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Desde el gobierno de Rubén Figueroa no existe respaldo, lamenta Jerónimo Baylón

Sobrevive la artesanía de cacto sahuaro pese al desinterés de las autoridades de Guerrero
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Originario de la localidad de Venta Vieja, municipio de Zumpango de Neri, Guerrero, Jerónimo Baylón Diego usa desde hace 42 años cactos sahuaros para fabricar muebles y figuras decorativas. Sin embargo, desde que se inauguró la Autopista del Sol México-Acapulco el negocio ha decaídoFoto Sergio Ocampo
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Uno de los ayudantes del carpintero y artesano Jerónimo Baylón, quien continúa con la actividad que aprendió de su padre pese a la falta de apoyo del gobierno estatalFoto Sergio Ocampo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 26 de junio de 2017, p. 28

Chilpancingo, Gro.

Durante 42 años sus manos han creado con el cacto sahuaro (Carnegiea gigantea) muebles y figuras decorativas. Desde la década de 1950, Jerónimo Baylón Diego, carpintero-artesano oriundo de Venta Vieja, municipio de Zumpango de Neri, conoció y pulió la técnica que su padre le heredó.

Actualmente vende sillones, mesas de centro, figuras de leones y aves, entre otras. Su tierra, ubicada a 35 kilómetros de Chilpancingo, tiene 142 mil habitantes que conviven en la calurosa Cañada del Zopilote, cerca de la orilla de la antigua carretera federal México-Acapulco, rumbo por el cual, según las leyendas de la región, transitaron el naturalista alemán Alexander von Humboldt, el político y poeta cubano José Martí y el escritor francés Julio Verne.

Con orgullo, habla del origen de su trabajo. “Mi padre hacía figuras pequeñas en un árbol que conocemos como espino de pochote. En ese tiempo las casas eran de palma, las paredes de revoque con otate, lodo y zacate.

“Hace años pasaban los gringos con sus carros modelo 56, y compraban a mi papá los conejitos y pescaditos de madera que nos hacía. En una ocasión un guía de turistas le dijo a mi papá: ‘Señor, haga más figuritas, pasamos tal día’, y le pagaron 50 centavos o un peso. Mi papá ganó cien pesos, cuando un trabajador común ganaba 80 pesos.”

Jerónimo declinó estudiar la primaria y junto con su primo Lidio, quien encontró a un señor que tallaba madera, nos pusimos a trabajar. Mi papá nos compró la herramienta.

Hacían pequeñas figuras de aves y venados. En ese tiempo era gobernador Alejandro Cervantes Delgado. Vino a inaugurar una obra con su esposa, ésta vio lo que hacíamos y nos pidió que lleváramos la mercancía a una casa de artesanías, donde la compraron toda. El trabajo era totalmente hecho a mano.

Al llegar a Chilpancingo nos atendió el gerente Felipe Zamora. Nos dijo que pondría un taller en Acapulco y nos pidió trabajar con él. Nos pagaba 300 pesos a la semana; además nos pedía piezas y nos propuso hacer figuras grandes de leones, caballos y otras para los descansabrazos de los muebles.

La figura está dentro, nomás hay que escombrarla

Aunque no estudió diseño, descubrió que cuando trabajas con la madera y ves el tronco, se despierta la imaginación. A veces la madera o el tronco traen la figura, y a veces hay que imaginarla. Creo que el escultor Miguel Ángel (Buonarroti) decía que la figura está dentro, nomás hay que escombrarla.

En ese tiempo conoció a los actores Andrés García, Rodolfo de Anda, Éric del Castillo, “a una señora que creo fue esposa de Diego Rivera, a Lolita Olmedo, a políticos y hasta a los presidentes de Brasil, Ecuador y Panamá.

“Un político chileno vio una estatua de una pareja abrazada y le encantó. Le preguntó a mi patrón: ‘¿quién chingados inventó esa pendejada que está ahí?’ Le contesté: ‘La madera. Sólo la encontré y había que sacarle unas cositas’. Eso fue en 1983, en Acapulco, donde estuvimos ocho años.”

En barrancas y bordos de cerros de la región crece gran variedad de cactos y órganos. Una vez secos, los llevan a su taller. No se cortan verdes, porque si tumbas un arbolito, se desmorona; almacenan muchísima agua, vital para el ecosistema.

Su trabajo fue reconocido por la decoradora quebequense Nicole Dugal, quien al verlo en Ixtapa Zihuatanejo le propuso: Vamos hablando de precios. Usted es un chingonazo, chóquela. Vaya a mi negocio. No hay que hacerle al pendejo; le voy a comprar todo.

Un arquitecto recomendó a la decoradora que comprara toda la mercancía. “Luego me dijo que me quedara y trabajáramos juntos. Me invitó a su casa, me dio algunos diseños y dijo: ‘De estos canijos me gustan, que no se rajan’. Con ella trabajamos 22 años, hasta diciembre pasado, cuando falleció”, recuerda entre sollozos.

La señora fumaba cigarro tras cigarro. Me daba mucho ánimo; además, gracias a ella nuestro trabajo se conoce en el mundo. Un italiano compró artesanías y las llevó a España, Chile, Brasil, Estados Unidos y otros países.

Paradójicamente, el gobierno estatal no nos apoya. A los políticos no les interesa nuestra artesanía, sólo llenarse los bolsillos de dinero. Conozco artesanos de Olinalá, Chilapa, Zitlala, Acahuizotla, Xochistlahuaca, Buenavista de Cuéllar y Taxco que se quejan por la falta de apoyo.

El gobierno de Jalisco entregó a cada artesano 150 mil pesos para proyectos, pero aquí ni un quinto. Sólo el gobernador Alejandro Cervantes nos apoyó en 1982, y aunque Rubén Figueroa (Alcocer) era un cabrón, sí nos compró.

Lamenta que desde que se inauguró la Autopista del Sol México-Acapulco, el negocio cayó, pese a lo cual Jerónimo ha recibido dos galardones; uno lo dio el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) cuando Carlos Salinas de Gortari era presidente; le gané a un artesano de Michoacán; sin embargo, el papel no me interesa. Necesitamos el apoyo.