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De la “extinción” a la visibilidad:
Blanca Alejandra Velasco Pegueros Posgrado en Desarrollo Rural, UAM-X Durante mucho tiempo, los y las cochimíes, uno de los grupos étnicos del desierto central de la península de Baja California, fueron considerados oficialmente como un pueblo extinto, ya que las fuertes epidemias provocadas por la instauración del sistema misional en los siglos XVII y XVIII impactaron dramáticamente su demografía; de la misma forma que la evangelización incidió en la pérdida de su lengua y la mayoría de sus rasgos culturales objetivos. Más adelante, los modelos políticos y económicos dominantes en los siglos XIX y XX impulsaron la migración de las pocas personas cochimíes que quedaron en las ex misiones de Santa Gertrudis y San Borja (sus comunidades de origen), en la búsqueda de fuentes de empleo para conseguir el sustento que el árido territorio de sus comunidades no les proveía. Asimismo, la falta de servicios básicos como agua, energía eléctrica y educación les obligó a buscar una mejor calidad de vida en lugares como Guerrero Negro, dentro del mismo desierto central, donde viven la mayoría de las familias cochimíes actualmente, y en localidades como El Sauzal, San Quintín y el Valle de Guadalupe, al norte de Ensenada. No obstante el proceso de transformación cultural y de la migración y disgregación por la que pasaron, hace algunos años este pequeño pueblo comenzó un proceso de revitalización cultural e identitaria importante. Con la finalidad de organizarse para defender su terruño y obtener el reconocimiento de su ascendencia indígena, en el 2008 crearon la asociación Milapá (nombre en cochimí de una cactácea de la región a la que los españoles nombraron cirio), conformada por nativos de las comunidades de Santa Gertrudis y San Francisco de Borja. A raíz de su organización y después de algunos años de exigir reconocimiento como pueblo indígena vivo, pese a no cumplir con los cánones que el Estado y la sociedad mestiza suelen imponer, lograron ser reconocidos así, a través de las cartas de autoadscripción emitidas por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y de su inclusión en el Censo Nacional de Población y Vivienda del 2010, el cual registró 75 personas que se autoadscribían al grupo cochimí, en las comunidades de Santa Gertrudis y San Borja (INEGI). Sin embargo, los problemas continúan en lo que se refiere a los derechos agrarios en la comunidad de Santa Gertrudis, una de las cuestiones que también les llevaron a organizarse, ya que a pesar de que el ejido Independencia (donde se encuentra la comunidad) fue conformado por parte de familias cochimíes en 1969, la intromisión de personas externas en el Comisariado ejidal provocó serios conflictos, pues en contubernio depuraron de sus derechos agrarios a la mayoría de las familias fundadoras en los años 1975 y en 1985. A pesar de que la mayoría de las ejidatarias y ejidatarios cochimíes fueron depurados, la comunidad de Santa Gertrudis se encontraba fuera de la jurisdicción del ejido, pues no se tomó como parte de éste, precisamente por tratarse de una comunidad indígena y contar con un monumento histórico: la misión de Santa Gertrudis. Con la creación del PROCEDE y la reforma al artículo 27 se crearon nuevos planos en los que ya no se respetaron las cien hectáreas que pertenecen a la comunidad, ni a las pocas familias que aún viven allí o tienen sus casas y huertas heredadas por sus familiares. Desde entonces, han comenzado a recibir amenazas de que no podrán volver y aunque tienen más de veinte años luchando por recuperar los derechos que perdieron en un proceso turbio e injusto y por lograr que se respete el espacio de la comunidad, no han recibido respuesta de las instancias estatales o federales a las que han acudido.
A pesar de ello, y del poco apoyo y atención que recibe de las instituciones gubernamentales, la comunidad cochimí continúa en su proceso de revitalización cultural y revalorización de lo que fue, de lo que es y de su terruño, librando poco a poco pequeñas batallas como la de volver a ser reconocidos como pueblo originario vivo de la Baja California, y seguir persistiendo a pesar de los obstáculos y problemáticas por los que han pasado en su devenir histórico.
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