15 de julio de 2017     Número 118

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

CDMX

Jornaleras de Milpa Alta:
hacer la descolada de chile*

Antonieta Barrón Profesora de carrera de la Facultad de Economía de la UNAM y miembro de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en la Ciudad de México hay 11 mil 800 jornaleros asalariados del sector agropecuario, de los cuales apenas 3.3 por ciento son mujeres; según el censo industrial de 2014, hay 156 personas que trabajan en la elaboración de alimentos preparados que no son dependientes de la razón social, y la mayoría se localizan en Milpa Alta. Además, según el censo de población, 35.7 por ciento de los trabajadores agrícolas se concentran en esta delegación política.

Milpa Alta es famosa, o más específicamente su comunidad San Pedro Actopan, porque ahí se produce el mole. Todos sabemos que en Milpa Alta hay mole, lo que no sabemos es quiénes participan en su elaboración.

Aunque Milpa Alta no es la delegación que más población nacida en otra entidad tiene, por la regularidad en su mercado de trabajo –con permanente demanda de mano de obra para descolar chile o cortar y limpiar nopal–, se fue asentando allí población no originaria. La población nacida en Hidalgo, Oaxaca y Puebla que viven en Milpa Alta representa casi 40 por ciento de los nacidos en otra entidad.

En varios pueblos de la delegación de Milpa Alta se asientan mujeres de esas entidades que descolan chiles para la preparación de mole, le cortan la cola al chile, y cuando no se ocupan en el chile, trabajan en el nopal.

Los productores de mole y vendedores de chile ocupan a una, dos, tres y hasta cinco mujeres para descolar el chile. Ellas trabajan en la descolada de domingo a domingo, descolan entre 45 y 90 kilos de chile, a veces en un local del productor y a veces les llevan los sacos a sus casas y allí trabajan.

Les pagan entre dos y tres pesos por kilo, y a veces alcanzan los cinco por kilo, pero es la excepción. Si una mujer descola 50 kilos en promedio por jornada (de 6 de la mañana a 6 de la tarde, o de 8:00 am a 8:00 pm), logra sacar 150 pesos, y trabajando los siete días de la semana obtiene mil 50 pesos, y al mes, cuatro mil 200.

Como ocurre con todos los jornaleros de México, emplean a estas mujeres sin contrato y sin jornada de trabajo; sin prestaciones. Si trabajan en el local del patrón, generalmente la ventilación es insuficiente. Si tienen hijos pequeños, los llevan y todos inhalan el polvo y el olor de los chiles, con la consecuencia esperada: una rinitis permanente. Si no descolan chile, algunas mujeres se emplean en la limpia de nopal.

Como no son mujeres de la localidad y las tierras son ejidales o comunales, las autoridades de la delegación no les resuelven el problema del agua y la luz. Viven en predios irregulares. Compran pipas de agua a mil 200-mil 400 pesos cada una para llenar sus cisternas, si es que tienen; por lo general tienen uno o dos tambos y no pueden comprar la pipa; a veces tienen que caminar hasta un kilómetro para acarrear algunas cubetas de agua.

A estos pueblos les dan el agua por tandeo, una semana le toca a un pueblo y la siguiente a otro pueblo. Margarita tiene casi 30 años en un pueblo de Milpa Alta y sigue sin luz ni agua. Otra joven tiene un hijo y no se lo aceptan en el Centro de Desarrollo Infantil (Cendi) porque no es de ahí; se supone que este CENDI es para mujeres trabajadoras, pero ello no cuenta y no le admiten al niño. Y no hay instancia que ayude a estas mujeres porque no son originarias.

Un ingreso diario de 150 pesos para familias de cuatro o más miembros mantiene a estas mujeres en la indigencia, sin la posibilidad de mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, pues no hay instancia gubernamental que las atienda en la llamada “ciudad de la esperanza”.

*Este texto se nutrió con una entrevista hecha a una joven miembro de la
Central Campesina Cardenista que trabaja con las descoladoras de Milpa Alta.

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