17 de junio de 2017     Número 117

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Libre comercio, Canadá rural y cómo
evitar que Canadá sea trumpeado

Jan Slomp Presidente de la National Farmers Union (NFU) de Canadá


Jan Slomp FOTOS: Edgardo Mendoza / ANEC

Durante las décadas transcurridas desde que se firmó el Tratado de Libre Comercio (TLC) Canadá-Estados Unidos, y después el TLCAN, la agricultura canadiense ha experimentado un cambio significativo. En el pasado tuvimos una multiplicidad y diversidad de líderes económicos locales y regionales, pero ahora tenemos un modelo de producción de commodities de bajo precio, conducido por los exportadores. Las necesidades de capital agrícola se han disparado, como lo demuestra la deuda masiva agrícola de 90.000 millones de dólares canadienses. Los inversionistas no agrícolas controlan cada vez más las tierras de cultivo de Canadá. La producción - por finca, por acre y por trabajador – se mantiene creciente. Y esa producción se volvió cada vez más dependiente de las exportaciones y los transportes, dado que la desregulación impulsada por el TLCAN aceleró la consolidación y la propiedad trasnacional de la infraestructura de comercialización y procesamiento. El número de agricultores está disminuyendo ominosamente, pero los gobiernos y la mayoría de los grupos agrícolas de commodities y de las corporaciones agroindustriales se muestran eufóricos ante cada acuerdo comercial firmado y ante las crecientes exportaciones.

Lo que falta en este escenario son algunos hechos muy aleccionadores.

Las cooperativas agrícolas que manejaban y procesaban sus productos, que en algún momento fueron poderosas, han sido desmanteladas y absorbidas por un puñado de empresas trasnacionales. El 80 por ciento de la capacidad de los almacenes terminales de Vancouver fue propiedad y era operado por grupos campesinos. Ahora el sector privado es dueño de todo. Luego de que desapareció la Junta Canadiense de Trigo (Canadian Wheat Board), no hay participación económica real de los agricultores más allá de las granjas, ni hay autoridad que arbitre y regule a los ferrocarriles. Los agricultores, que en algún tiempo condujeron la mayor parte de la industria de granos de Canadá, ya no tienen una conexión directa con los clientes y usuarios finales que pagan el valor real de mercado de su producto.

Bajo el TLCAN, el sistema regulador de Canadá facilitó la integración en América del Norte del sacrificio, procesamiento y comercialización de cerdo y res, a expensas de los procesadores regionales y locales, de los vendedores y de los empleos que ellos proporcionaban. A pesar de los acuerdos comerciales, las exportaciones canadienses siguen en desventaja debido a los costos de transporte.

Al margen de los sectores de gestión de la oferta, y con un breve repunte después de 2009, los ingresos agrícolas netos ajustados a la inflación han sido desastrosos. Las comunidades agrícolas de Canadá están sufriendo un declive económico crónico. Esto fue camuflado por trabajos de manufactura fuera de las granjas en la región central de Canadá y por empleos del sector de recursos en el oeste de Canadá, pero esos trabajos ya no son fáciles de conseguir. La decadencia de la economía rural de Canadá no se discute a menudo, pero cuatro décadas de pérdidas –de elevadores, servicios ferroviarios, concesionarios de maquinaria, fabricación, procesamiento y proveeduría de insumos, servicios comunitarios esenciales y puntos de venta minoristas– han deteriorado paulatinamente la calidad de la vida rural. Los recortes presupuestarios del gobierno a la investigación agrícola, a las inversiones públicas de reproducción vegetal, a la Prairie Farm Rehabilitation Administration (PFRA, Administración de Rehabilitación de Granjas de Pastoreo) y a los servicios públicos de extensión han agravado aún más las perspectivas. El declive del Canadá rural es duro y se le da poca atención, si se compara con la calidad de vida rural en otros países desarrollados.

La creciente dependencia de Canadá de las importaciones de alimentos es otro hecho aleccionador. Podemos cultivar muchos de esos productos, pero hemos perdido nuestro propio mercado porque los acuerdos comerciales ayudan a las empresas integradas de alimentos a operar a través de las fronteras, deprimiendo los precios para los productores mientras controlan el precio al consumidor. Los acuerdos comerciales también recompensan el sobre-procesamiento de los alimentos mediante la sustitución de ingredientes básicos por grasas más baratas, aceites vegetales, lecitina de soya, almidón de maíz, fructosa e ingredientes modificados de leche. De ahí el famoso sobre-consumo de alimentos procesados en América del Norte. Si el libre comercio facilita la eficiencia, como se afirma, ¿por qué la brecha entre los precios al productor en la granja y el supermercado es cada vez mayor?

El presidente Trump acusa con desprecio a México por la pérdida de empleos en Estados Unidos, pero se le olvida mencionar a las compañías estadounidenses que acudieron a las maquiladoras mexicanas para aprovechar los bajos estándares laborales y ambientales. El TLCAN permitió a Estados Unidos inundar México con su maíz, cerdo, pollo, carne y lácteos altamente subsidiados, destruyendo el sustento de millones de agricultores mexicanos. Muchos emigraron posteriormente (a menudo de forma ilegal) para convertirse en mano de obra súper explotada en campos, fábricas y plantas empacadoras de carne de Estados Unidos.

El presidente Trump probablemente encontrará razones para rechazar el producto canadiense que cruza la frontera, por lo que es muy importante que el primer ministro Trudeau esté preparado para lo peor y aplique la mayor diplomacia en el trato con la administración Trump.

Es importante entender que el TLCAN nunca fue el huevo de oro que sus promotores pretendían que fuera, ni tampoco lo son los otros acuerdos de libre comercio firmados a partir de entonces. El TLCAN ha causado muchos daños a la economía rural canadiense y el presidente Trump probablemente va a agregar más problemas. Lo último que necesita el Canadá rural es ceder más a Estados Unidos en un intento por persuadir a este país de que no se salga del TLCAN. Es hora de que nuestro primer ministro deje de comerciar con los medios de vida de los agricultores canadienses y comience a reparar el daño que estos tratados han hecho, para que nuestros mercados nacionales e internacionales puedan funcionar de una manera tal que la actividad agrícola sea rentable otra vez.

La decadencia de la economía rural canadiense debe ser revertida. Si el primer ministro Trudeau quiere impedir la elección de un líder canadiense como Trump en tres años, tendrá que empezar a arreglar las cosas en las zonas rurales de Canadá. Necesitamos una agenda agrícola que dé prioridad a la calidad de vida rural y dé viabilidad a las granjas familiares.

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