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Reporte Económico

México-Estados Unidos. Tiempo de definiciones (2/2)

E

l TLCAN no es un simple tratado de libre comercio, es un documento que conlleva una entrega sin precedente de la economía nacional. Compromete, y así ha sido, la salida del Estado de la economía, la privatización de los bienes públicos y de los recursos de la Nación, la desarticulación industrial del país y su reconfiguración maquiladora por el capital extranjero, la desnacionalización de la banca y de todo el sistema de pagos, incluyendo el gigantesco ahorro social de las afores; la privatización-extranjerización de todo (o casi) lo valioso, incluyendo el tequila y la cerveza,... el petróleo y la energía.

Mención especial merece el daño causado al campo con la libre importación de alimentos subsidiados (en general de mala calidad, viejos excedentes y en mucho contaminados con químicos y transgénicos) que abatieron el mercado agropecuario nacional y la economía rural, causando una diáspora migratoria por supervivencia de la que ahora se quejan. México no pone obstáculos, EU sí.

Las normas del TLCAN y la invasión corporativa, en síntesis, han asfixiado la capacidad productiva interna, la generación de empleos, los salarios y el nivel de vida de los mexicanos.

Coordenadas de negociación

El modelo global impulsa por naturaleza una competencia corporativa real a nivel planetario, que casi siempre culmina en absorciones o fusiones, pero que es feroz mientras existe. En el caso de la industria – y la automotriz es paradigma – el abatimiento de los costos de producción es factor clave para sobrevivir y por ello hay una relocalización en todo el mundo donde los (indebidos) subsidios, los costos laborales y de insumos son elementos decisivos.

La práctica maquiladora lleva décadas de evolución con incidencia notable en Asia y América Latina. La ubicación geográfica de México lo coloca en una situación particularmente favorable para la competitividad de empresas estadunidenses y de las no estadunidenses que buscan vender en ese país. La diferencia con, por ejemplo, China o Corea del Sur es que éstos aprovecharon sus ventajas como maquiladores pero simultáneamente impulsaron e integraron sus industrias, no así México que prácticamente entregó y/o destruyó su industria y fue convertido en traspatio maquilador; papel que por cierto se le asignó en el TLCAN.

Por ello, la fobia de Trump está mal enfocada; México no es culpable de sus desdichas sino el modelo global y la pérdida estadunidense de competitividad. El superávit comercial de México que tanto lo enardece ha beneficiado en primera instancia a las empresas estadunidenses y otras corporaciones globales, pues de lo maquilado apenas el 12-13% es contenido nacional.

Pero ya estamos en eso y la renegociación (o ruptura) impuesta por Washington debemos convertirla en oportunidad para reencauzar sanamente nuestra (inevitable) relación económica sobre bases diferentes:

1) Ceder más, por ejemplo en energía (que está fuera del Tratado y no debe incluirse por ningún motivo), en propiedad intelectual, regulación cambiaria, reglas de origen, servicios, comercio electrónico, contratos y compras de gobierno, nuevas áreas tecnológicas, solución de controversias, o mayor control de la producción agropecuaria, es inaceptable, como lo es también cualquier tratamiento arancelario focalizado o discriminatorio para México. Como esto es lo que quiere Trump, a menos que el gobierno de México traicione su cometido, la renegociación no llegará a buen puerto.

2) Siendo inaceptables las nuevas ventajas que busca EU a costa de México lo procedente será mejor no aceptar cambios al TLCAN y dejar que EU lo destruya si esa es su intención.

3) Una mejor opción sería sustituirlo por un buen tratado exclusivo de comercio, esto es, sin agregados nocivos en aspectos de inversión, flujos financieros, y política económica. Otra opción sería apegarnos a las reglas de la OMC. Con Canadá podríamos mantener el TLCAN.

4) Alimentos básicos y energía, deben, en todo caso quedar fuera del tratado por su carácter estratégico.

5) Un nuevo enfoque tendría que conjurar la gran falla de origen del TLCAN: olvidar la asimetría económica entre los países, adoptando reglas iguales para países desiguales, que en la práctica obviamente resultaron desastrosas para México, país que ha perdido su base económica y capacidad de desarrollo.

6) México no requiere camisa de fuerza que obstruya su desarrollo pleno, sino liberar y encauzar con inteligencia y sentido nacional todo su potencial para producir, generar empleo adecuado, distribuir con equidad el ingreso, e integrar a toda la población a niveles ascendentes de vida. Esto es lo importante no el TLC.

7) La competitividad – requisito propio de las grandes unidades productivas – no puede seguir siendo condicionante y verdugo para la sobrevivencia de miles o millones de pequeños y medianos productores que deben, al contrario, tener un espacio para producir, comercializar, crecer y generar empleos sin ser literalmente aplastados por mega empresas infinitamente superiores en todos los órdenes.

