|
||||
Cultura campesina y turismo rural Adriana Montserrat Pérez Serrano Profesora-investigadora de El Colegio de Tlaxcala, AC [email protected] [email protected]
En Tlaxcala ha ocurrido un acelerado proceso de urbanización y con ello la gradual reducción de la actividad agrícola; se ha cedido espacio a las actividades comerciales y manufactureras. Ello ha conducido a adoptar formas diferentes y complementarias de aprovechar las tierras rurales, donde vive cerca del 20 por ciento de la población del estado. Como parte de un fenómeno nacional, se ha apoyado y promovido la diversificación y consolidación de la actividad turística para segmentos especializados como turismo rural, de naturaleza, turismo de aventura y turismo cultural. Incluso se ha impulsado la integración de circuitos y rutas temáticas y regionales. El objetivo de estas iniciativas turísticas es, independientemente de su “apellido” (rural, cultural, de naturaleza, de aventura, etcétera), contribuir a la generación de empleo e ingresos, a la diversificación de las actividades productivas, a la revalorización del patrimonio y a la inserción laboral de grupos vulnerables, entre otras cosas. En el caso particular del turismo rural, se ha impulsado como una actividad complementaria a las agropecuarias. Esta modalidad de turismo tiene como motivación principal interactuar con familias rurales y con ello aproximarse a la cultura campesina que conservan dichas familias y que implica los aspectos productivos, alimenticios, rituales y sociales que las personas realizan en su vida cotidiana. Tlaxcala tiene una gran tradición agrícola y campesina que podemos encontrar en las diferentes regiones del estado, particularmente en aquellas con presencia indígena donde la práctica agrícola está vinculada a un conjunto de símbolos, representaciones y valores ancestrales. Por citar un ejemplo, los rituales son una expresión del sincretismo entre la concepción mesoamericana y la novohispana; éstos pueden observarse en el municipio de Ixtenco o en los pueblos nahuas asentados en las faldas de La Malinche; los olores y sabores de los alimentos tradicionales y rituales, como los tamales, tlaxcales, gusanos, el pulque y los atoles sin duda representan un gran aliciente para interactuar con las comunidades de San Pedro Tlalcuapan, Tepuente, Altzayanca o Ixtenco. La visita a haciendas pulqueras, la participación en talleres artesanales y en actividades agrícolas y pecuarias, también se integran en la modalidad de turismo rural y que pueden vivirse y disfrutarse en Tlaxcala; aunque debe considerarse que la interacción entre campesino y visitante tiene diversas implicaciones. Si bien la gastronomía, los rituales, las festividades, las actividades agrícolas o artesanales, son elementos que muchos podemos apreciar y disfrutar, es cierto que la práctica del turismo rural no es para todos y mucho menos puede ser impulsado en todas las comunidades. El turismo rural requiere de planeación y organización, pero sobre todo demanda respeto y convicción, tanto de los campesinos que comparten sus formas de vida, como de los que visitantes que intentan aprehenderlas. Las familias campesinas que están dispuestas a integrar el turismo como parte de sus actividades económicas requieren de interés, tiempo y espacio para recibir a las personas; por su parte, quienes deciden acercarse a la cultura campesina, requieren de sensibilidad, una actitud de respeto, paladar exquisito y una gran capacidad de observación y de asombro. Además, los gobiernos municipales deben garantizar la seguridad y el acceso óptimo a las comunidades. El turismo rural es mucho más que visitas al campo, las comodidades no son indispensables, pero sí el conocimiento, el respeto y el interés auténtico por aprehender otras formas de vida, otras culturas. El impulso del turismo en México responde a políticas internacionales y a la cuantiosa generación de divisas que provienen de este sector económico, aunque sabemos que buena parte de los ingresos se quedan en manos de unos cuantos. El turismo rural en Tlaxcala depende de nosotros, de quienes reconocemos el valor y disfrutamos de la cultura campesina y de quienes están dispuestos a compartirla; estoy convencida de que esta interacción, si se hace bien, genera beneficios personales, familiares y hasta económicos; así que hagamos bien lo que nos corresponde hacer.
|