on el inicio de las pláticas para modernizar
el TLCAN debería abrirse un campo de reflexión y debate que nos permita ir más allá de lo que los negociadores eviten o consigan. Nada está escrito, porque la regla impuesta por Donald Trump al mundo es que no hay regla alguna. Sólo humores, dirían los antiguos.
Luego de la demostración de inestabilidad mental y humana que ofreció el presidente de Estados Unidos en días pasados, es ingenuo pretender confiar en que la experiencia de la burocracia estadunidense o la capacidad de resistencia y modulación de su Congreso pueden sacar el buey de la barranca. Porque, a pesar del optimismo que parece embargar a los del cuarto de al lado
, ahí está nuestra economía política: en un desfiladero pero no en su filo.
Y de esto hay que hablar y pronto, antes de que la confusión de las varias neo lenguas
se apodere del escenario y nos impida otear el horizonte con alguna ambición de resistencia al bárbaro cambio de rumbo.
Gradual y todo lo cuidadosamente posible, es indispensable adoptar y adaptar a nuestra circunstancia el verbo y la visión que sobre la crisis y su secuela ha podido configurarse en los centros de pensamiento, la academia y hasta en las instituciones financieras internacionales, en el FMI y el Banco Mundial desde luego, así como en los circuitos de reflexión que conforman el sistema de naciones unidas, en nuestro caso encabezado ejemplarmente por la Cepal.
Esta vez, la ronda epistémica desatada por la crisis ha podido conjuntar pensamiento crítico y voluntad política. Desde ahí es preciso intentar una mexicanización
de dicho pensamiento y explorar, en nuestras reservas memoriosas y activos políticos, la densidad y la magnitud de capacidades instaladas; intentar un giro en la conducción y en la batería de objetivos que gobiernan la toma de decisiones en las cúpulas del Estado y el capital.
No será en Washington donde nuestras capas de mandatarios y mandamases tejan el consenso que al país le urge. Es aquí, desde luego con la mira puesta en Washington y Ottawa, donde debe emprenderse la dura tarea de diseñar el cambio y sus ingenierías, detectar los instrumentos y amarres políticos e identificar las instituciones que no podemos permitir que sean demolidas.
No iremos muy lejos si el punto de partida es la tierra baldía
, devastada por el neoliberalismo y asolada por fútiles remedos de una restauración fantasiosa e imaginaria, pero todavía útil para montar simulacros de apocalipsis sólo gobernables
por almas puras. Por ahí no puede caminar la política democrática.
Por eso está en juego la capacidad y la lucidez de las fuerzas políticas para arriesgar una agenda de cambio institucional; de emergencia, pero también para mayores acuerdos que recuperen la idea y la voluntad de implantar una trayectoria de larga duración para el Estado y la democracia.
Si algo de esto ocurre también podrá retomarse la perspectiva de una vuelta a la tuerca del dominio del mercado y el pensamiento utilitarista que se apoltronó. No lo hemos hecho y es obligado asumirlo ya.
Desde luego, no para auspiciar el regodeo con el desastre y las ruinas sino para nutrir las ganas de revisar y discutir que han sacado a la superficie empresas como Por México hoy
. No son pocos los jóvenes y adultos jóvenes que reclaman rutas alternas para recomponer y sanear la política. No para renunciar a ella.
Los libros sobre la mesa
Me dicen en el Fondo de Cultura Económica que pronto pondrán en circulación el libro de Kari Polanyi Levitt From the Great Transformation to the Great Financialization. On Karl Polanyi and Other Essays. En esta importante obra, la autora dedica jugosas páginas a glosar y recuperar las ideas principales y actuales de su padre, el gran pensador austro-húngaro que nos legó La gran transformación (también editada por el FCE), una profunda y viva reconstrucción histórica y crítica del proyecto de convertir la economía de mercado, que se implantaba en Inglaterra y en el mundo con la revolución industrial, en una sociedad de mercado, donde todo tuviera precio sin importar su valor.
Se trató de una utopía destructiva
que llevó a la civilización de entonces, al mundo de ayer
de Stefan Zweig, a momentos de enorme autodestrucción y demolición física, humana e institucional, con la Gran Depresión, los fascismos y la Segunda Guerra.
En su libro, Kari Polanyi aborda algunas de las cuestiones cruciales de nuestro tiempo, abrumado por una crisis global de grandes proporciones alimentada por fuerzas disruptivas que recuerdan aquel periodo que inspiró a su padre a escribir su obra maestra.
Kari fue distinguida recientemente con el reconocimiento Ifigenia Martínez que cada año otorga el Centro de Investigación y Estudios de Economía Financiera de la UNAM. La ceremonia fue en el Consulado de México en Montreal y fue la propia maestra Ifigenia Martínez, acompañada por el director de la Facultad de Economía, maestro Eduardo Vega y la directora del Centro, doctora Eugenia Correa, quien entregó el reconocimiento. Honrosa distinción para una pensadora singular, comprometida con lo mejor de las ideas de transformación y democracia que con la crisis buscan construir una nueva y poderosa heterodoxia.