na moraleja popular dice que lo único a lo que no puede traicionar nadie es a su propia naturaleza. Esta moraleja deriva del cuentecillo del alacrán que a mitad del río clava su aguijón e inocula su veneno a la rana que lo transportaba; lo hace a pesar de que morirá ahogado, víctima de su propia índole que le es imposible gobernar. El cártel de Atlacomulco acató con brío máximo su propia índole y como el alacrán clavó fieramente su aguijón en el proceso electoral del estado de México.
Peña y el PRI utilizaron con fiereza artimañas, enredos, engaños, rapiña, trampas de muchos tipos y mucho más, para iniciar el proceso de robarse la gubernatura del estado de México. Una elección de Estado
la han llamado todos los opositores al PRI, con total precisión, pues la mayoría de los execrables hechos cometidos por el aparato del gobierno federal y del local fueron perpetrados a la luz del día y a la vista de todos los ciudadanos que quisieron interesarse en ese proceso.
Como mandan las reglas del cártel, fueron utilizados incalculables millones de pesos de la sociedad, es decir, nuestros, de todos los mexicanos, no sólo el de los mexiquenses, para beneficio del cártel mismo. Tal como si los priístas del cártel nos hubieran atracado, robándonos nuestras carteras a millones de mexicanos, para su propio beneficio. Un reporte periodístico informaba de 67 viajes de Peña a los lares de la cuna política que lo crió, en siete meses previos al momento electoral. El PRD contó 100 viajes. Aún no nos han reportado la cantidad de las permanentes o muy frecuentes peregrinaciones realizadas por buen número de los secretarios de Estado, que viajaron para ejecutar el mismo trabajo de alcantarillado electoral que el presidente Peña. Estos fueron los generales; pero fue también un enorme ejército de operadores
que, cual hormiguitas infatigables, ganaron su paga ayudando a llevar a buen fin el trabajo sucio realizado. ¿Cuánto costó esta operación?
La suma de nuestro dinero que se gastaron los políticos atlacomulquenses y sus súbditos en tarjetas rosas y de otros colores, las dádivas en dinero y bienes, en suma, la gran variedad de formas de la compra de votos, debe ser una cifra insultante. ¿Cuándo sabremos cuánto de nuestro dinero se apropiaron para su beneficio económico y político?
No hay por ahora forma de saber el tamaño del despojo de que hemos sido víctimas, cometido por el cártel. Pero sí podemos decir que ha sido un gigantesco despojo de recursos nuestros, acompañado de un enorme costo político para el PRI –en particular para el cártel de Atlacomulco–, sólo para conseguir que alrededor de 70 por ciento de los votantes mexiquenses repudiaran electoralmente al PRI en estas elecciones en las que alcanzaron una auténtica pírrica ganancia expresada en un conteo rápido con fuerte olor a chapuza.
La elección de Estado incluyó al final la duda mucho más que razonable, nacida de la estadística operada en el conteo rápido. Los partidos llegaron a un acuerdo sobre cuáles y cuántas casillas conformarían una muestra representativa. El número fue de mil 818 casillas de 125 municipios. Sin darnos ninguna explicación, el reporte al que dio por bueno el IEEM, dice que los números que le dan el hilarante triunfo a Del Mazo, surge de mil 347 casillas. Es decir, 26 por ciento de las casillas –más de la cuarta parte de las mismas–, no entraron en el cálculo estadístico. Técnicamente una muestra representativa
se llama muestra aleatoria; se trata de un subconjunto de individuos (o casos), seleccionados con técnicas que permiten inferir con seguridad –si la muestra fue hecha con los instrumentos y técnicas rigurosas propias de la estadística– cuáles son las propiedades del universo (en este caso el universo es el total de los votantes). En el caso que nos ocupa, los resultados sólo pueden ser leídos bajo la condición de que la muestra sea representativa (del universo), es decir, si el protocolo acordado hubiera sido respetado: mil 818 casillas de los 125 municipios seleccionados, y si el muestreo fue técnicamente realizado; sólo así la muestra puede ser representativa. Pero si de una manera necesariamente azarosa no entró en el muestreo 26 por ciento de las casillas, simplemente esa no fue una muestra representativa, y los resultados que arrojó el conteo rápido no son válidos. No debiera haber discusión en este tema. El conteo rápido no funcionó; hay que esperar no al PREP, porque las redes sociales están inundadas de fotografías de las sábanas
comparadas con las cifras del PREP y no coinciden; en algunos casos las diferencias son de carcajada. Y tales diferencias, extrañamente, siempre son a favor de Del Mazo. Es absolutamente necesario esperar al conteo de voto por voto, casilla por casilla.
Hace décadas comenzó la agonía del PRI, o acaso sea más preciso decir que el PRI es un cadáver. Aunque, como en el poema de Vallejo, el cadáver ¡ay! sigue muriendo
(he cambiado el tiempo a un verbo del poeta peruano).
El tiempo histórico es uno distinto del de las personas. La agonía del anciano mastodonte priísta ha sido muy larga, pero no ha dejado de agonizar, y a Peña casi le tocaba ser el enterrador. Todavía puede ocurrir, presidente Peña, no pierda las esperanzas. El domingo los estertores de su deceso fueron más intensos. Siete de cada 10 votantes mexiquenses, abominaron del olor a muerto.