Viacrucis en Sábado de Gloria para los bañistas en la capital
A las 11 de la mañana se llegó al cupo límite al rebasar 3 mil personas
Domingo 16 de abril de 2017, p. 25
A reventar estuvo ayer el balneario del bosque de San Juan de Aragón, cuyas instalaciones resultaron insuficientes ante la oleada de visitantes, que vivieron su propio Viacrucis en Sábado de Gloria, para ingresar a las albercas.
A las 11 de la mañana se llegó al cupo límite, y a partir de ese momento comenzó a restringirse el acceso, por lo que la espera de los asistentes alcanzó hasta dos horas.
Nunca salimos a ningún lado, no por falta de ganas, sino de dinero, pero, mire, ahora no podemos entrar. Yo digo que los que ya se metieron a la alberca, deberían salir a comer acá afuera, porque todos queremos tener un ratito de gusto
, expresó la señora Marta Caballero, acompañada de sus cuatro nietas y una hija, procedentes del Peñón de los Baños.
Con bolsas de bolillos y alimentos preparados, familias enteras con sus niños ataviados ya en trajes de baño y sus salvavidas a cuestas esperaron impacientes bajo el sol que caía como plomo. Sólo podían entrar conforme iban saliendo los primeros en llegar. Tres mil personas, a decir de los encargados, abarrotaron el lugar en las primeras cuatro horas.
Adentro, la familia Chávez logró ocupar los camastros y una palapa frente a las dos albercas. Llegamos a la cinco de la mañana, con todo y niños, fuimos los primeros. Habíamos visto que estaba muy lleno. Y decidimos madrugar
, contó Lorena, una de las integrantes.
Desde un día antes, relató, entre todos se cooperaron para comprar bisteces y longaniza para asar. Hasta el anafre y el carbón cargamos, pero a la mera hora nos dijeron que nada de eso se podía pasar. Te dejan salir una vez y a una sola persona y conseguimos pollo rostizado
.
A las 8:30 de la mañana ya no había palapas, ni hamacas ni camastros desocupados. Conformen ingresaban las familias se desplegaban en el pasto alrededor de las albercas, donde se concentraba la mayor actividad. Cobijas, sábanas o plásticos servían lo mismo para asolearse que sentarse a comer en un ambiente familiar.
A pesar de la vigilancia y las estrictas medidas de seguridad para permanecer en el lugar no había reclamos y sí expresiones de satisfacción. En silla de ruedas, Jesús Ortiz contó que es la primera vez que sabe que hay una alberca accesible para personas con discapacidad. La verdad es que nunca vengo a estos lugares, pero ahora hasta me voy a animar entrar, porque solito me puedo ir metiendo al agua
.
De edad avanzada, Julieta Cortés recordó que la última vez que había acudido al balneario fue hace 23 años. Vine como en tres ocasiones, pero sólo había las albercas y una palapa, ahora les quedó muy bonito. Ojalá sepamos conservar las cosas, ya ve cómo somos los mexicanos, lo que no nos cuesta, lo destruimos
, expresó.
Afuera, la gente seguía esperando. Los que ya están nada más sentados, deberían ser justos y salir, para que los demás podamos entrar
, expresaban.