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Domingo Arenas y la lucha María Paulina Díaz Vázquez ENAH La historia agraria del siglo XX en Tlaxcala y Puebla no se entiende sin la biografía de Domingo Arenas, que nació en Zacatelco en 1888. De padres campesinos, fue el mayor de tres hermanos. Dada su situación económica, desde muy pequeño tuvo que trabajar como pastor de ganado, más adelante como aprendiz en una panadería y como repartidor de pan y, ya con más edad, decidió laborar en la industria fabril. Poco se necesitó para que Domingo sacara la casta, pues en 1906, cuando apenas tenía 18 años y ya siendo trabajador en una fábrica, comenzó su participación en las revueltas obreras. La razón: la nula aceptación de los trabajadores del reglamento laboral que los empresarios textileros buscaban imponer. Además, la paga no era justa, las exigencias salían de la cordura y su libertad era coartada. Fue en 1910 cuando Arenas dejó de ser un espectador de la Revolución y tomó las armas; formó parte de las líneas de los anti-reeleccionistas, bajo las órdenes de los hermanos Serdán. Esos revolucionarios servían a Madero en su movimiento denominado “La cruzada por la democracia”. Hasta cierto punto, el objetivo inicial se había logrado con la “huida” de Porfirio Díaz hacia Europa y, a nivel estatal, con el fin del llamado Prosperato en Tlaxcala. Arenas se mostró inicialmente a favor de la fórmula de Madero y Pino Suárez, apoyando al prometedor Plan de San Luis, del cual ya había culminado la primera fase con el cese de las reelecciones de Díaz. La segunda fase, ya electo provisionalmente Madero, se llevaría a cabo con la restitución de las tierras a los campesinos afectados por la Ley de Terrenos Baldíos. Pero mientras el Plan de San Luis culminaba con su primera fase, apareció el Plan de Ayala, proclamado por Zapata en noviembre de 1911. Allí Zapata desconocía a Madero y prometía la entrega de las tierras usurpadas a los campesinos y la extracción de un tercio de los terrenos a los hacendados. Como era de esperarse, la lucha reiniciaría. Aunque el Plan de Ayala era prometedor, los tlaxcaltecas se mostraron pasivos, pues su composición laboral era mayoritariamente de jornaleros y mujeres de servicio en las diversas haciendas tlaxcaltecas. La idea de Zapata era dar inicio a la revolución para que se pusiera en marcha el Plan de Ayala en los estados del centro y sureste del país, como Morelos, Tlaxcala, Hidalgo, Oaxaca y Puebla. Aunque una buena parte de los tlaxcaltecas se unieron al ambicioso Plan de Ayala, Arenas y su gente decidieron no hacerlo. Esta situación hizo enfurecer a Zapata. Mientras, las cosas se complicaban a nivel nacional. Madero identificaba las revueltas revolucionarias tlaxcaltecas y la imagen de Arenas saldría a relucir, colocándolo en el ojo del huracán. Ante un escenario cada vez más adverso con la lucha armada pisándole los talones, el ejército tlaxcalteca decidió dirigirse al volcán La Malintzi (Matlalcueye), lugar donde forjarían nuevas estrategias y permanecerían en resguardo. Un infortunio no le permitiría a Arenas emprender el viaje con el resto de sus compañeros: una bala que salió por accidente del cañón de un compañero, le arrebató la vida a un revolucionario y siguiendo su trayectoria terminó por encajarse en el brazo de Arenas. Le hicieron volver a casa para sanar y posteriormente se le trasladó al Hospital de Tlaxcala. Allí le amputaron el brazo. En la tradición oral se especula que no era necesaria esa medida médica y quizá fue un escarmiento para los revolucionarios de aquel entonces. Después de ese incidente, el general abandonó el nombre de Domingo y aceptó el de El Manco Arenas. Se dice que Arenas estaba decidido a hacer triunfar la Revolución agrarista, mientras que Zapata estaba dispuesto a terminar con la vida de El Manco Arenas y que incluso dio la orden de asesinarlo en 1917. Tal vez Zapata consideraba que poco faltaba para que Arenas fuera proclamado “jefe supremo de la Revolución del Sur”. Se dice también que Arenas repartió más tierras que zapatistas y carrancistas juntos. El reparto de tierras efectuado por Arenas comenzó en 1915, con la Hacienda de San Miguel Molino y lo continuó en 1916 en las Haciendas de San Juan Tetla, Huiloac, Chahuac, San Esteban y San Juan Tetla, Aitec, Tomalintla, San Cristóbal Tepaltlaxco, entre otras. Formó ocho colonias agrícolas en Tlaxcala, en el distrito de Ocampo. En Puebla formó 11, que se distribuyeron en tres de sus distritos: Huejotzingo, Cholula y Atlixco, entre los meses de mayo y octubre de 1916. Sólo en el estado de Tlaxcala se ha encontrado registro de al menos 30 haciendas que fueron invadidas y redistribuidas mientras Arnas estuvo al frente de la División de Oriente. Se cuenta que Zapata simuló buscar una entrevista para tratar con Arenas el pacto de adhesión de sus ejércitos. Pero al finalizar el encuentro, los hombres de Zapata siguieron a Arenas para acabar con él. Fortino Ayaquica (mano derecha de Gildardo Magaña y quien a la muerte de Zapata tomó su lugar como “jefe supremo del Ejército Libertador del Sur”) le clavó un puñal en el estómago. Al abrirse fuego, Arenas fue herido por múltiples impactos de bala; Magaña aprovechó la desventaja para propinarle una serie de puñaladas. Su cuerpo fue arrojado a un profundo barranco, pero al día siguiente Magaña se arrepintió y ordenó recuperar el cuerpo para rellenarlo de paja. Lo montaron en un caballo y, mofándose del caudillo, lo llevaron hasta Zapata para mostrar el cumplimiento de su encomienda. El cuerpo de Arenas fue colgado en un árbol, cerca de Tlaltizapan, con la leyenda: “Así pagan los traidores”.
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