ientras en Washington los ministros y secretarios de Hacienda y el Tesoro empiezan a celebrar unos brotes verdes
que ahora sí prenderán para que el mundo abandone su estancamiento, en Francia se deshoja la margarita del destino galo y de Europa misma.
El ominoso desafío lanzado por una extrema derecha envuelta en nuevos reclamos nacionalistas y hasta de reivindicación proletaria no ha sido debidamente calibrado por las formaciones democráticas y social demócratas del viejo continente y lo que parece privar, más que el odio al otro o el miedo a la migración, es el hartazgo
, como lo contaba hace unos días en El País Marc Bassets en su espléndido reportaje en la Francia profunda que apoya a Marine Le Pen.
Lo de la recuperación puede ser, en efecto, una tendencia fuerte asociada a la que han vivido mal que bien Estados Unidos gracias a la dirección de Obama. Pero conviene no olvidar que dentro de las optimistas cifras de crecimiento mundial que nos ofreció el Fondo Monetario Internacional en su reunión de primavera, conjunta con el Banco Mundial, tienen cada vez mayor peso los desempeños de los gigantes asiáticos, China e India, con crecimientos cercanos a 7 por ciento en ambos casos.
No son, cada uno a su manera, ejemplos de liberalismo económico persistente y consistente sino más bien lecciones vivas de que las naciones que no sólo sobreviven sino que aprovechan las ventajas de la globalización, aún la destartalada que hoy sufrimos, son aquellas que se han atrevido a ser heterodoxas respecto del recetario emanado del Consenso de Washington y ortodoxas en lo relativo a poner por delante su interés nacional.
Ser bien portados conforme a esas poco prestigiosas reglas trae consigo reconocimientos y facilidades crediticias para tiempos obscuros. Así verbaliza el secretario José Antonio Meade Kuribreña la apreciación que sobre el desempeño mexicano hizo la señora Christine Lagarde en la mencionada reunión. Por supuesto, la aguda financiera francesa tuvo el buen cuidado de hablar de las reformas y sus promesas, sus buenas facturas, etcétera, etcétera, pero no del francamente exiguo desempeño de la economía en su conjunto, marcado por el mal empleo, la informalidad masiva, el cuasi estancamiento de la inversión determinado por el declive histórico inaudito de la inversión pública y el muy lento avance del mercado interno cuya magra dinámica no puede reforzar el dinamismo proveniente de las exportaciones que el señor Trump insiste en presentar como las villanas del drama americano.
Así que sin menoscabo de las buenas noticias de la reunión primaveral de los financieros del mundo, hay que buscarle acomodo a las consideraciones hechas ahí mismo por Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial. “Es vital, advirtió, que el crecimiento sea inclusivo… Si no, las aspiraciones entre los más pobres se tornarán en frustración y alimentarán los conflictos.
Hay, añadió, varias crisis solapándose (citó guerras, hambrunas, el cambio climático y el drama de los refugiados) A estas crisis se suman los cambios por el avance tecnológico. Dos terceras partes de los empleos en los países más pobres, se perderán por la automatización de la producción
(Amanda Mars, El País, 21/04/17 página 26).
Ubicados en la zona más gris, tirando a negro, de nuestro desarrollo histórico, bien podríamos empezar a hablar de los ritmos y maneras para darle un giro al curso seguido hasta aquí. No nos ha provisto de más y mejores satisfactores; mucho menos de inclusión y cohesión sociales; para no hablar del cuarteado edificio estatal que nos han dejado tantas vueltas a la noria electoral, tanta confusión de las élites y tanta evasión de la asignatura principal que es la de la reforma del Estado para reformar a fondo el ejercicio del poder.
Este ejercicio que nos trajo hasta este momento de bochorno, desaliento e ira personificado por Duarte y compañía y su triste gira por El Suchiate. Desde ahí hasta El Bravo, lo que nos abruma es el vacío… el que tanta vestidura desgarrada en estos días no podrá nunca llenar.
El tema es la economía y con ella el de la reinvención del Estado y ninguno de ellos admite rodeos. Ambos reclaman de acción y decisión.
Vientos hostiles, tiempos crueles. Más lo serán si evadimos lo principal.