Montan retrospectiva de Hélio Oiticica
Martes 18 de julio de 2017, p. 8
Nueva York.
No todos los días uno camina descalzo por la arena en Manhattan, escuchando el canto de los papagayos, tirándose en el heno o en colchones donde puede limarse las uñas, rodeado de dibujos hechos con líneas de cocaína.
Bienvenido al mundo del brasileño Hélio Oiticica, uno de los artistas más originales del siglo XX, que tiene su primera retrospectiva en Estados Unidos en 20 años, montada en el Whitney Museum of American Art, que concluirá el primero de octubre.
Oiticica (1937-1980), quien vivió casi una década en Nueva York en los años 70, fue innovador infatigable hasta su muerte en Río de Janeiro, a los 42 años.
Al inicio de su carrera, sus figuras geométricas comenzaron casi a despegarse de las paredes mediante el uso de colores vibrantes. Luego se tornaron esculturas, construcciones arquitectónicas, arte para vestir, y finalmente creó ambientes
que activan los sentidos y dejan al espectador inmerso en otra realidad mediante sonido, tacto, imagen u olfato.
Sea marginal, sea un héroe
Al final Oiticica te incorpora como individuo en la propia obra y creo que es eso lo que todavía hallamos tan excitante y casi desafiante de su trabajo
, dijo Donna De Salvo, una de las curadoras de la exposición.
“Por eso el nombre de la exposición: Organizar el delirio. Porque el delirio es el lugar donde uno se pierde; es el lugar de la mente, del cuerpo, no hay límites y es también algo que te pertenece. Como artista, Oiticica te invita a entrar, pero lo que haces de ello, es tuyo. Depende de ti”, explicó.
¿Y cuáles son las invitaciones de Oiticica? Una es al Edén, instalación montada por primera vez en Londres en 1969: un jardín de arena al que se ingresa descalzo, que invita a descansar, escuchar música, leer y mirar el tiempo.
Y acá comienza el lenguaje de Oiticica: uno puede entrar a diferentes estructuras (penetrables
), manipular materiales orgánicos contenidos en objetos (bólides
) o vestir coloridas capas (parangolés
) de diferentes maneras.
Oiticica, quien adoraba escribir y teorizar sobre sus obras, describió Edén como un espacio suprasensorial
y de creocio
(crelazer, neologismo portugués) –otra palabra inventada por él–, con la premisa de que el ocio es esencial para la creatividad.
Otra instalación es Tropicália, de 1967, su obra más famosa y el primero de sus cuatro retratos de Brasil.
La obra utiliza clichés asociados con el país tropical –arena, grava, pájaros exóticos, follaje frondoso– pero un penetrable
contiene un televisor a todo volumen y otras remiten a la precariedad de la vida en la favela de Mangueira, en una crítica a los contrastes de Brasil.
Poco después, el músico Caetano Veloso tomó prestado de Oiticica la palabra Tropicália para titular un álbum que se convirtió en himno contra la dictadura militar brasileña (1964-1985) y que dio nacimiento al movimiento artístico del mismo nombre.
Cosmococas, creados con su amigo el cineasta Neville D’Almeida en 1973, y ligados al uso de la cocaína por Oiticica, son pequeños ambientes
donde se proyectan diapositivas de dibujos realizados con la droga sobre material gráfico, con una elaborada banda sonora. En uno de ellos, los espectadores son invitados a tirarse en colchones mientras se liman las uñas, una atmósfera ideal para el creocio
.
Cuando Oiticica vivió en Nueva York –en el East Village–, la ciudad estaba yéndose al infierno, y no había dinero
, pero era la cuna de una fantástica cultura gay de la cual Oiticica formaba parte
, dijo otra de las curadoras, Elisabeth Sussman.
El artista frecuentó las favelas de Río y la escuela de samba Mangueira, identificándose con lo que llamó marginália o cultura marginal
y creando en 1968 el lema: Sea marginal, sea un héroe
, con la imagen de un amigo de la favela asesinado por la policía.