e lo dijeron algunos queridos amigos: es hora de enfatizar más la problemática mexicana y dejar un poco descansar (relativo) la internacional. En todo caso, nos interesa referirnos ahora a dos o tres aspectos del panorama electoral de la elección de 2018, en vista de que se presenta, en varios sentidos, como un punto de quiebre histórico en México.
Pienso que resulta inevitable, por lo visto hasta ahora, referirnos al muy bajo nivel en la expresión de los pretendientes ya destapados
. Un lenguaje en realidad a medio camino de formar ideas o propuestas consistentes sobre el futuro mexicano. Es verdad que no hay todavía candidatos de todos los partidos políticos de México, candidatos propiamente formales
, pero todo indica que la materia
básica con que se cuenta está ya a la vista y no parece anunciar algo distinto y más rico que lo conocido. Es una verdadera lástima, y una preocupación mayor, que en un país como México, con los enormes problemas que lo aquejan, estén tan disminuidos y tan enanos
los pretendientes. No es que esté flaca la caballada
, es que apenas se levanta mínimamente del nivel más elemental, y ni siquiera eso.
Si añadimos que ya hay experiencia de gobierno de personajes del PAN, del PRD y desde luego del PRI, cuando menos, entonces el caso es gravísimo, porque a la ignorancia se añade la corrupción en dimensiones inverosímiles, como ha quedado ya probado en el caso de algunos ex gobernadores. Es por esta razón que nuestra sociedad en general repudia a los partidos políticos y busca a través del procedimiento del ensayo y el error otros caminos que le permitan lograr mejores gobiernos, desde luego más cercanos a sus problemas, mucho más democráticos que el sistema creado por la democracia liberal durante dos siglos, y sobre el cual pudieran señalarse mil y una fallas, desde luego en México.
Pero relacionado con esto veo al menos dos aspectos que me parecen esenciales: uno sería el muy bajo nivel de reflexión nacional sobre los problemas de una democracia participativa, que sería el núcleo del problema, y segundo, la cuestión más general de una cercanía mucho mayor, o de una casi identidad
entre sociedad y pueblo. Por cierto, por este camino pienso que avanzaríamos mucho más para resolver los problemas de corrupción y demás delitos del poder público que ahora se cometen a manos llenas.
Sí, por supuesto, algunas experiencias se han almacenado ya en esta dirección. El EZLN tendrá seguramente mucho que decir a propósito de los caracoles u otras experiencias muy suyas, originales al nivel político más general. Esperamos una puesta al día sobre esta cuestión y otras similares.
Debemos decir que en esta síntesis muy apretada de algunas orientaciones nuevas que exige la democracia contemporánea, no puede dejar de mencionarse que tales exigencias se han reflejado ya poderosamente en buen número de luchas políticas de los últimos tiempos, con diferentes resultados. Desde el repudio radical al establishment y a los poderes constituidos, y a sus representantes más conspicuos, hasta propuestas descabelladas que ponen en jaque, en gran medida, a los regímenes democráticos liberales más o menos auténticos y a las instituciones positivas que de todos modos ha construido en estos dos siglos de existencia. Los ejemplos de Estados Unidos, del Brexit en otro sentido, y casi lo ocurrido en Francia nos ilustran de la importancia de lo dicho, y de lo que parecen ser sus destinos y dinámica más inmediatos.
Hoy, en nuestro país, con horizonte próximo de 2018, el eje de toda esta cuestión o serie de cuestiones parece ser sin duda Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien ya lleva varios meses sosteniéndose en el primer plano de las principales encuestas del país. Es sí, un candidato antiestablishment aunque tenga sus orígenes políticos en las en las más clásicas vetas del sistema mexicano. Por eso mismo se han cometido en contra de sus candidaturas pasadas los escandalosos fraudes electorales que conocemos, y por eso mismo ahora prácticamente todos los medios y todos los políticos que tienen la oportunidad de hablar públicamente se desgarran las vestiduras y vuelcan su rencor (¿o su miedo?) contra López Obrador. En la estructura de la actual política mexicana López Obrador ocupa un lugar excepcional y por eso es ya candidato de multitudes (y objeto de críticas de sus adversarios más cerrados).
Aunque él se encuentra ante un grave dilema: Morena es su creación laboriosa de muchos años y, sin embargo, para derrotar contundentemente a sus adversarios requerirá sin duda de una especie de movimiento, o de alud de las izquierdas que voten masivamente por él. Morena ha sido una espléndida plataforma de salida, que ahora debe convertirse en un gran movimiento nacional por arriba de partidos, facciones o grupos de interés que puedan o no tener coincidencia en cada detalle de cada uno de sus puntos programáticos. Tal es el destino y la condición del triunfo de Andrés Manuel López Obrador; quien no lo vea así tiene una dolencia mayor en el órgano visual.
Lo anterior no implica que estén ya decididas las elecciones de 2018. Están en el contexto que hemos relatado, pero obviamente requieren aun de un gran trabajo, arduo y fino, por parte de AMLO. Sí, pero seguramente lo llevará a cabo y entonces el resultado será el aquí apuntado. Y será así, he de repetirlo, porque López Obrador lleva una trayectoria política no inscrita en la rutina de 90 años del PRI, sino que se ha acercado verdaderamente al pueblo, a las masas populares. Sus giras por el país han sido admirables y contundentes. Y esto ha despertado una gran confianza nacional, una gran esperanza que en él se ha depositado.