rimeras trazas de Pedro Páramo, 1947
Y, por fin en esa época justo el día cuando su padre cumplía 24 años de muerto, el 1º de junio de 1947, Juan mencionó por primera vez el proyecto de escribir la novela, en una carta en la que acababa de mencionar una casa que se le había aparecido en sueños; era la de los Pérez Rulfo muy cerca de la antigua fábrica de papel La Constancia, en Tapalpa:
Por otra parte, yo he estado estos días dedicado a permanecer un poco atrás de la puerta debido a lo que ya te conté, y no he hecho sino leer un poquito y querer escribir algo que no se ha podido, y que si lo llego a escribir se llamará: Una estrella junto a la luna
.
Encontré un departamentito por la Ribera de San Cosme: es el paseo diario de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. Así es de revoltoso y rugiente.
Juan acababa de cumplir 30 años e iniciaba el tramo más trascendente de su bitácora creadora, con la mayoría de los cuentos de El Llano en llamas aún por escribirse, con Pedro Páramo, El gallo de oro y buena parte de la obra fotográfica y editorial todavía pendientes.
Este documento ratifica que la gestación y redacción de Pedro Páramo duró por lo menos siete años o poco más: de junio de 1947 a julio de 1954, cuando muy probablemente Rulfo entregó el original mecanográfico al Centro Mexicano de Escritores (al Fondo de Cultura Económica lo entregó en septiembre).
En ese lapso la obra pasó de ser una constelación verbal alrededor del título Una estrella junto a la luna
a ser otra alrededor de Pedro Páramo, con la conocida transición intermedia de Los murmullos
.
Una estrella junto a la luna
no sólo remite a la historia del México antiguo o a aquellas alturas que tanto le gustaba contemplar a Rulfo, sino que parece la traducción al español de esos topónimos del náhuatl que le gustaban. Por ejemplo, Totolimispa
significa pájaro junto a la luna
(de Totol
, pájaro, meztli
, luna, y pan
, en o sobre): si tradujéramos el título original de la novela a la lengua de sustrato y de cultura indígena más importante de México, tendríamos aproximadamente un Citlalimispa
, topónimo virtual de la obra en su fase embrionaria.
Víctor Jiménez apunta que, en la tradición náhuatl, la estrella junto a la luna al caer la tarde no es sino Xólotl, una de las encarnaciones de Quetzalcóatl. La luz de la estrella vespertina es la única que permite a los muertos salir y confundirse con los vivos. De Xólotl se deriva el nombre de Cholula, ciudad sagrada que Rulfo captó en numerosos negativos. Al comienzo de la novela Juan Preciado evoca Sayula llena de vida mientras camina por Comala justo cuando la ilumina el último sol:
Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes teñidas por el sol del atardecer.
Gracias a ese primer título es válida la hipótesis de que el núcleo originario de la novela tal vez sea el mito indígena de la presencia de los muertos entre los vivos, amparado por la figura de Xólotl y confirmado y revitalizado por la riquísima tradición oral sobre difuntos y aparecidos en el centro y el occidente de México. Ahora bien, el mecanuscrito para el Centro Mexicano de Escritores no tiene aún el segmento del atardecer
, que Rulfo agregó más tarde, de su puño y letra, en la página 6 del original para el Fondo de Cultura Económica.
Acto seguido surge la primera figura espectral, una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no existiera
. Rulfo revisó y retocó todo el pasaje después de julio de 1954, esto es, después de que había entregado el original B al Centro Mexicano de Escritores: por el largo lapso entre la concepción original, de 1947, y la entrega del mecanuscrito para la imprenta, en septiembre, es dable suponer que ese posible núcleo originario sufrió la superposición de otras capas lingüísticas. Simbólicas, míticas y narrativas, y que Rulfo lo recuperó y fortaleció en el último momento.
