lugar a un doble discurso que por una parte exalta la función y el valor de la feminidad y por otra facilita la explotación y supeditación de la mujer: “Las mujeres indígenas dadoras de vida, hermanas de la madre-tierra, cuidadoras y transmisoras de la cultura […] son las mismas que viven y callan la violencia doméstica y conyugal, que no tienen acceso a la propiedad, los recursos, los ingresos ni las decisiones”.Sin duda, las mujeres indígenas en San Quintín enfrentan una doble supeditación y encaran una doble lucha. Una de ellas, dentro de sus propias comunidades.

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