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La estatua resistió al tiempo, a los saqueadores y a la guerra, informan arqueólogos

Un buda restaurado estrena morada en el Museo Nacional de Afganistán
 
Periódico La Jornada
Viernes 17 de marzo de 2017, p. 7

Kabul.

Resistió al tiempo, a los elementos, a los saqueadores y a la guerra. Un espectacular buda de una de las zonas más peligrosas del país entrará –completamente restaurado– en el Museo Nacional de Afganistán.

La estatua de este buda meditando, de aproximadamente un metro de alto, permaneció oculta bajo tierra del siglo III al V, según los arqueólogos y restauradores.

Está sentado sobre un paño drapeado púrpura, con las manos en ofrenda extendidas al cielo. Es una pieza excepcional por su estado de conservación, su integridad y el brillo de sus colores.

Fue descubierta en 2012 en Mes Aynak, unos 40 kilómetros al sureste de Kabul, en la provincia de Logar, actualmente infestada de combatientes talibanes.

La explotación en este lugar de una gigantesca mina de cobre por un consorcio chino permitió sacar a la luz una inmensa ciudad fortificada y sus seis monasterios en casi 4 kilómetros cuadrados.

La estatua estaba casi completa cuando la descubrieron, con la cabeza, algo infrecuente, en el centro de un nicho decorado con flores pintadas, en el corazón de un centro de oración, relata Ermano Carbonara, uno de los restauradores italianos enviados por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) a la Dafa, la delegación arqueológica francesa en Afganistán.

Más valía retirarla del lugar para protegerla, estima.

La arcilla usada para la escultura procede del río de Mes Aynak. Es muy sensible a la humedad. En una noche de lluvia, podíamos perderla, explica mientras describe los rasgos del rostro, los rizos negros del moño, el tono rosado de las mejillas y el iris azul de los ojos en lapislázuli que dan fe, según él, de una técnica realmente sofisticada.

Budas sin cabeza

La cabeza del buda estaba en el suelo. No se sabe si por un desafortunado golpe de pala durante las excavaciones o por un primer intento de sustracción a manos de saqueadores en este país inmerso en la anarquía y la guerra desde hace cuatro décadas.

Encontramos bastantes estatuas sin cabeza, si a ésta la hubiéramos abandonado no habría permanecido mucho tiempo, explica Julio Bendezu, director de la Dafa.

En Kabul, los restauradores italianos, franceses y afganos le colocaron de nuevo la cabeza, limpiaron los colores y volvieron a instalar en el nicho la representación de uno de los dos pequeños personajes que acompañaban al buda, monjes o donantes. El otro está en el museo y volverá a su lugar inicial.

Era frecuente que los donantes que financiaban la construcción de la estatua y del santuario quisieran estar representados a su lado, explica Bendezu.

La restauración permitió estudiar mejor la estructura interna de paja y madera del buda, cuyo hábito delata la influencia griega dejada por Alejandro Magno en la región.

Esta semana la estatua salió del taller de la Dafa con escolta militar en dirección al museo.

Dentro de poco podrá admirarse en ese recinto cultural, que aspira a una segunda juventud tras haber sido víctima del saqueo y la devastación provocados por combatientes de todos los bandos.

Transmitirá un mensaje a la gente de este país; es la prueba de nuestra historia, de nuestra identidad nacional, se congratula Rohulá Ahmadzai, director interino de Arqueología en Afganistán. Tenemos suerte de contar con piezas como ésta: una vez en el museo, estará segura.

Una sala está dedicada a los tesoros hallados en las excavaciones de Mes Aynack. Son testigo del pasado preislámico de Afganistán, que los islamitas quisieran borrar como ya hicieron los talibanes cuando destruyeron los grandes budas de Bamiyán. El grupo Estado Islámico hizo lo propio con los tesoros de Palmira, en Siria.