La obra rusa se presenta hoy junto con Sum Vermis en la sala Neza
La pieza implica el montaje de cuatro pianos de gran concierto
Domingo 20 de agosto de 2017, p. 5
La ópera ballet Las bodas (1923), de Igor Stravinsky, es una obra compleja que casi no se monta debido a la dificultad que significa reunir cuatro pianos de gran concierto en un solo lugar, expresa Christian Gohmer, quien la dirigirá por vez primera, junto con Sum Vermis (1973), de Xavier Montsalvatge, dentro del festival IM.PULSO, de música y escena, este fin de semana en la sala Nezahualcóyotl. Además, se cantará en ruso, como la pieza original.
Respecto de los pianos, dos provienen de la misma sala, otro del salón de ensayos y el cuarto, al parecer, es del Anfiteatro Simón Bolívar, explica Gohmer.
La dotación del ensamble musical fue determinante en la inclusión de ambas obras en el programa. Aparte de los cuatro pianos, Las bodas también utiliza seis percusiones, coro, solistas y bailarines (un total de 32 músicos y unos 15 bailarines), mientras Sum Vermis ocupa dos pianos y dos percusiones.
Al igual que en Las bodas, al principio y al final Sum Vermis experimenta sobre la resonancia de las campanas. Sin embargo, mientras en la ópera ballet, inserta en una tradición folclórica de la Rusia oriental, el espíritu es festivo, en el caso del poema Sum Vermis –significa soy gusano
– , está inscrito en una tradición medieval de sufrimiento ofrecido a Dios; entonces, las campanas son religiosas, indica Gohmer.
En cuanto a su forma de abordar la partitura, el entrevistado señala que Stravinsky es un compositor muy querido por los músicos: “Conozco su obra orquestal, he dirigido algunas cosas. Es un poco el lenguaje rítmico de reminiscencias primitivas y de maquinismo que tiene en La consagración de la primavera (1913) y El pájaro de fuego (1910), entonces hay que estudiarlo igual. Primero, dominar todos los cambios rítmicos, después estudiar la armonía. Ésas son las dos grandes aportaciones de Stravinsky en esta obra”.
Gohmer recordó a pregunta expresa que Las bodas se montó en el Palacio de Bellas Artes hace unos 10 años
y en el Festival Internacional Cervantino tres décadas atrás. En esta ocasión hemos logrado un estudio muy profundo de la partitura. La obra va a sonar como una versión muy completa de lo que debería ser
.
Las bodas pertenece a la primera etapa de Stravinsky, en la que experimenta sobre todo con ritmos compuestos, no regulares, sino con bases de cinco, siete y nueve, no de cuatro, como se cuenta casi toda la música, o un vals, que está en tres
.
Gohmer explica que el compositor ruso primero la quiso crear para instrumentos mecánicos, lo que más tarde hubieran sido las pianolas para las que compuso Conlon Nancarrow; sin embargo, en ese entonces no estaba suficientemente desarrollada la tecnología que lo hubiera permitido. Después intentó hacer una orquestación que tampoco le funcionó hasta que en la dotación de los cuatro pianos y las percusiones encontró el lenguaje y la sonoridad que buscaba
.
Sum Vermis, por su parte, obedece a la faceta experimental de Montsalvatge. “Es casi serialista, sin haberse integrado a ese movimiento. No obstante, su concepto encierra una presentación relevante del atonalismo y de la serie. La obra es experimental también por las resonancias. Está adelantada a su época, es lo que hoy conoceríamos como espectralismo: usar instrumentos que suenan mucho y generan otros sonidos.
“Montsalvatge hace esto con Sum Vermis al utilizar la resonancia de adentro de los pianos. La soprano a veces canta notas muy agudas, mientras los pianos tienen puestos los pedales y sus notas resuenan dentro de sus cajas. O, las percusiones también suenan dentro de las cajas de los pianos. Eso es algo que más de 30 años después hizo George Crumb y algunos otros compositores”, agrega Gohmer.
Las bodas y Sum Vermis se interpretaron el viernes y sábado pasados; hoy se repite la presentación en la sala Nezahualcóyotl, en el Centro Cultural Universitario (Insurgentes Sur 3000) a las 17 horas.