Luego de 41 años, ese museo aloja una magna retrospectiva del pintor
La exposición Éxtasis del color coincide con su 26 aniversario luctuoso
Hay que redescubrirlo y mostrar las vías que transitó para encontrar ese lenguaje tan original, definió Sylvia Navarrete
es ir más allá y documentar que no sólo es un pintor que renovó la historia del arte mexicano, sino que supo mantenerse siempre al tanto de lo que pasaba alrededor. Sobre estas líneas, una de la obras del pintor –quien falleció el 24 de junio de 1991– incluidas en la exhibiciónFoto Carlos Ramos Mamahua
Jueves 8 de junio de 2017, p. 5
Cuarenta y un años después, el Museo de Arte Moderno (MAM) vuelve a albergar una exposición individual de Rufino Tamayo (1899-1991), uno de los grandes artistas del siglo XX mexicano.
Rufino Tamayo: éxtasis del color es el título de esa magna retrospectiva que será inaugurada este sábado, a 26 años del fallecimiento del pintor.
Reúne 50 obras –algunas son poco conocidas–, 34 de las cuales forman parte de la colección de ese recinto, mientras 13 provienen de colecciones particulares y tres del acervo del Museo Tamayo Arte Contemporáneo.
La exposición da cuenta de la experimentación, el dinamismo y búsqueda en los campos de la geometría y la abstracción, así como el uso del color y los contrastes por Tamayo.
Queremos recuperar a Tamayo, no como la figura canónica, que lo es y no se le niega. Más allá de esta figura acartonada, buscamos mostrar que no sólo era un pintor que renovó la historia del arte mexicano, sino que supo mantenerse siempre al tanto de lo que pasaba alrededor y en un movimiento de experimentación
, explicó Sylvia Navarrete, responsable de la curaduría.
La muestra se divide en tres apartados: En busca del arquetipo, De México al cosmos y Por una geometría del espacio. Su discurso museográfico parte de un diseño no lineal, sino de asociaciones entre obras tempranas y tardías.
En el recorrido se evoca la transición de la obra del artista a partir de una pintura arraigada en el México semiurbano y de factura primitivista hasta llegar a una pulverización de los elementos de la composición que hace eco de las interrogantes de la era nuclear, sin omitir su incomparable investigación del color.
La pieza clave
de la exhibición es el mural desmontable Homenaje a la raza india, 1952, que después de 20 años vuelve a ser mostrado al público. Encargado por Fernando Gamboa, se trata de una pintura a caballo entre la figuración y la abstracción que representa todas las vías por las que transitó Tamayo para llegar a esa expresión, en la que la figura humana responde a un dinamismo.
También se presenta una de las pocas caricaturas políticas creadas por el artista, titulada El líder, 1973, en la cual se observa a un personaje político que ladra mientras, a sus pies, es aplaudido por una multitud de conejos, que evocan al pueblo, cuyas manos hacen la señal de la victoria.
Partícipe de dos vanguardias: la de los muralistas y la Ruptura
En un recorrido para periodistas, efectuado ayer, Sylvia Navarrete recordó que Rufino Tamayo es uno de los pocos artistas que participó en dos vanguardias.
La primera fue en los años 30 del siglo pasado: la de los muralistas, con los cuales no simpatizaba del todo, al ser partidario de una estética más intimista y ligada a los sueños. La otra fue la de la Ruptura, en los años 50, en la que logró renovar el lenguaje de la abstracción y ser el jefe de fila de la juventud, expresó la también directora del MAM.
Esto es muy importante, porque lo establece como un gran renovador y como un gran clásico. El crítico de arte Jorge Alberto Manrique decía que Tamayo era el último de los grandes clásicos en México, y eso quizá afectó al artista, porque lo hemos encerrado en esa categoría
, dijo.
“Pero no es cierto. Creo que hay que redescubrirlo y es lo que vamos a tratar de hacer en esta exposición, mostrando todas las vías por las que transitó para encontrar precisamente ese lenguaje tan original.
Mostrarlo como un artista tan arraigado en Oaxaca, en sus raíces zapotecas y mestizas; un artista apasionado por la arqueología y la arquitectura prehispánica que supo transfigurar esas raíces en un lenguaje abstracto que también estaba muy vinculado con los problemas de la época, con la posguerra, la era nuclear, la conquista del espacio y los avances tecnológicos.
La directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Lidia Camacho, recordó que fue precisamente con una retrospectiva de Rufino Tamayo que el MAM abrió sus puertas por vez primera, en 1964, y que después volvió a albergarlo en sendas muestras, una en 1974 y la otra en 1976.
De acuerdo con la funcionaria, el artista afianzó en su madurez la convicción de que el lienzo es un campo de experimentación inagotable para extraer de un color todo un magnetismo para fusionar la figura y la abstracción en una expresión evocadora del infinito
.
La exposición Rufino Tamayo: éxtasis del color montada en el recinto de Reforma, esquina Gandhi, Bosque de Chapultepec, concluirá el 27 de agosto y, desde el 23 de noviembre se podrá ver en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco), como parte de los festejos por el 25 aniversario del recinto.