8) En la globalización actual, los países como México requieren aplicar estrategias económicas diferenciadas, racionales y realistas (China sería buen ejemplo) a fin de conjugar un poderoso impulso interno – para potenciar al máximo su producción agrícola y pecuaria, la viabilidad de unidades pequeñas y medianas, la generación de empleo, energía e infraestructura, el aprovechamiento de recursos, y la preparación de alto nivel en las nuevas generaciones para el despliegue industrial y tecnológico, y la expansión de los servicios en toda la gama – con un dinámico sector externo propio con segmentos de especialización, alto valor agregado y competitividad.

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9) En este marco, debemos defender el libre acceso de la producción de las empresas globales (como segmento diferenciado) que invirtieron aquí por la competitividad que el TLCAN brinda a sus exportaciones a EU. Cualquier limitación a este acceso tendría que ser universal y no exclusiva para México.

10) La integración subordinada a la que se ha llevado a México con EU – y que todo indica se quiere profundizar – es casi anti natura, repudiable, y además inviable por razones étnicas, culturales, históricas y prácticas. Ambos países puede tener una gran interacción comercial y humana, pero no una integración que allá se entiende como una asimilación neocolonial para acceder a nuestros recursos naturales, mercados y mano de obra barata, pero no – como se ha hecho patente – una integración equitativa, simétrica, de iguales.

La integración natural de México es con sus pares de América Latina no con sus dispares de Norteamérica.

Migración

En el TLCAN actual otro inaudito desequilibrio de origen fue el exigir (EU) y el aceptar (México) un libre comercio y tránsito de mercancías, servicios y capitales pero no de personas, falla que nos ha llevado a la enorme migración indocumentada a la que Estados Unidos le da el trato de ilegal y que ha sido hoy como nunca, objeto de racismo, agresiones, persecuciones, humillación y deportación.

Si el TLCAN ha sido en gran parte la causa de la dislocación del campo y la expulsión de campesinos así como de la inviabilidad de infinidad de pequeñas y medianas unidades productivas, ambas causales del desempleo, subempleo e informalidad de dos tercios de la población económicamente activa, una reciprocidad elemental exige libre migración, pleno respeto y la legalización de los migrantes indocumentados que ya viven en EU.

Disminuir a cero la migración por necesidad y arraigar a sus jóvenes debe ser un objetivo prioritario para México, aunque lograrlo requiere un nuevo enfoque económico.

Narcotráfico

Punto particularmente áspero en nuestra relación es el del narcotráfico. Mientras en Estados Unidos el consumo de drogas crece y se diversifica, se regula y administra, e incluso se avanza aceleradamente en la legalización y sustitución de importaciones, su presión sobre México para erradicar cultivos, contener el tránsito y combatir a sangre y fuego a los narcotraficantes no cesa y se hace cada vez más insolente e injerencista.

Por ello es que el narcotráfico debe estar en la mesa de negociación como un problema de máxima prioridad que requiere enfoques distintos. México no puede seguir desgarrándose con una guerra absurda y sin fin.

Lo increíble es que la solución a este conflicto – no al consumo que es tema aparte – es tan simple como acordar con Estados Unidos un proceso de legalización que iguale comercialmente las drogas hoy proscritas con las drogas de patente que se venden en las farmacias.

Sujetar el comercio de drogas a un mercado controlado anula de un plumazo el giro negro y criminal de su comercio actual; erradica la violencia que en mil formas afecta poblados enteros, estados y a todo el país; y desarticula el soporte financiero, pilar principal del crimen organizado, poderío que infiltra y corrompe todos los estratos del poder público en México y también ya en Estados Unidos.

De hecho una nueva estrategia contra el narcotráfico y el crimen organizado basada en la legalización regulada de las drogas debería ser mundial e impulsada por Naciones Unidas. Educación, información, expectativas de vida, y desaliento del consumo son los mejores antídotos a la drogadicción, no su criminalización. La ONU lo sabe, también México, Europa, y desde luego Estados Unidos mejor que nadie por la criminalidad desatada cuando la prohibición del alcohol, y sin embargo nadie actúa. Todos repudian el narcotráfico y la criminalidad en el discurso, pero en la práctica su evidente inacción apunta a mantenerlo a pesar del costo social, por sospechosas razones.

El tema debe estar en la mesa en busca de una estrategia conjunta, en el entendido de que con o sin ella México avanzará en tal sentido, máxime que con el muro ya no podrán cruzar los bad hombres.

Por lo pronto no confiamos ni un ápice en nuestro equipo negociador. Ojalá nos equivoquemos.

Saúl Herrera Aguilar

UNIDAD TÉCNICA DE ECONOMÍA SA de CV • ciudad de México • Teléfono / Fax: 5135 6765 • [email protected]

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