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Entre armas y semillas Luis Aguilar Marco
El estado de Tamaulipas es extremadamente abundante en recursos naturales, sus tierras son espectacularmente ricas para la producción agropecuaria. Este territorio virgen que se encuentra en la esquina noreste de México contiene una multiplicidad de ecosistemas: grandes bosques que corren por la cima de la Sierra Madre Oriental y provienen del norte y se juntan al sur con una parte del desierto chihuahuense, donde se entrelazan con un inmenso matorral espinoso tamaulipeco que converge con variedades de selvas y un sistema lagunario costero que es nutrido desde el norte por el delta del Río Bravo y el Golfo de México y desde el sur-poniente por los ríos Guayalejo-Tamesí y Pánuco. La singularidad de los ecosistemas de Tamaulipas y su enorme biodiversidad pueden maravillar a cualquiera por su riqueza y belleza natural. Esta superficie de tierra poco a poco ha venido siendo arruinada por la ignorancia, la guerra y la corrupción, con la anuencia de organismos gubernamentales federales y estatales que manejan programas de desarrollo rural y social que favorecen a los que más tienen y aíslan a los verdaderos trabajadores del campo. Esta situación no es exclusiva de Tamaulipas; las dependencias que aplican y diseñan estos programas se encuentran en todo al país. Desde los años 90, el territorio tamaulipeco se ha convertido en un paraíso para las transnacionales de la biotecnología, en especial Monsanto. Con la aquiescencia de estas dependencias Tamaulipas se ha convertido en el campo de experimentación de sembradíos genéticamente modificados más grande del país, lo que implica el uso de una gran variedad de semillas genéticamente modificadas (OMG) tolerantes al glifosato, herbicida producido por dicha trasnacional, y que en México se conoce con la firma de Faena. Este agroquímico sirve para eliminar hierbas y arbustos perenes. Diversas investigaciones coinciden en que las personas que habitan cerca de los campos que utilizan este herbicida hoy padecen diferentes tipos de cáncer, desórdenes cutáneos, supresión inmune, anemia, diabetes y problemas del hígado. Las semillas OMG de sorgo que se siembran en Tamaulipas son: NK 7829, SP7868; SP6929; K73-J6, KS989 y NK266, estás se aplican principalmente para dar guerra a diversas especies de pájaros que se alimentan de este grano, como la paloma de alas blancas. En el caso del maíz amarillo, observamos las semillas MON 603, MON 89034, MON 88017, MON 863 y MON 810 todos estos maíces aceptan el uso del herbicida Faena, con resistencia a plagas en el suelo y con un nuevo gen para combatir la sequía. Las semillas de algodón R1, que está dirigido para atac ar al gusano bellotero y el gusano rosado y la mejorada R1+TH que además de su acción insecticida, acepta a Faena para mantener a raya a la maleza.
En el caso de las soyas que aceptan y toleran en mejor grado el glifosato, utilizan las variedades, H80-2535, H80-1880, H02-1656 y las huastecas 100, 200, 300 y 400. De esta forma y poco a poco, las grandes extensiones de monocultivos en la entidad van generando exorbitantes desiertos para los insectos polinizadores al construir floraciones limitadas en temporada y tiempo. Conjuntamente van desnutriendo y envenenando sus tierras, mantos acuíferos y exponiendo a las personas que habitan cerca de donde se utiliza el glifosato Faena. Otras de las situaciones que ha venido golpeando al campo tamaulipeco y se gestó en los primeros años del siglo XXI, es la guerra entre y contra los carteles del narcotráfico. Durante los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón empiezan a ingresar con más facilidad las armas a nuestro país con las operaciones llamadas “Receptor Abierto” y “Rápido y Furioso”, dirigidas por la Procuraduría General de la República, realizando operativos para introducir al país armas de uso exclusivo del ejército de manera ilegal.
De esta manera, los sicarios de los carteles de la droga desde el año 2010 comenzaron a asediar a los agricultores y trabajadores del campo obligándolos a pagar por su derecho a trabajar y a vivir, ofreciéndoles protección a cambio de condiciones y obligaciones. Los que no pagan ese derecho, abandonan sus tierras y sus ranchos, migran intentando evitar que los llenen de plomo. Así el narcotráfico se ha ido apropiando de este territorio logrando crear grandes feudos que utilizan como campos de exterminio, entrenamiento y escondite. El campo en Tamaulipas se ha convertido en una zona de guerra entre los agroquímicos y las balas, entre el cáncer y la sangre. El contraste es lo que impacta, la inhumanidad en el paraíso es un absoluto espanto.
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