l presidente del PRI, famoso por su modesta liquidación y su flotilla de taxis (y la defensa que hizo, hace y hará de igualmente famosos gobernadores, menos uno), se da baños de pureza con la muy interesada interpretación de la frase chivo expiatorio
pronunciada por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para definir la aprehensión de Javier Duarte de Ochoa. Sólo el increíble grado de cinismo de Ochoa Reza y la repetición interesada o ingenua, puede hacer suponer que AMLO haya dicho o sugerido nunca que Duarte de Ochoa es inocente: en todas las plazas de todos los municipios de Veracruz, durante 2016 (cuando Duarte aún gobernaba y la estructura priísta, y EPN le daban cobijo), él y Cuitláhuac García lo llamaron ladrón con todas sus letras: aquí reuní unos ejemplos.
¿Chivo expiatorio? Sí, como expliqué en ese texto: chivo expiatorio en la tradición de Jorge Díaz Serrano y Arturo Durazo Moreno en 1983; Joaquín Hernández Galicia en 1989; Raúl Salinas de Gortari en 1995… y con el retorno del PRI y sus prácticas, Elba Esther Gordillo en 2013. De todos ellos se dijo en su momento que eran chivos expiatorios y la mayor parte de las opiniones sobre eso no los hacían inocentes: eran chivos expiatorios
, porque se les sacrificaba para salvar al régimen y a los principales culpables.
De acuerdo con esa tradición y más allá de definiciones seudoacadémicas a modo, por supuesto que Javier Duarte de Ochoa es un chivo expiatorio: sus antiguos jefes y grandes amigos lo envían a la cárcel cuando se sienten amenazados por un cambio de régimen que puede abolir sus privilegios y llevarlos ante la justicia.
No. No fue AMLO quien defendió a Duarte de Ochoa ni lo puso de ejemplo. Fueron, de manera reiterada, a lo largo de seis años, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto. Para el gobierno de Felipe Calderón, el gobierno de Duarte era exitoso en materia de seguridad pública y “ejemplo de orden financiero”. Esto, por sólo citar dos de varias declaraciones de Calderón y sus colaboradores entre 2010 y 2012.
Elogios y espaldarazos que palidecen ante los reiteradamente dados por Enrique Peña Nieto, quien como gobernador del estado de México respaldó abiertamente la campaña electoral de Duarte, en junio de 2010. Más adelante, durante su propia campaña por la Presidencia, pronunció esa frase que ahora dice haber olvidado, en que pone de ejemplos del nuevo PRI a Roberto Borge y los Duartes de Veracruz y Chihuahua… el presidiario y el prófugo. Unos días después apareció la más célebre colección de fotografías de ambos personajes, cuando el gobernador, violando la ley, acompañó a su candidato presidencial. Y podría seguir con los dichos del 20 de octubre de 2012; del 24 de octubre de 2014, el 22 de julio y el 18 de septiembre de 2015 y todavía, el 7 de febrero y el 20 de abril de 2016, cuando Peña recorrió la planta petroquímica de Pajaritos, llevando a su lado al gobernador Duarte.
Apenas en agosto de 2016, tras la falsa derrota electoral del peñismo en Veracruz (porque en realidad, se irguió con la gubernatura el candidato del régimen), el Presidente y el PRI iniciaron el oportuno deslinde de un personaje al que permitieron escapar para capturarlo y consignarlo en el momento oportuno (lo que no nos embona, señor Peña Nieto).
El momento parecía fríamente calculado: la captura de Duarte y su linchamiento mediático coincidieron con la desesperación priísta ante las previsiones electorales del estado de México. No les funcionó. La mayoría de los electores entendieron perfectamente quiénes eran los amigos y los defensores de Duarte, que reditaron entonces el vergonzoso episodio de los videoescándalos. Tampoco les funcionó el burdo montaje de la versión veracruzana de Bejarano-Ahumada: les falló por falta de una Rosario Robles y por la rapidez con que reaccionó Morena, en México y en Veracruz.
¿Serán señales, todas estas, de que el cambio de régimen está cerca?
Pd: El Buffet Guerra, Castellanos y Asociados me informa que, en relación con mi artículo de hace 15 días, el señor Marcos Achar Levy no tiene cargo alguno en la Fundación Corazón Urbano, que es cliente de Comex. También me informa que el señor Luis Antonio Vázquez Mota no tiene ni ha tenido cargo en la empresa y es uno de los más de 750 empresarios independientes con los que Comex tiene un contrato de distribución de sus productos. Finalmente, me informa que la señora Josefina Vázquez Mota no es ni ha sido accionista de Comex.
Mi disculpo con la empresa y con los lectores… y pienso que hace aún más necesario, seguir las rutas del dinero y las formas de adjudicación de contratos.
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