Carlos Sandoval Linares señala que es importante destacar la influencia del idioma náhuatl en el estado de Jalisco, porque de los 124 municipios, 103 tienen o tuvieron en sus nombres origen náhuatl, a veces mezclado con las lenguas regionales
. Lo conservan 77. Sandoval Linares reproduce un ciento de los respectivos glifos y de las etimologías en Toponimia pictográfica de Jalisco: Sayla proviene de Sayolan
y es Lugar de moscas
. Tonaya viene de Tonayan
y significa Al oriente donde sale el sol
. Talpa viene de Tlalpan
y es En la tierra
. Tuxcacuesco se deriva de Tuzcacuezcómatl
y quiere decir En el granero de la barranca
. Mascota fue originalmente Mazocotla
y se traduce como En el pinar de venados
. Tapalpa se desprende de Tlapalpan
y significa En la tierra de color
. Según Federico Munguía Cárdenas, Apulco es por su etimología náhuatl “agua mala o revolcada” o bien donde se ocultan las aguas
. Por las lecturas de Rulfo sobre toponimia, susceptibles de rastrearse gracias a los finos subrayados que el lector dejaba en sus libros, se confirma que cada nombre de lugar dentro de la obra escrita tiene efectivamente mucho senti-do. En su Brevísima historia de Guadalajara, José María Muriá ofrece la etimología de varias regiones próximas a la capital del estado y nos recuerda que hubo dos proto-Guadalajaras antes de la definitiva en el Valle de Atemajac (voz náhuatl que significa donde el agua se divide entre las piedras
): la primera se fundó el 5 de enero de 1532 por Nochistlán, hoy estado de Zacatecas, no lejos del futuro San Juan de los Lagos del abuelo Severiano y muy cerca de la peligrosa región de los cazcanes, con asentamientos de indígenas indómitos; la segunda se instaló poco después por Tonalá, muy próxima al sitio actual: las ciudades, como las personas, también tenían que andar huyendo de las zonas hostiles o poco propicias por razones militares o meramente políticas.
Ya recordé que muchos pasajes de la literatura y la fotografía de Rulfo son síntesis de corrientes y concepciones que en él alcanzan una densidad muy característica: después de varios años de repasar los textos, de volver a ellos una y otra vez, se descubren resonancias del realismo español y nórdico, de Rilke, de William Faulkner, de Jacobsen y Hamsun, de poesía anglosajona y náhuatl, de James Joyce, de Rilke y últimamente de Hermann Broch, y sin embargo la síntesis en Rulfo es un estadio muy superior al mero resumen o a la intertextualidad clásica, moderna o postmoderna, y por eso la crítica se queda muy corta cuando se reduce a encontrar paralelismos o coincidencias entre tal o cual escena de Rulfo y tal o cual pasaje de autores precedentes, y con eso se muestra satisfecha: la estrategia de apropiación de multitud de tradiciones culturales por parte del mexicano fue distinta a la de Joyce o a la de Jorge Luis Borges y sin embargo resultó tan rica y versátil como la de ellos. El jalisciense abrevó de muy diferentes tradiciones narrativas, escritas y orales, recientes y antiquísimas, y trazó su propia forma de contar, y en ella la confluencia tanto de tradiciones como de experiencias anímicas y de hábitos políticos y de conductas privadas y sociales tuvo el carácter de un balance de lo que habían llegado a ser tanto el Occidente, representado por las ancestrales culturas mestiza y criolla católicas, como el mundo antiguo no occidental, expuesto en el sustrato lingüístico, ideológico, psíquico y territorial de los viejos pobladores de la región y de Mesoamérica, en especial los núcleos de origen náhuatl. La fuerza de la literatura rulfiana no se explicaría sin este poder de síntesis, antípoda de los discursos analíticos, que no alcanzan a incidir en zonas donde la narración sintética se hunde y concentra la mayor realidad.
Por eso, el pasaje en el cual aparece el segmento estrella junto a la luna
acaba siendo él mismo suma y recapitulación hacia la mitad de la novela, como un recurso para que Juan Preciado repase su circunstancia y el lector resuma lo ya conocido sobre uno de los protagonistas:
Como si hubiera retrocedido el tiempo. Volví a ver la estrella junto a la luna. Las nubes deshaciéndose. Las parvadas de los tordos. Y en seguida la tarde todavía llena de luz.
Las paredes reflejando el sol de la tarde. Mis pasos rebotando contras las piedras. El arriero que me decía: ¡Busque a doña Eduviges, si todavía vive!
Es como si la novela hubiera nacido con una conciencia aguda de su íntima condición sintética.
Luego de permanecer mucho tiempo agotada en librerías, aparece una nueva edición de Noticias sobre Juan Rulfo: la biografía, obra realizada por Alberto Vital, cuya publicación coincide con la celebración por el centenario del natalicio del autor de Pedro Páramo. Incorpora información acerca de la trayectoria de Rulfo como fotógrafo y escritor que no se conocía en 2004, cuando apareció la primera edición, producto de las investigaciones de especialistas cercanos a la fundación que lleva el nombre del autor. ¿Cómo era Rulfo? Vital responde a lo largo de este libro esa pregunta, y dirige su atención, por ejemplo, al lector Rulfo o al Rulfo estudioso de la historia. Los silencios de la vida y la obra de Rulfo no fueron convertidos, con extrapolaciones, en otra historia pintoresca de vida: anecdótica (lo que el vulgo, que aún existe, aplaudiría)
, señala en el prólogo Víctor Jiménez, director de la Fundación Juan Rulfo, con cuya autorización presentamos a nuestros lectores un adelanto de esa obra, coeditada con RM, que hoy será presentada a las 12 horas en el auditorio Jorge Carpizo de la Coordinación de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México