15 de abril de 2017     Número 115

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La pérdida de biodiversidad, un
cambio irreversible: José Sarukhán

Martha Elena García y Guillermo Bermúdez  Periodistas especializados en alimentación y medio ambiente  [email protected], [email protected]


FOTO: Martha Elena García

En México ni la sociedad ni el gobierno parecen estar haciendo lo suficiente para frenar los estragos a los ecosistemas y al medio ambiente. Mientras algunos consideran que lo primero es el control de las emisiones, otros estiman prioritario proteger la biodiversidad.

De acuerdo con el doctor José Sarukhán, “comemos, vestimos y estamos parados en biodiversidad”, y concuerda con nosotros en que nos la estamos comiendo demasiado rápido. De ahí que las repercusiones de la perturbación en los sistemas ecológicos generan una situación que es mucho más peligrosa y difícil de resolver, que lo que tenemos por el cambio climático.

El coordinador nacional de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) distingue la relevancia entre ambos: mientras “el cambio climático es importante porque afecta condiciones de vida, la pérdida de diversidad biológica afecta el balance vital del planeta”. Si perdemos los ecosistemas creados por el hombre, donde se maneja la biodiversidad que comemos, la humanidad sufrirá las consecuencias: “Tenemos que ver cómo mantenerla, porque si no podemos producir comida, pues no iremos muy lejos. Creo que hay que empujar estas ideas para que la gente las entienda y reconozca la importancia de trabajar en favor de resolver estos problemas”.

El cambio climático y la pérdida de biodiversidad son interdependientes en varios escenarios. Mientras aquél perjudica la capacidad para producir alimentos, el menoscabo de ésta también repercute en el cambio climático: “Será muy difícil resolver cualquiera de los dos de modo aislado, pues debe hacerse de forma conjunta y mediante acciones simultáneas en cuestiones de protección de la biodiversidad, deforestación cero y un uso más inteligente, sensato, planeado, científicamente fundamentado de la producción de alimentos, ya sean cárnicos, agrícolas o del mar. Y al mismo tiempo, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, que son el motor del cambio climático”.

No obstante, el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) destaca que “en la pérdida de biodiversidad hay cambios irreversibles, como la extinción de una especie; no tanto en lo del cambio climático, donde pueden reducirse las emisiones. No traer de regreso ecosistemas naturales”.

Para el primer académico mexicano doctorado en ecología, estamos alterando a tal grado la naturaleza que ponemos en peligro la sustentabilidad de la vida. En un escenario extremo, “esto no quiere decir –acota– que nuestra especie podrá ponerse la medalla sospechosamente honrosa de haber extinguido la vida. La naturaleza va a seguir con o sin nosotros. La cuestión es pensar si nuestra especie en unos 30 o 50 años va a tener individuos que vivan de manera digna, humana y adecuada o en un infierno”.

Sobre la economía verde, el doctor Sarukhán sostiene: “Es un término muy laxo porque todo mundo salta a la carreta de esto con ideas muy diferentes. Entiendo por economía verde una producción económica que sea lo más amigable con la naturaleza y que no la afecte demasiado. Puede ir desde la generación de energía, hasta los productos que se pueden generar. La forma en cómo se producen los alimentos, las fibras y las cosas que usamos, hechos y manejados de manera que la huella ecológica de su producción sea cero o muy pequeña”.

Alude a que con los bonos de carbono se hizo demasiado ruido, pero poco se ha avanzado: “Se tomaba como un permiso de seguir haciendo las mismas cosas y tratar de reponerlo en otra parte. No creo que esa sea la actitud con la que se debe cambiar el comportamiento hacia el ambiente. Hay que buscar otras formas, tanto o más atractivas e incluso lucrativas, que los bussiness as usual de ahora, que emplean la mayor cantidad de recursos, sin reciclar nada, como si fueran infinitos”.

Acerca de la tendencia a ver las innovaciones tecnológicas como la salida a la pérdida de biodiversidad y al cambio climático, el recientemente distinguido con el Premio Tyler por Logro Ambiental 2017 explica que buena parte de lo que concibe como economía verde depende de tecnologías como coches híbridos, focos ahorradores, motores de bajo consumo… Cosa muy distinta son los desarrollos “que han estado ahí simplemente porque los productores han querido sacarle hasta a última gota a su inversión y no quieren arriesgarse a invertir en nuevas cosas”.

La innovación tecnológica “que sea útil no nos debe asustar, pero pensar que con enormes reflectores solares o pintando de blanco los techos o haciendo cambios enormes del pH del mar se resolverán las consecuencias dañinas de lo que ha pasado, es en buena parte ciencia ficción e interés de los industriales por desarrollar estas cosas. Hay que ir con mucho tiento y midiendo sus repercusiones porque pueden resultar errores fatales”.

No hay duda de que para el bienestar se requiere energía, pero ¿cómo lograr que la gente tenga un acceso adecuado a ella?, se pregunta y contesta José Sarukhán: los contrastes en el uso de energía per cápita son fenomenales entre África o América Latina –donde muchos carecen de elementos mínimos de bienestar– y países cuyo derroche de energía impacta el clima y el ambiente, con repercusiones a miles de kilómetros de distancia y sin las condiciones para que eso se revierta.

