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El de TRUMP, discurso populista William Robinson Profesor de Sociología en la Universidad de California, recinto Santa Bárbara. Afiliado al Programa de estudios Latinoamericanos e Ibéricos y a Programa de Estudios Globales e Internacionales de la propia Universidad. Autor de varios libros, los más recientes: Global Capitalism and the Crisis of Humanity y Latin America and Global Capitalism
Para entender el trumpismo y la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TCLAN) en la coyuntura actual, es urgente no confundir el discurso público de Trump con la esencia de su programa. Además es necesario reconocer que las dinámicas políticas y sociales en general, y en este caso concreto del trumpismo, son por su naturaleza muy contradictorias. No debería sorprendernos eso. Si bien no se le puede ignorar, el discurso nacionalista y populista de Trump es en mi opinión más artimaña que esencia. Las elites políticas y económicas de Estados Unidos no pueden ni quieren dar marcha atrás a la globalización ni a las interdependencias que ésta acarrea. La economía global es una vasta cadena de subcontratación y de outsourcing y todos los países han sido integrados a un nuevo sistema globalizado de producción y financiación. De hecho ya no hay economías nacionales, sino que cada país es un componente nacional de la economía global. Aunque pudiera, el gobierno de Trump no desea ni pretende desmantelar este sistema. Él es miembro de lo que yo llamo la clase capitalista trasnacional y su vasto imperio empresarial es dependiente de la economía global. Además, su gabinete está repleto de banqueros y empresarios de la economía global. Vale entonces la pena reiterar y recalcar que estos grupos dominantes de Estados Unidos, de la elite política y económica, no tienen interés ni capacidad de retirarse de la economía global. ¿Cuál es entonces el programa económico de Trump? Abarca, primero, la desregulación total; segundo, el desmantelamiento del Estado social, es decir vastos recortes del gasto social, una aceleración de las privatizaciones, la reducción de los impuestos a los pudientes y mayores subsidios al capital privado. Evidentemente, se trata de un programa neoliberal. A pesar de ciertos conflictos y de la inquietud que genera el discurso populista de Trump, los empresarios y más específicamente la clase capitalista trasnacional están encantados con este programa. Entonces, gran interrogante: ¿cómo explicamos el discurso nacionalista y populista de Trump? Hay que reconocer una contradicción fundamental. Que hay un desfase entre una economía globalizada y un sistema de autoridad política basado en el Estado-nación y este desfase genera fuertes contradicciones y varios dilemas para los Estados. Los gobiernos necesitan legitimarse a nivel del Estado nacional y al mismo tiempo necesitan promover la acumulación de capitales trasnacionales en sus territorios. Para decirlo en términos más académicos, el Estado- nación enfrenta una contradicción entre su función de promover la acumulación trasnacional y su función de lograr la legitimidad política en el Estado-nación. Mientras más se promueve la globalización capitalista, más se agrava el problema de la legitimidad. El trumpismo pretende resolver esta contradicción. Carl von Clausewitz el gran estratega militar prusiano, dijo que la guerra es una extensión de la política por otros medios; podríamos decir en este caso que el trumpismo es la extensión de la globalización capitalista por otros medios. El discurso legitimador de Trump es el populismo y el nacionalismo. Pero en su esencia el programa de Trump no tiene nada de populista. ¿Cómo logró el equipo de Trump cultivar una importante base social y electoral en Estados Unidos? Primero, con un discurso ideológico de Make America great again (MAGA, Hacer grande a Estados Unidos otra vez); segundo, con la promesa de crear empleos, obligando al capital trasnacional a no salir del territorio de EU o que regrese y vuelva a invertir en EU, y tercero, y muy importante, logró captar una base social y electoral, y en la actualidad es su base social, con un discurso racista y de fanfarronería. Este punto es muy importante y vale la pena analizarlo: Históricamente, un importante sector de la base obrera de EU, desproporcionadamente blanco, ha gozado de altos niveles de vida, gracias a la supremacía blanca, y fue convertida en una aristocracia laboral del primer mundo y de Estados Unidos. Pero ahora con la globalización capitalista, la clase capitalista trasnacional ya no necesita a esa aristocracia laboral, y ese sector experimenta cada vez más una movilidad hacia abajo, una creciente inseguridad y desestabilización de sus condiciones laborales y de vida. Esta es la famosa tercermundialización del primer mundo, o la precarización de ese sector, que era esa clase obrera privilegiada. Esta situación genera para el Estado y las elites graves problemas de legitimidad, y con el racismo, y un discurso racista desde arriba, el trumpismo busca canalizar a ese sector hacia una conciencia racista y hasta neofascista de su condición y busca