Variaciones sobre el taller
l taller (una de mis ocupaciones principales, si no –y quién dice que no– la que del todo, incluidas las perturbaciones atmosféricas, me hace feliz), lo he dicho antes varias veces, no es por escrito. No puede serlo. Del teatro filmado puede salir una buena película, no lo dudo, pero eso ya no es teatro. Mi taller es presencial. Y ahí aparece la Presencia, del Taller. Los escritos pueden traslucirla, difícilmente presentarla.
Enseguida un mosaico, algunas pequeñas piezas de diverso valor, de diversa penetración, de diverso origen, que algo de esa presencia traslucirán.
(El taller) no enseña poesía, sino nos enseña a vivir de otra manera, nos da en cada sesión una lección de vida, nos cambia la jugada a cada momento, nos engatusa pero al final nos lleva al camino verdadero. Jaime Santiago, mecánico.
(El taller) encamina, guía la voz interna, la despierta. Ayuda a encontrarnos y reconocernos, a hablar con una voz que de ser propia se vuelve de todos. Fidel Montes, comerciante.
(El taller) asedia al racionalista para que se emocione, al tieso para que baile, al actor para que dibuje; empuja al callado a cantar, el pintor a escribir, al depresivo a contar chistes, al risueño a llorar: así sesión tras sesión, hasta que sucede el milagro de descubrir que el individuo es una entidad unitaria y polivalente de percepción-expresión. Mario A. Calderón, periodista egresado de Letras.
Llegué al taller de Ricardo con la esperanza de escribir un buen poema, y salí de él (además de con un gran amigo) con ganas de cantar la vida, de silbar el mundo, de tocar el destino, y descubrir qué quería el poema que yo, en su nombre, gritara. Julio César Toledo, escritor.
(Una lección del taller:) No forcemos al poema a decir, lo que nosotros queremos decir, lo que nosotros creemos, y al leerlo no lo teatralicemos. El poema, en sí, ya tiene el ritmo que necesita; leamos visualizando las imágenes que leemos, respetemos la puntuación. Escuchemos y escuchémonos. Carmen Velázquez, fotógrafa.
(El taller) va guiado por la alegría y el placer intelectual; estoy cierta que gracias a él he aprendido a descubrir, explorar, reconocer dentro de mi misma, y poner en duda los principios aprendidos por tradición. Teresa Figueroa, ingeniera agrónoma.
Recuerdo que un día (el coordinador) dijo: El taller sólo sirve para dos cosas, para que sigan escribiendo o dejen de hacerlo.
Arbey Rivera, poeta y pintor.