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La tierra encantada Diana Caballero Alvarado Fotógrafa y diseñadora de la comunicación gráfica; miembro emergente de la Liga Internacional de Fotógrafos de Conservación ILCP; colaboradora en la Reserva Ecológica La Otra Opción, AC www.dianacaballerofoto.com Como una isla de montañas que aparece por encanto en el horizonte de la gran planicie costera del Golfo de México, en el sureste del estado de Veracruz, entre la cuenca baja de los ríos Papaloapan y Coatzacoalcos, se dibuja la silueta de una sierra de origen volcánico que a lo largo de sus historias ha capturado a navegantes, viajeros y conquistadores y desafiado a la naturaleza y la fantasía.f Los Tuxtlas es una región que destaca por sus emblemáticas historias grabadas en el territorio, la atmósfera, la memoria genética de las especies y de las culturas que la han habitado; en el mito, la leyenda y el son; en la resistencia, la colonización y la mezcla, y en la deforestación del trópico húmedo mesoamericano. Hace siete millones de años o más comenzó la historia volcánica de esta Sierra custodiada por tres de sus más de 300 vigías; el Volcán Santa Marta, el Volcán San Martín Pajapan y el Volcán San Martín Tuxtla. El origen de este último vigía fue en el año 1793. Durante este periodo dio vida a más de 300 volcanes que trajeron diversos elementos del corazón de la Tierra. Con ellos transformaron suelos, paisajes, territorios, atmósferas, ambientes y climas. Controlaron la lluvia y el fuego, la tormenta y la sequía. Con la materia crearon organismos únicos e innumerables que desarrollaron bacterias, hongos, plantas y animales, y a su vez, se especializaron, agruparon y establecieron vínculos, alianzas y estrategias para llevar agua a todo el territorio. Así, formaron comunidades y diseñaron tipos de hábitat en todo el territorio para atrapar la humedad del aire, del océano y de la tierra. De esta manera, por aire, mar y tierra llegaron navegantes, viajeros, conquistadores, migrantes, refugiados y desplazados ambientales a cobijase en esta Sierra. Con el tiempo formaron tierras fértiles y abundantes. Dunas costeras, sabanas, humedales, lagunas y manglares se establecieron en las partes bajas; diversas y exuberantes selvas cobijaron los valles, la impenetrable serranía, los lagos y los bosques de pino y encino mientras los milenarios bosques de niebla custodiaron el territorio desde la cima de los volcanes y se enlazaron con los bosques y el agua para llevar vida a todo el territorio. Los Tuxtlas es considerada la región más lluviosa del Golfo de México y una de las cinco más importantes de este país, debido a que sus bosques de niebla capturan la mayor cantidad de humedad y agua por hectárea, con precipitaciones que superan los cuatro mil 500 milímetros anuales en algunas zonas. Estos bosques se encuentran en los puntos más altos, importantes y frágiles del territorio y sus tres cuencas hidrológicas. Los árboles de los bosques, y también de las selvas, capturan la humedad y el agua de lluvia, la filtran lentamente permitiendo la recarga de manantiales, así como la eliminación de contaminantes. Ayudan también a conservar la estabilidad del escurrimiento superficial y favorecen la infiltración de agua, regulan la calidad y cantidad de ese líquido durante todo el año, mitigan los ciclos de inundación y sequia y estabilizan el paisaje evitando la erosión de suelo, deslaves y azolves de los ríos. Por si fuera poco, contribuyen en la regulación y equilibrio de los ciclos y flujos de la naturaleza. El tiempo y la misma naturaleza fueron muy generosos con esta isla de montañas en el trópico húmedo mesoamericano. Sin lugar a duda, Los Tuxtlas es un paraíso de y para la diversidad biológica y cultural. En la mitología de las distintas culturas y civilizaciones de Mesoamérica esta región representó el Tlalocan, (lugar del néctar de la tierra) tlalli, tierra; octli, néctar; can, lugar; el paraíso de Tlaloc, dios de la lluvia, y de Chalchitlicue, diosa de los nacimientos, arroyos, ríos, lagos, lagunas y mares. Los indígenas popolucas y nahuas llamaron a este territorio el Taalogan, el paraíso subterráneo custodiado por Chane, Señor del Monte, Dios Jaguar y sus encantos, reconocido como el dueño de todo lo que existe