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La Décimo Tercera Conferencia J. Gadir Lavadenz Lamadrid Coordinador general de la Alianza CDB www.cdb.info [email protected] El Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) tiene sus raíces en el año 1988, cuando el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) convocó a un grupo de expertos para explorar la posibilidad y necesidad de un convenio internacional sobre biodiversidad. Después de un proceso de negociación, el texto del Convenio fue presentado para adopción durante la Cumbre de Rio en 1992 con tres objetivos centrales: la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos. Aunque este hecho ha sido sin duda un gran avance mundial en la conservación de la diversidad biológica, parece ser que por cada paso que damos hacia adelante también damos varios pasos hacia atrás. La Perspectiva mundial sobre la diversidad biológica 4 (PMDB-4), informe periódico del CDB que resume los datos más recientes sobre el estado y las tendencias en este ámbito, señala que las presiones sobre la diversidad biológica se incrementarán por lo menos hasta 2020, y el estado de la biodiversidad continuará deteriorándose. Una de las razones es que resultan insuficientes las respuestas que ofrecemos ante ante las presiones que ejercemos sobre los ecosistemas. Durante la Décimo Tercera Conferencia de las Partes del CDB (COP 13) se dio un paso osado para abordar de manera más directa las causas de la pérdida de biodiversidad que implica a los sectores de producción primaria del mundo: agricultura, pesca y acuicultura y bosques, así como al de turismo, este último muy cuestionado por la sociedad civil ya que la Conferencia se desarrolló en Cancún, México, donde el impacto del turismo es muy evidente y alarmante sobre los manglares de la región. No era una tarea fácil establecer un enfoque transversal de la biodiversidad en estos sectores, pues el CDB tiene un mandato específico referido a diversidad biológica y no tiene un alcance legal sobre las estructuras que deciden en los diferentes sectores que la impactan. En todo caso, la intención fue generar decisiones para que las buenas prácticas trabajadas desde el CDB puedan integrarse en las políticas, los planes y programas de los sectores causantes de la pérdida de biodiversidad y así provocar que los sectores consideren los impactos que ocasionan en ella y los posibles beneficios emergentes de su uso sostenible. El resultado: una serie de decisiones positivas pero aún lejos de ser suficientes. Las decisiones asumidas pueden servir de base para llegar a aquellos sectores que ocasionan grandes presiones en nuestros ecosistemas, pero todavía no logran incidir de manera directa en las causas estructurales de nuestros problemas. Es importante utilizar este avance para profundizar en un debate sobre las causas estructurales de la crisis ambiental y humana en que vivimos. Debemos usar todos los espacios posibles, incluyendo el CDB, para promover un cambio profundo en nuestros modelos de desarrollo y sistemas de vida que hoy en día se basan en el capital y en el consumo y por lo tanto ven a la naturaleza como un bien comercial del cual sacar provecho. La sociedad civil tiene una gran responsabilidad para dirigir los debates mundiales en otra dirección y no dejarse consumir por la complejidad de estos procesos. Por otro lado, es crucial estar presentes para impedir que el CDB y otros escenarios parecidos sean cooptados por las grandes trasnacionales, que invierten mucho dinero y esfuerzo para incidir. Esto fue particularmente evidente durante la COP 13 ya que el cabildeo del sector privado fue muy agresivo con la sociedad civil, sus acciones, eventos y propuestas. Otro tema importante durante la COP 13 del CDB fue el de biología sintética, que se puede entender como la siguiente generación de biotecnología que intenta una reingeniería, edición y sintetización de los sistemas biológicos a un nivel genético. El CDB ha tratado este tema durante unos seis años y tomó una decisión crucial durante la COP 12, al enfatizar la necesidad de sistemas precautorios y de regulación y una evaluación socioeconómica y de riesgos al respecto. Este es un gran logro dentro de las negociaciones, pues aunque aún hay mucho por trabajar, el CDB es el único espacio de regulación de estas nuevas tecnologías y hay grandes intereses privados haciendo mucho esfuerzo para que no exista control alguno sobre ellas y así experimentar libremente sin considerar las repercusiones en los ecosistemas y en la salud de la población. El presupuesto aprobado para el CDB es de más de 13 millones de dólares estadounidenses para 2017 y más de 14 millones para 2018. Aunque quizás sea uno de los más modestos de Naciones Unidas, necesitamos reflexionar sobre el uso que realmente le damos como sociedad a instancias como el CDB y los avances que esperamos del mismo. No es posible describir en un solo artículo todos los temas que estuvieron en negociación y las implicaciones de cada uno en nuestras vidas, pero ciertamente necesitamos estar atentos a ellos y hacer que cada espacio en el que participamos como sociedad civil sea una oportunidad para cuestionar al sistema y abrir espacios para que nuevas formas de vida reciban el apoyo y reconocimiento suficiente y así entablar una relación de armonía con la naturaleza, con las y los demás y con un@ mism@. Para mayor información, consultar estas ligas:
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