ada una de las piezas del empedrado hacia su propio infierno han sido labradas por él. La debilidad política de Enrique Peña Nieto es pronunciada. Ningún otro presidente de la República en su quinto año de gobierno llegó a los niveles de impopularidad y de rechazo entre la ciudadanía como los que se ha ganado el actual ocupante de Los Pinos.
Tras el estrepitoso fracaso de Vicente Fox y Felipe Calderón en la Presidencia del país, Peña Nieto se presentó ante el electorado como fruto de la renovación generacional en el PRI. Él y sus ideólogos usufructuaron la idea de que los priístas habían aprendido de sus errores, por tanto, después de dos sexenios de gobiernos panistas regresarían al poder inflamados de novedosas ideas y planes para transformar a México.
Los operadores políticos de Peña Nieto trabajaron arduamente para que al asumir él la Presidencia del país fuese posible anunciar de inmediato una coalición de fuerzas que reformarían rubros torales de la vida nacional. Fue así como al otro día de haber rendido protesta como presidente Enrique Peña firmó junto con los dirigentes de PAN, PRI y PRD (otros partidos se agregaron después) el Pacto por México. Más tarde los acuerdos básicos del documento se desglosaron en distintas reformas, como la energética y la educativa. Con tales reformas, anunció la Presidencia de la República, la nación mexicana estaba sentando bases para dar un golpe de timón que nos llevaría hacia horizontes de creciente prosperidad.
Poco después de haber cumplido un año en la Presidencia todo era júbilo en el equipo peñanietista. Su proyecto parecía ir avanzando y era percibido muy exitoso en la comunidad global de negocios. En febrero de 2014 la revista Time publicó en la portada una fotografía de Peña Nieto, acompañada de la frase “ Saving Mexico”, y agregaba que el personaje y sus reformas estaban cambiando la narrativa de un país marcado por el narco.
Desde un principio del Pacto por México y de las reformas legislativas que le siguieron, se manifestaron en contra diversos grupos. Desde sectores políticos que coincidieron en aprobar el paquete de reformas y en espacios preocupados por crear consenso en su favor entre la opinión pública, fueron denostados los opositores y se les presentó como defensores de arcaísmos que frenaban el pleno desarrollo del país. No parecía entonces que hubiese en el frente forma de parar la nueva maquinaria priísta y su fiebre reformadora.
La prensa que no se conformó con los optimistas boletines prohijados en las oficinas gubernamentales, sino que hurgó tras las bambalinas del poder, fue documentando que lo del nuevo PRI solamente era un lema hueco y sin sustento real. Las prácticas corruptas de los pretendidos nuevos priístas fueron exhibidas, demostrándose que la clase política del partido tricolor seguía medrando el presupuesto público y/o valiéndose de tráfico de influencias para hacerse de grandes prebendas.
El PRI no cambió, continuó con sus bien sabidas prácticas de usar en su favor los bienes públicos. Pero la sociedad sí se transformó; sectores de ella supieron apropiarse de información que alguna prensa y las redes sociales pusieron al descubierto sobre las corruptelas de conspicuos integrantes de la alta clase política. El descubrimiento de la llamada Casa Blanca de Peña Nieto, y la supuesta adquisición de la misma por su esposa, dispararon las suspicacias públicas acerca de que en el asunto hubo tráfico de influencias y conflicto de intereses. Grupo HIGA, constructora de la propiedad (cuyo valor es de 7 millones de dólares), se benefició de jugosos contratos en los años que Peña Nieto fue gobernador del estado de México y sus primeros dos como presidente de la República. La documentación presentada por el equipo periodístico encabezado por Carmen Aristegui fue devastadora para la pareja presidencial, ya que reveló cómo logró hacerse de beneficios al amparo del poder (http://aristeguinoticias.com/0911/mexico/la-casa-blanca-de-enrique-pena-nieto/).
Desde que se hizo público el reportaje sobre la Casa Blanca (noviembre de 2014), el sector de la prensa preocupada por servir a la sociedad civil documentó abusos y corrupción del priísmo realmente existente, por ejemplo de los gobernadores César Duarte (Chihuahua), Javier Duarte (Veracruz), David Korenfeld (ex director de la Comisión Nacional del Agua) y Carlos Romero Deschamps, enriquecido líder petrolero. Cabe aclarar que la corrupción ha hecho metástasis en los otros dos grandes partidos políticos, PAN y PRD, aunque no nada más en ellos.
Enrique Peña Nieto llega debilitado por sí mismo en un momento crucial para el país, cuando los planes de Donald Trump incluyen deportaciones masivas de mexicanos. La desconfianza de la ciudadanía en el gobierno peñanietista merma la capacidad de éste para hacerle frente a las pretensiones de quien ocupa la otra Casa Blanca, la de Washington. La capacidad de maniobra para Enrique Peña Nieto ha sido acotada no tanto por sus adversarios, que los tiene y en muy diversos frentes, sino principalmente por el fondo y la forma de un estilo personal priísta de gobernar del que no pudo, o no quiso, deshacerse.