en estas tierras de abundancia. Desde hace seis mil años o más, este territorio tiene las huellas de los primeros pasos de la cultura Olmeca, considerada hasta el momento, la cultura madre de Mesoamérica. Con el tiempo llegaron culturas y civilizaciones provenientes de otros territorios y de viejos mundos. Sus huellas quedaron grabadas en la larga, intensa, compleja y dinámica historia de uso y manejo del territorio y en el inicio de la última gran deforestación del trópico húmedo en México. En el presente, los milenarios bosques y las exuberantes y extensas selvas de Los Tuxtlas sobreviven como islas de biodiversidad, en la cima de sus volcanes, en las partes más inaccesibles y agrestes de la Sierra; en el ADN; en pequeños fragmentos o reservas aisladas, conectadas, protegidas y gravemente amenazadas por el desarrollo actual de una insaciable y creciente población humana que cultiva pastos para alimentar a la industria ganadera y cañera, y, de paso, para nutrir el olvido. Pero también sobreviven en la palabra, el mito y la leyenda de sus pueblos, en el conocimiento colectivo y científico; en las iniciativas para su conservación, en el decreto de Reserva Especial de Biosfera, en lo que queda de la milenaria herencia que actualmente enfrenta sequias, incendios, diluvios e inundaciones traídos por los flujos y ciclos provenientes del norte y del sur que recorren los océanos y las cordilleras conectando todos los territorios de la Tierra. Complejos ciclos y flujos de la naturaleza se reafirman, reinventan en cada instante adaptándose a las huellas de su pasado. Actualmente, los manantiales y los ríos de Los Tuxtlas se están secando. La deforestación, la sequia, los incendios y la necesidad de agua avanzan mientras los bosques retroceden. Sin ellos, los manantiales, los ríos, los lagos y las laguna pierden su estabilidad y su capacidad de recarga. De mantenerse esta tendencia, en los próximos años los ríos no tendrán capacidad para abastecer de agua a los habitantes de todas las rancherías, comunidades, pueblos y ciudades conectadas por las tres cuencas que recorren este territorio. A medida que se pierden los árboles de los bosques y las selvas tropicales húmedas, los ciclos y flujos de la naturaleza cambian y con ellos los ecosistemas, los recursos y todas las especies que vivimos ahí o que dependemos de ellos actualmente y probablemente lo que vamos a tener es un gran diluvio que arrasará con todo hasta formar una isla desierta. La región está catalogada como zona crítica y prioritaria para la restauración. Por ello, es urgente recuperar y conservar la herencia milenaria. La larga, intensa, dinámica y compleja historia de Los Tuxtlas nos puede recordar lo que esta sucediendo con los bosques, las selvas tropicales y con todos los ecosistemas en México y en el mundo. Ante la actual crisis global de memoria y conciencia, el vertiginoso cambio climático, el alarmante ritmo de alteración y destrucción de los ecosistemas, la acelerada pérdida de biodiversidad y el acelerado crecimiento de las poblaciones, resulta fundamental dirigir la mirada a nuestros orígenes, a lo que nos sostiene como individuos, sociedad y especie. En la naturaleza todo está conectado de alguna manera y la supervivencia del ser humano esta estrechamente relacionada con la salud de los ecosistemas. Hoy más que nunca la fotografía desempeña un papel fundamental en la conservación.. Su lenguaje universal nos permite comunicar, alertar, recordar y despertar conciencias e inspirar cambios más que ningún otro medio. Desde hace muchos años la gente de la costa, de los manglares, de las selvas, de los bosques, de las lagunas, de los lagos y de las ciudades, han sembrado amor y esperanza en los caminos del conocimiento, la restauración, el manejo y aprovechamiento sustentable del territorio y su biodiversidad para la conservación de la naturaleza y la cultura. La mirada, las huellas y la memoria de quienes habitan, conocen, comparten y protegen este territorio del trópico húmedo mesoamericano me han llevado por los senderos más hermosos de esta tierra encantada, única en el mundo e invaluable para la humanidad. Mi obligación como fotógrafa de conservación es crear e inspirar con sus historias.
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