La 33, al rescate de la salsa dura
ien minutos le bastaron a La 33 para dejar sentado por qué es considerada una de las bandas más destacadas de la salsa moderna. La orquesta colombiana que visitó México por tercera vez llegó con nuevo disco, nuevos integrantes y una explosiva dinámica musical que convirtió al Lunario del Auditorio Nacional en un salón de baile.
Con buen ánimo y mucha energía, los 12 integrantes de La 33 se presentaron la noche del jueves pasado y prendieron a un auditorio que no tuvo descanso desde que inició el grupo abridor, La Nueva Nostalgia.
La agrupación mexicana que también estrenó disco, y de la cual escribiremos en otra entrega, prodigó su arte con la maestría a que nos tiene acostumbrados. Repasaron el viejo y nuevo repertorio de sones cubanos con frescura, superando el nerviosismo inicial, por las fallas en el sonido, con entereza, profesionalismo y empatía musical.
Parceros de Primera
La 33 es una agrupación que floreció en el panorama underground de Bogotá en 2001, movida por el sentimiento de renovar la tradición salsera, en el sentido de regresarla a sus raíces más profundas, pero incluyendo un sonido urbano, propio de su condición de músicos crecidos en una gran urbe como lo es la capital colombiana.
En el inicio era un colectivo un tanto desordenado, ya que sus integrantes no eran propiamente intérpretes de salsa. Muchos de ellos provenían del jazz, rock, ska o reggae. Además, le apostaron a este proyecto en tiempos en los que la salsa monga
y el reggaetón imponían sus reales en el gusto popular. Pese a todo, lograron avanzar en terrenos de la salsa dura con un estilo ecléctico pero efectista.
Me dice Sergio Mejía, bajista y director de la agrupación, que la idea fue crear una banda con vigor y con temas perfectamente estructurados para llegar a un público que gusta del sonido bravo de la salsa. Él y su hermano Santiago en el piano son los encargados de los arreglos y de dirigir este colectivo que ya cuenta con una fiel parroquia de seguidores desde aquellos años iniciáticos, cuando alertaron al mundo con su versión de la Pantera rosa, de Henry Mancini, y que ellos titularon La pantera mambo.
Pero en música, así como en otro confín de ámbitos, lo difícil no es organizar el revuelo inicial, sino mantenerse e irse consolidando de manera coherente. Y eso, afirma Sergio, es lo que ha pasado. “No nos dejamos llevar por el éxito momentáneo ni por las candilejas. Acto seguido a lo de La pantera mambo continuamos trabajando en el estudio y la práctica constante. En 15 años de carrera musical hemos logrado cinco discos siendo el más reciente Caliente, en el que, siento yo, hemos logrado una evolución individual y colectiva”.
Sin embargo, por esa pinta de skateros/reggaceros, hay quienes piensan que nada tienen que ver con la salsa y los descalifican. Claro, la estética en su vestimenta, sus greñas y los tatuajes en los brazos podrían suponer que su onda es otra. Pero no, esa informalidad en la vestimenta y el desparpajo escénico van aunados a su efectividad musical. La 33 suena realmente bien. Y en vivo es una descarga de salsa que dura desde el primero al último tema.
La espiral en ascenso que consiguen se logra gracias a una sección de vientos muy dinámica, sumada a la seducción del canto caribe y a la provocación de las percusiones.
Y aunque la salsa es lo que les mueve, son consecuentes con sus tradiciones musicales, como la cumbia, el porro o el vallenato, y otras apetencias musicales que incorporan en sus desarrollos. Por eso se atreven con arreglos a tiempo de reggae, ska, onda soul y versiones de canciones del pop-rock como Roxanne, de Police; Soy un animal, de Los Toreros Muertos, o el Fire, de Jimmy Hendrix. Lo que les ha llevado a un fin merecido: la complicidad absoluta con el público joven.
Eso me hace pensar –espero no exagerar– que, sin proponérselo, han llegado al rescate del movimiento salsero en momentos de apuro. A pesar de su pinta.