uenta la tradición que el día de Pentecostés algunos hombres piadosos, que habían seguido las enseñanzas de vida de los profetas Elías y Eliseo, abrazaron la fe cristiana. Como muestra de su devoción edificaron un templo a la virgen María en lo alto del Monte Carmelo; se dice que en el sitio desde donde el profeta Elías viera la nube, que figuraba la fecundidad de la madre de Dios.
Se nombraron Hermanos de Santa María del Monte Carmelo; en el siglo XIII se convirtieron en orden religiosa. En la actualidad conocemos a esa virgen como Nuestra Señora del Carmen, que hoy se celebra.
En el siglo XVI Santa Teresa de Jesús inició la reforma de la comunidad, que se encontraba en estado de total relajación, tanto monjas como frailes. La rama de la orden Carmelita, que aceptó la severa reforma de la santa de Ávila, fue la que llegó a la Nueva España.
Once religiosos arribaron en 1585 a bordo de la nave Nuestra Señora de la Esperanza. El 18 de octubre del mismo año hicieron su entrada a la Ciudad de México, con el propósito de realizar una fundación de carácter estrictamente misional.
Se les concedió la ermita de San Sebastián, que se encontraba en un barrio de indígenas. De inmediato comenzaron a levantar su propio convento en la que habría de llamarse Plaza del Carmen.
El sitio se localiza en el noreste del Centro Histórico y bautiza el barrio que se conoce como Del Carmen. Fue una plaza muy concurrida, particularmente durante el porfiriato, cuando se estableció a un costado la Casa del Estudiante José Yves Limantour.
La construyó en 1905 el ingeniero Genaro Alcorta y tenía como propósito brindar albergue a los jóvenes originarios de otros estados, que venían a estudiar en la Ciudad de México. En sus buenos tiempos la casa brindó también hospitalidad a personajes como Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Julio Antonio Mella y Tina Modotti, quienes vivieron aquí en diversos momentos.
Del antiguo convento carmelita que bautizó la plaza y el barrio, sólo se salvó de la destrucción el templo, que fue modificado a principios del siglo XIX para ponerlo a la moda del neoclásico. Este recinto religioso, importante en su tiempo, fue el pie para que los carmelitas se extendieran a los alrededores de la Ciudad de México y después por buena parte del territorio nacional, tanto con conventos de frailes como de monjas.
En estás páginas hemos hablado de dos de los más importantes que edificaron por estos rumbos capitalinos, que en esa época era villas separadas de la Ciudad de México, que abarcaba lo que ahora llamamos Centro Histórico.
Uno de ellos fue el nombrado Santo Desierto de Nuestra Señora del Carmen de los Montes de Santa Fe, hoy conocido como ex convento del Desierto de los Leones. Razonablemente bien conservado, se encuentra en un entorno de gran belleza boscosa declarado Parque Nacional.
El otro fue el Colegio de San Ángel, que actualmente es un hermoso museo que muestra arte virreinal y una colección de momias en un espacio del sótano, decorado con azulejos y un retablo barroco primoroso. A un costado se conserva el antiguo templo dedicado al culto católico.
Tanto en la iglesia del Carmen del Centro Histórico, como en la de San Ángel, hoy hay gran fiesta, que seguramente incluye una hermosa portada de flores. Las realizan de manera excepcional los artesanos, artistas les llamaría yo, del barrio de la Asunción, en la delegación Iztacalco.
También hay juegos mecánicos y sabrosa comida. Además de toda clase de antojitos, tamales, atole y aguas frescas; como postre puede deleitarse con buñuelos crujientes, bañados de miel de piloncillo.