Opinión
Ver día anteriorViernes 21 de abril de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Paz mundial: discurso hueco
U

n pequeño país se ha permitido amenazar al territorio estadunidense con misiles atómicos intercontinentales. La determinación de Corea del Norte y el líder Kim Jong-un de dotarse de esa clase de armas es consecuencia de las acciones de Washington en otros países como Afganistán o Irak. Donald Trump más rápido que veloz contestó y subió de tono en su defensa del imperio actual. Contrarréplica de Corea del Norte: está lista para reaccionar a cualquier tipo de guerra que Estados Unidos desee. La cual tendrá la más dura reacción contra los provocadores.

Ante la amenaza de una Tercera Guerra Mundial –las guerras suelen iniciarse con bravatas– el mundo experimenta una especie de paranoia colectiva. Si bien hay elementos de realidad en el exterior, éstos se potencian y se magnifican al entretejerse con fanta-sías persecutorias (conscientes e inconscientes) e ideas delirantes que pueden conducir, dependiendo de cada estructura de personalidad, a los actos más irracionales en un intento de dominar la angustia que llega a niveles extremos. La parte más arcaica, más regresiva y más desorganizada del individuo aflora y los mecanismos habituales de defensa resultan insuficientes para mantener el equilibrio síquico.

La guerra verbal actual nos muestra un aberrante rompecabezas donde se ven implicados problemas raciales, económicos, políticos, religiosos, cojeras y errores históricos, desigualdad y resentimientos ancestrales donde la razón y el valor de la vida humana parecieran situarse en el margen, al margen en las fronteras, en el exilio, en la no pertenencia, en el no ha lugar de la ley, en la fragmentación.

Inframundo en el que los fantasmas danzan en incesante carrusel de escenas grotescas reales y fantaseadas, donde el pánico es el afecto predominante y la paranoia nubla la razón, donde la muerte, las pérdidas y los duelos no dan tregua. Allí donde la palabra y la negociación están ausentes, donde la omnipotencia y la rabia ciega conducen a la sed de venganza y el sujeto queda condenado al silencio. Individuos que al ser violentamente silenciados, si sobreviven a la masacre y a la destrucción, se convertirán en resentidos que intentarán infligir al otro la rabia y la violencia de la que fueron víctimas.

Las imágenes que presenciamos día con día nos muestran el rugido y el estruendo de la espeluznante maquinaria de la guerra, que silencian los gritos acompañados de ecos terroríficos cuyo origen, sin origen, emerge de la oquedad, del vacío, de la injusticia social y de la muerte. Mascarada de dolor y desencuentro, escenario del terror sin nombre. Duelos negros. El imperio de la tiranía y la fuerza, del desprecio por el otro, y la imposición de la fuerza. Fuerza alimentada desde la parte más irracional y más oscura del hombre que, sustentada desde el poder, intenta sostenerse apuntalada con las peores mañas de la antigüedad y los más sofisticados artilugios modernos.

Tecnología de extrema sofisticación esconde el peor fracaso de la humanidad. Tras siglos de aparente progreso y civilización, la gran aldea global es una grotesca neorrepresentación de la horda primordial, donde los instintos más primitivos afloran a la menor provocación y lo más precario y oscuro del ser aparece arropado bajo la falacia del desarrollo tecnológico y un hueco discurso de búsqueda de la paz mundial que cada vez parece más lejana e ilusoria.