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La revuelta estalló en la frontera norte, no en la capital del país, sostiene David Dorado

Historiador desafía el enfoque oficial de la Revolución Mexicana

En su nuevo libro recorre 30 años cruciales en la vida de El Paso, Texas, y Ciudad Juárez

Es una etapa subterránea, que se ignora porque incluye actividades clandestinas, señala

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Dorado Romo publica en Ediciones Era la versión en español del libro Historias desconocidas de la Revolución Mexicana en El Paso y Ciudad Juárez. Arriba, el camarógrafo Leland Burrud, de la Mutual Film Corporation, y dos indios yaquis insurgentes, 1914 (colección Aultman). Abajo, a la derecha, una turista de El Paso posa como revolucionaria en el campamento maderista, 1911 (Sociedad Histórica del Condado de El Paso). Luego, Madero, con la herida que sufrió en la batalla de Casas Grandes, 1911; fotografía de Esther Strauss Lovell (departamento de colecciones especiales, de la Universidad de Texas). Fotografías incluidas en el libro
 
Periódico La Jornada
Lunes 12 de junio de 2017, p. 6

La Revolución de México estalló en la frontera norte, no en la capital del país, según el historiador y ensayista estadunidense David Dorado Romo (San José, California, 1961).

Me van a quemar como hereje por decir esto. Es una visión que está desafiando el enfoque centralista, nacionalista de la Revolución Mexicana, señala el también traductor y músico, quien cuenta con doctorado en historia de la frontera norte por la Universidad de Texas.

Destaca que hasta los personajes oficiales de la historia de arriba para abajo son todos fronterizos, excepto Emiliano Zapata.

“Madero viene de Coahuila, lo mismo que Venustiano Carranza; Pancho Villa es de Durango, aunque Chihuahua y El Paso son sus lugares; Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles… todos son norteños”, apunta.

Pero yo no los veo como tales, sino como seres híbridos, porque mi punto de vista no es la Ciudad de México. Los veo como seres trasnacionales. La frontera sí es subversiva y todos estos personajes son diferentes expresiones de esa ubicación.

David Dorado Romo acaba de publicar, en Ediciones Era, la versión en español del libro Historias desconocidas de la Revolución Mexicana en El Paso y Ciudad Juárez, en el cual realiza un recorrido de 30 años cruciales en la vida de esas dos ciudades hermanas, protagonistas de episodios decisivos de la caída del Porfiriato y los inicios de la Revolución.

Se trata de una historia cultural desconocida y subterránea porque en muchos aspectos se ignora deliberadamente, porque sigue los hilos secretos de actividades como el espionaje, las imprentas clandestinas y el contrabando de armas y drogas y, sobre todo, porque los vínculos que unen a esas dos ciudades son antiguos y profundos.

Este volumen, el cual requirió cuatro años de trabajo y cuya versión en inglés apareció en 2005, es producto de un accidente afortunado, comenta el especialista, pues el proyecto original era hacer una investigación sobre la cultura underground en las urbes fronterizas de Ciudad Juárez, Chihuahua, y El Paso, Texas

“Este libro sale de caminar, de deambular por Juárez y El Paso. No estaba buscando la Revolución, sino la cultura de las calles, la cultura subterránea. Y así empecé con el imaginario; empecé a ‘encontrarme’ a Pancho Villa por todas partes”, destaca el autor en entrevista con La Jornada.

¿Por qué la frontera es tan importante para engendrar la Revolución?

De acuerdo con el investigador, tal franja es una ubicación estratégica para el contrabando de armas, el espionaje y la propaganda.

A lo anterior suma que en esa zona se dio la rebelión de Tomochic, en 1893 –a la cual considera el inicio de la insurrección armada–, y la presencia de personajes clave, como Teresa Urrea, Lauro Aguirre y Víctor Ochoa, además de que El Paso tiene en ese momento la población étnica mexicana más grande de Estados Unidos.

La frontera controla los flujos. Por allí pasan el armamento, la información, dinero; hay trenes de norte a sur y de este a oeste. Hay que recordar también que el llamado oficial de la Revolución lo hace Francisco I. Madero desde San Antonio y luego se mueve a El Paso, explica.

El andar, los flujos, es como empieza la Revolución. Si uno piensa en guerras tradicionales se trata de ocupar zonas; es como en el ajedrez, si uno ocupa el territorio gana. Pero si se juega go, el juego de origen asiático, no se trata de ocupar, sino de flujos, de ocupar líneas.

A partir de esa idea, David Dorado Romo considera a la Revolución Mexicana una guerra complicada, más posmoderna, en cierto sentido, luego de que no empezó en un lugar central, la capital del país, como sí ocurrió con otras grandes insurrecciones, como la francesa y la rusa.

“Por esa situación, la mexicana es una revolución subterránea, muy sutil (…) En el centro (del país) está el poder, pero en la frontera está el contrapoder. Y eso es lo que no entendemos, esa posmodernidad de que la revoluciones no se hacen nada más con el poder, sino con los flujos”, indica.

Las guerras modernas no se ganan como en los tiempos de la Guerra Civil (de Estados Unidos), con enfrentamientos directos, frente a frente. Ahora es de manera muy indirecta. Entonces, estoy tratando de entender la Revolución Mexicana en esa forma, de manera indirecta; estoy adaptando mi narrativa a mi concepción de cómo se hace la revolución.

Según el investigador, la historiografía en la época posmoderna ya no usa visiones centralistas, objetivas, sino que es una serie de microhistorias que permiten entender todo el conjunto.

David Dorado Romo dice que con esta investigación trató de romper esquemas y confrontar los numerosos clichés prevalecientes sobre la frontera norte, entre ellos el narcotráfico y la inmigración, ahora con Donald Trump en la presidencia estadunidense.

Hay que revisitar nuestras ciudades y tratar de quebrar los viejos esquemas de manera consciente. Es lo que hice con este libro: usé una perspectiva primero de abajo hacia arriba, una estructura de microhistoria, señala.

Me enfoqué en los detalles sorprendentes que nos dejan escarbar bajo la superficie. Entonces, todos esos detalles no son anécdotas para mí. Ojalá que la gente no los vea así. Son ventanas a un mundo subterráneo mucho más profundo.