os breves reuniones formales, celebradas en Viena el 25 de mayo, permitieron formalizar y anunciar dos acuerdos –el de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y el de ésta y 11 exportadores ajenos a ella– que amplían por nueve meses, de julio de 2017 a marzo de 2018, la vigencia del mecanismo de contención de oferta en vigor durante este primer semestre, que persigue acelerar el equilibrio del mercado petrolero mundial y la estabilidad y recuperación de las cotizaciones, tras el colapso de hace tres años.
Como los primeros seis meses han resultado pocos para alcanzar tales objetivos, se estima ahora que extender por nueve más esa estrategia de contención sí lo permitirá. Se definió ahora, con más claridad que en diciembre, la necesidad de abatir los niveles excesivos de inventarios comerciales de los consumidores, muy por encima del nivel promedio del anterior quinquenio. Mientras lo rebasen, son una constante amenaza, una espada de Damocles, para la deseada estabilización. No fueron sólo unos cuantos los que afirmaron que –a falta de otras medidas y de algunos cambios en las expectativas económicas– será fútil la mera extensión de seis a quince meses.
En términos de recuperación de las cotizaciones internacionales de los crudos de exportación no ha sido poco lo conseguido: duplicar los precios entre principios de 2016, cuando se registraron los mínimos que orillaron al cambio de estrategia de la OPEP (cerca de 25 dólares por barril), y vísperas de las reuniones de mayo (alrededor de 50 dólares por barril). Sin embargo, una recuperación aún mayor (hasta unos 55 dólares) se había alcanzado al cierre de 2016, antes de que entraran en vigor los acuerdos. Por otra parte, no se ha logrado estabilizar los mercados: entre enero y mayo las fluctuaciones de los precios han sido frecuentes y, en ocasiones, de amplitud considerable (entre finales de 2016 y mediados de mayo, la cotización promedio del Brent, el WTI y la canasta OPEP, los tres crudos marcadores, perdió 12 por ciento). La situación esperada –precios estables en torno de 60 dólares por barril– no se materializó y las cotizaciones fluctúan en alrededor de 50 dólares. Este será el punto de partida para la extensión por nueve meses convenida en Viena.
La recepción del segundo acuerdo fue más bien escéptica. Un analista de Bloomberg, por ejemplo, subrayó la falta de estrategia a largo plazo: qué se haría, se pregunta, si a finales del año los inventarios llegasen al nivel deseado: ¿regresar a la producción irrestricta y dar lugar a una reconstitución de las existencias y a otro colapso de los precios? Varios otros se preguntaron por cuánto tiempo se mantendrá la fiel observancia de los acuerdos de la OPEP y otros productores –asunto que se aborda enseguida–, pues nadie olvida el pobre historial de cumplimiento de éstos.
El factor más sorprendente del arranque de la nueva estrategia fue el alto, increíblemente alto grado de observancia del compromiso colectivo de reducción de oferta, cuestión que se consideraba sería el talón de Aquiles del acuerdo de contención. Tanto la Agencia Internacional de Energía como la OPEP han reportado grados de cumplimiento de alrededor de 95 por ciento en los primeros meses para el conjunto de la organización y, sobre la base de información incompleta, también muy aceptables para los exportadores no-OPEP.
(Como se sabe, entre éstos se cuenta México, que no ofreció reducir su producción, sino administrar la declinación de sus yacimientos
. Quizá esté sobreadministrándola. Según una fuente secundaria (htpp://energycluster.com), en 2017 la extracción se situará en 1.9 millones de barriles –es decir, 250 mil barriles diarios u 11.6 por ciento menos que el año anterior– por la declinación natural de los depósitos y la declinación artificial: recortes de presupuesto y falta de maduración de nuevos proyectos. Con una caída del orden de 12 por ciento, México podrá destacar que fue el segundo exportador, después de Rusia, que más contribuyó al nuevo equilibrio del mercado petrolero mundial, cuando éste se consiga).
Habida cuenta de los acuerdos de administración de la oferta, de su reconducción por un periodo mayor que el previsto al inicio y por el elevado grado de cumplimiento de los compromisos asumidos, no son pocos los analistas que se preguntan por qué no han subido más las cotizaciones, quizá hasta una franja alrededor de 65 dólares por barril. La respuesta más socorrida es la que apunta al aumento de la oferta de crudo procedente de países no-OPEP que no participan en el pacto, lo que equivale a decir el aumento de la producción de Estados Unidos, lo que equivale a decir el incremento de la extracción estadunidense de shale oil.
Arriba se dijo que casi toda la recuperación de las cotizaciones tuvo lugar antes del inicio de 2017 y de la entrada en vigor de los acuerdos. Estas alzas estimularon de manera temprana el aumento de la producción de petróleo no convencional en EU. Además, entre enero y febrero de 2017, de acuerdo con la Agencia de Información sobre Energía de Estados Unidos, la producción total de petróleo aumentó en casi 200 mil barriles diarios, para rebasar nuevamente los nueve millones. Prácticamente todo el aumento provino de la producción shale. El proxy más usado a las cifras oficiales de producción es el número de pozos activos. Éste, según la empresa Baker Hughes, ha subido durante 19 semanas consecutivas, casi todas las que han transcurrido de 2017 (21), y alcanzó el 26 de mayo a 722 mil 316 (43 por ciento) más que un año antes. Es de esperarse, entonces, que continúe y se acelere el aumento de la producción estadunidense en los meses próximos, para cerrar el año 800 mbd por encima de 2016.
A este notable aumento, cercano a 10 por ciento, habrá que sumar la liquidación de la mitad de la reserva petrolera estratégica de Estados Unidos. El proyecto de presupuesto para el año fiscal 2018 prevé reducir a la mitad la Reserva Estratégica de Petróleo
, para obtener montos anuales crecientes: desde 500 millones de dólares en 2018 y 2019, hasta 3 mil 868 millones de dólares en 2027. A 55 dólares por barril, en 2018 habría que vender casi 10 millones de barriles para cumplir el presupuesto. El total acumulado en el decenio llegaría a 16 mil 586 millones dólares. En volumen, la reducción total disminuiría la reserva de 688 a 270 millones de barriles. (El precio de liquidación implícito resulta de 40.33 dólares por barril.)
El verdadero talón de Aquiles de la renovada estrategia de la OPEP no es la observancia de lo acordado por la organización y sus amigos, sino la política petrolera de Trump.