convertir a ese sector –que, repito, conforma la plataforma social y electoral de Trump entre la clase obrera– en base social para un proyecto de fascismo del siglo XXI. En ese sentido, los migrantes latinos, en su mayoría mexicanos y centroamericanos, se convierten en chivos expiatorios de la crisis, para canalizar el temor y las inseguridades de ese sector laboral, para que ese sector no cuestione al sistema. Vale señalar que Trump y la clase capitalista trasnacional dependen de la mano de obra inmigrante, y no pueden y no pretenden deshacerse de ella. Con la intensificación de la guerra contra los inmigrantes, el trumpismo pretende, además de tener a ese chivo expiatorio, desarticular la capacidad de acción política de las comunidades inmigrantes y desarticular sus resistencias. Hay que ver aquí que el suministro de mano de obra barata inmigrante ha ocurrido por medio de la no documentación desde que se acabó el Programa Bracero en los años 60’s, y esta fórmula de no documentación, que ha permitido la súper explotación y el súper control, sirvió durante varias décadas pero ya no sirve a los empresarios y la elite política y económica. Y para el Estado –para el trumpismo y administraciones anteriores– pues es demasiado difícil controlar y manejar ese suministro de mano de obra. Lo que se busca ahora es sostener la súper explotación de mano de obra inmigrante con un recambio desde la vía no documentada hacia un nuevo sistema bracero generalizado. Es decir organizar la súper explotación y el súper control por medio de programas de trabajadores visados. Volviendo al tema del neofascismo, si bien en estos momentos Estados Unidos no es fascista, quiero identificar aquí el surgimiento de movimientos fascistas dentro de la sociedad civil de este país, envalentonados por Trump. Hay que considerar que el sistema político de EU sufre una crisis creciente de hegemonía, al mismo tiempo que la economía global tambalea y enfrenta el espectro de un estancamiento y otro colapso en el horizonte, ya que las estructuras subyacentes de la economía global están muy pero muy inestables. Importante mencionar que otra parte esencial del trumpismo es la extensión del estado policiaco en EU, de las políticas guerreristas alrededor del mundo y de lo que yo llamo la acumulación militarizada. ¿Por qué Trump arremete contra el TLCAN? Es parte de su discurso ideológico frente a su base social y política de la sociedad estadounidense, es un requisito prácticamente. Si un político quiere ser electo, arremete contra las secuelas sociales de la globalización capitalista; también lo hizo Hillary Clinton y también lo hizo Barack Obama. Estamos claros que el capital trasnacional no puede echar a la borda al TLCAN. Es cierto que EU tiene un enorme déficit comercial con México, pero los datos de Estado-nación esconden las relaciones clasistas trasnacionales y la esencia de las generaciones de capital trasnacional. Es decir, las exportaciones que van de territorio mexicano a territorio de EU no son de México a EU, sino de cooperaciones trasnacionales alrededor del mundo que van de uno a otro territorio. Cuando Trump dice que va a hacer competitivo a EU, lo que quiere decir es que las clases obreras de EU sean competitiva versus las clases obreras de China, de México y alrededor del mundo. Es decir que detrás del discurso populista, quiere echar hacia abajo los salarios y las prestaciones de la clase obrera de EU, incluyendo una mayor flexibilización y desindicalización de la clase obrera. Es decir, el trumpismo va contra la clase obrera de EU y contra la global, y en su esencia no tiene nada de populismo. Por otro lado, hay aspectos del TLCAN que no son del agrado a la clase capitalista trasnacional, incluyendo las exenciones a los hidrocarbonos y el código laboral. Y hay un asunto más importante aún, y esto llega al meollo: Desde que se negoció el TLCAN a fines de 80’s y principios 90’sel capital global ha seguido su desarrollo y su proceso constante de transformación. En 1994, cuando entró en vigor el Tratado, ni siquiera existía la Organización Mundial de Comercio (OMC), que se formó en 1995. Y la OMC y los tratados de libre comercio se enfocaban en un principio a levantar barreras nacionales al establecimiento del emergente sistema globalizado de finanzas, pero con el paso de estos 22-23 años la trasnacionalización de los servicios se ha movido al centro de la agenda de la globalización capitalista, junto con la llamada economía digital. Son estas dimensiones las que más bien preocupan a los gobernantes de EU y a la clase capitalista trasnacional. Es decir, hay que renovar y renegociar todo el marco de la globalización capitalista para acabar la trasnacionalización de esos servicios y de la nueva economía digital y de plataforma. Respecto de la renegociación del TLCAN, recordemos que el representante comercial de EU, Larry Rubin, encargado de la renegociación, ya declaró que el objetivo es modernizar y actualizar el tratado, no echarlo a la borda. * Ponencia presentada por videoconferencia
durante el Encuentro de Organizaciones
Sociales
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