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¿La Fiesta en Paz?

Clasismo, racismo y mediocre taurinismo predominan hoy en la fiesta brava de México: matador Luis Conrado

E

l desaprovechamiento de recursos humanos y naturales en México hay que contarlo y es incontable, como nunca, dirá el optimista exitoso. La fiesta de los toros, tan agredida por fuera y tan agraviada por dentro, no podía ser la excepción a tan lamentable costumbre, por lo que mientras unos celebran, como pueden, los primeros 80 años de subutilizar una plaza de toros, otros ya no hayan cómo convencer al empresariado taurino de su potencial torero; por ejemplo, el matador de toros Luis Conrado, nacido hace 30 años en el taurino barrio de Mixcoac, quien luego de su vibrante faena, hace un mes, a un exigente toro de Huichapan, sigue sin ver un pitón.

“Te dicen que te van a poner –comienza Conrado– y a la mera hora ponen a otro sin mayores logros, por lo menos recientes. No soy ningún improvisado, pues llegué a la alternativa luego de 64 novilladas de éxito sostenido, empezando en Arroyo, donde incluso corté un rabo, y la gente, emocionada, además de aplaudir, me lanzaba dinero mientras recorría el ruedo. También resulté triunfador en las plazas de Morelia y Monterrey, en la que toreé cinco de las seis novilladas que se dieron; me indultaron un novillo y me llevé el Estoque de Plata. Triunfé asimismo en Aguascalientes, y en Guadalajara recibí una cornada muy fuerte. Por fin, en 2010 llegué a la plaza México, donde habiendo cortado sólo una oreja, la gente me sacó en hombros. Me dieron dos novilladas más en las que alterné, sobre todo con fuertes lluvias. En 2011 volví a la plaza México y corté otra oreja; sin embargo, el siguiente año, por razones que aun no entiendo, no volví a vestir de luces.

“Ya no vi claro como novillero y decidí tomar la alternativa. Esto fue el 18 de marzo de 2012 en la plaza de Jiquilpan, Michoacán, de manos de Alfredo Ríos El Conde, y de testigo Antonio García El Chihuahua, con toros de Maravillas, gracias a los matadores José Lorenzo Garza y José de Jesús. Desde entonces las empresas empezaron a verme como con recelo, no sé si porque me arrimo todas las tardes o porque suponen que no parezco torero. Clasismo, racismo y mediocre taurinismo predominan hoy en la fiesta brava de México.

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Desde mi alternativa, las empresas empezaron a verme con recelo; no sé si porque me arrimo todas las tardes o porque suponen que no parezco torero, reclama Luis ConradoFoto archivo

“En cinco años de matador, apenas he toreado ocho corridas, cuando de novillero esas ocho tardes las toreaba en un mes; no por guapo, sino porque daba espectáculo arrimándome, pero no me ha valido. Sigo sin entender por qué las puertas no se abren. Pareciera que si sale uno a jugársela en serio, incomodas a algunos, no al público, claro. En relativo descargo de las empresas, en México no tenemos tradición de apoderamiento, y las pocas que hay ahora tienen los ojos puestos en diestros extranjeros que no necesitan ese apoyo o pretenden fabricar figuras al vapor. Así no se hace fiesta, y menos si no se sabe mirar al tendido, cuyas reacciones hay que observar con detenimiento. Si un torero, con su estilo y su apariencia, emociona, de seguro es un buen negocio.

“Pero el sistema taurino –concluye Luis Conrado– prefiere hacer su gusto que emocionar al público, o puede que le sobre el dinero pero le falta sensibilidad, al considerar que los toreros son productos desechables así hayan demostrado conexión con la gente. Hoy, que en México carecemos de figuras y de toreros con imán de taquilla, deberían abrir el abanico y ofrecer más variedad de expresiones y estimular la verdadera rivalidad en los ruedos y en una lucha igualitaria entre toro y torero. Me sostiene la firme convicción de que ya demostré de lo que soy capaz delante del toro y de lo que aún tengo por demostrar”.