El científico se manifiesta a favor de“un cambio muy grande de comportamiento en todo el mundo, incluso en los que viven con niveles muy bajos de consumo de recursos y energía, no para que tengan menos, sino para que su mejoría no sea con base en criterios de aprovechar en exceso esos recursos, sino de tener una ruta de cambio moderada, más sensata y racional de la que las personas que viven con grandes excesos tuvieron en su momento”.

Eso implicaría otro modelo económico, doctor.

–Un cambio de modelo económico es primero un cambio de comportamiento humano. Depende de alguien que produce las cosas, pero fundamentalmente de quien las compra. Si los consumidores que están claros de esta problemática, sus consecuencias y poseen estímulos para decir no, de inmediato los productores empiezan a cambiar”.

Para lograrlo, el Estado tiene que dictar las políticas públicas, ¿cierto?

–El Estado debe estimular, en primer lugar, la educación de los consumidores, aunque ahí tenemos una gran complicación, porque si el consumo se reduce y no hay una reacción de las empresas, se pierden los empleos y entonces se produce un problema social y económico. Estamos metidos en una situación que tiene salida, pero ésta sólo es posible con la participación de todos: gobernados inteligentes, quiere decir informados de las consecuencias de sus actos, motivados a cambiar y también impulsados a exigir cambios en el gobierno. Asimismo, un gobierno y un sector privado que empiecen a responder a esto. Si no va a ser muy difícil el cambio.

El precursor de la Conabio ve con escepticismo las Conferencias de las Partes (COP’s) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC)porque se logran pocos compromisos internacionales y nada de lo que se aprueba es obligatorio. Los avances reales resultan del compromiso de cada país en su propio entorno y son producto de la conjunción entre la comunidad académica, la sociedad y a veces un gobierno que dice, bueno sale, vamos a hacerlo, como ocurrió hace 25 años con esta Comisión.

El doctor Sarukhán menciona algunos de los esfuerzos que han contribuido a mejorar las posiciones para impulsar transformaciones positivas en nuestro país, aunque admite que su trabajo es restringido y son insuficientes porque se requieren recursos económicos y voluntad para hacer más. “Lo que pasa es que la cuestión ambiental tiene más un lugar en el discurso que en el presupuesto. Esto debe cambiar”.

Reconocido con el premio Campeones de la Tierra 2016, de la Organización de las Naciones Unidas, Sarukhán Kermez celebra que una sugerencia del gobierno mexicano haya cristalizado en un acuerdo nacional: “Se trata de horizontalizar el tema de la biodiversidad, como un ingrediente crucial en la toma de decisiones de las políticas públicas. Por primera vez los secretarios de Agricultura y de Medio ambiente firmaron un acuerdo que compromete a la Sagarpa [Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación] a no ampliar la frontera agrícola en zonas de alta biodiversidad y a tener el visto bueno de la Semarnat [Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales]. Esto nunca había ocurrido. Estamos trabajando en instrumentar esto con criterios precisos para su identificación, a fin de aprobar o no, casi instantáneamente, las peticiones de áreas de cultivo. Se pretende transformar una buena idea en una buena realidad, que se puede mejorar con el tiempo”.

Respecto a la iniciativa de la Ley General de Biodiversidad, encuentra cosas interesantes en la propuesta del Senado, mas le parece absurdo que una ley de tal trascendencia para el bienestar de la gente se haga sin la consulta de quienes pueden dar opiniones, a lo mejor diferentes, pero adecuadas, informadas, fundamentadas. “Creo que es saludable un periodo de participación, ojalá sea intenso”.

Admite que el Protocolo de Nagoya sobre Acceso a los Recursos Genéticos y. Participación Justa y Equitativa en los Beneficios es muy complicado y hay intereses económicos gigantescos de la agroindustria, la farmacéutica y varias otras, que se oponen a la regulación y la protección de la gente que construyó ese conocimiento. Cuando hay de por medio alicientes económicos es muy difícil que no ocurra lo que pasó con el barbasco, que le pagaron unos cuantos dólares a la gente, pero cuando molécula se sintetizó, ya no se necesitó la planta.

No podemos meter en el mismo saco de las patentes ni a todas las medicinas ni a todos los alimentos. Hay alimentos básicos en muchos países que han sido desarrollados por su gente, y no es correcto que sean capturados y presentados en otra forma, haciendo todo lo posible por desplazar el trabajo que hicieron aquellas personas. México es un país particularmente vulnerable a estas cosas. Es centro de origen de varios cultivos fundamentales, y todavía ahora existe la gente que los hizo. “Para mí, el mayor elemento de la seguridad alimentaria es la soberanía alimentaria. Lo que me preocupa es que protejamos ese patrimonio cultural y biológico que se ha creado con el trabajo de esta gente porque es esencial para la seguridad y la soberanía alimentarias”.

Por último, Sarukhán enfatiza: “No hemos valorado que los sistemas ecológicos nos dan bienestar. Apenas estamos entendiendo que el agua viene de los bosques, que mantenerlos es absolutamente crucial para la seguridad nacional y que tienen propietarios en nuestro país, por lo que debemos hacer algo para protegerlos. Como éste, hay docenas de ejemplos. Ese veinte todavía no cae en la mente de mucha gente y de muchos tomadores de decisiones”.

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