ice el Diccionario Webster: Fascismo: filosofía política, movimiento o régimen que exalta la nación y a menudo la raza por sobre el individuo y postula un gobierno centralizado autocrático, encabezado por un líder dictatorial, con severa reglamentación social y económica y supresión coactiva de la oposición.
Donald Trump ganó la elección presidencial como un candidato estrafalario que prometió crear empleos y combatir al Isis. Pero el presidente Trump, lejos de gobernar como populista, de hecho está reuniendo en tiempo real los elementos de un régimen fascista. La fase uno de los objetivos fascistas de Trump se propone:
• desacreditar a los medios;
• suprimir la participación de los electores;
• silenciar la disidencia mediante la intimidación;
• eliminar el Obamacare para decenas de millones;
• expulsar a millones de inmigrantes indocumentados, en su mayoría mexicanos;
• completar un muro fronterizo de 3 mil 200 kilómetros frente a México;
• proscribir a refugiados musulmanes procedentes de países escogidos;
• apoyar la ruptura de la Unión Europea y aliarse con otros países fascistas
(Rusia y pronto otros en Europa), y
• comenzar guerras comerciales de alta y baja intensidad con uno o varios de los siguientes países: México, China, Venezuela, Irán.
En términos de las acciones de Trump, sólo señalo lo obvio, pero muy pocos de los líderes de opinión de Estados Unidos llegan abiertamenta a la misma conclusión, que es, repito: Trump es un fascista en ciernes, que avanza hacia instaurar el fascismo en su país. Recientes encuestas de opinión muestran que tiene aprobación de más de 80 por ciento de los electores republicanos. Otro rasgo del fascismo: con frecuencia tiene bases masivas.
Los mensajes de Trump para popularizar sus objetivos incluyen exagerar con sensacionalismo la amenaza radical islámica
, tomar al otro
como chivo expiatorio e intensificar la racialización de la evolución demográfica estadunidense.
A menos que sea detenido por medio de una resistencia extendida y constante, por el poder judicial y leyes estatales basadas en la décima enmienda, y en última instancia por los electores, Trump arraigará su proyecto fascista.
Aunque goza de mayorías republicanas en ambas cámaras del Congreso, existen precedentes históricos para desenmarañar el gobierno republicano
unificado. Los votantes del país han elegido gobiernos unificados, en los que un solo partido controla la Casa Blanca, el Senado y la Cámara de Representantes, en cinco ocasiones en los 40 años pasados: 1978, 1992, 2004, 2008 y 2016. En los primeros cuatro ejemplos, rechazaron esos gobiernos unificados en la primera oportunidad:
• En 1980 remplazaron al presidente demócrata Jimmy Carter con el republicano Ronald Reagan;
• En 1994 remplazaron a la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes con el Contrato con Estados Unidos
del republicano Newt Gingrich.
• En 2006 remplazaron a la mayoría republicana en la Cámara con los demócratas de la presidenta camaral Nancy Pelosi.
• En 2010 remplazaron a la mayoría demócrata en la Cámara con una mayoría republicana del Tea Party.
• ¿En 2018...?
Qué hacer, dado lo anterior, debería ser obvio. Por eso es preocupante escuchar a algunos que hablan con nerviosismo de:
• acallar la resistencia
(sólo están enfadando a los partidarios de Trump
);
• cooperar con Trump en comercio e infraestructura y con más mujeres y representantes de minorías en su gabinete (¡blaj!), y
• volver la espalda a las comunidades latinas/asiáticas (defender inmigrantes cuesta votos en las urnas... muchos estadunidenses quieren deportaciones
).
Dudar es normal, pero en este contexto es necesario desalentarlo. Derrotar el proyecto fascista de Trump debe ser lo primordial, y supera las ganancias a corto plazo que un electorado u otro pueda obtener al ceder ante Trump.
El fascismo en ciernes siempre busca el eslabón más débil. Por ahora Trump parece haber sido detenido en cuanto al veto a musulmanes y la derogación del Obamacare. Su atención se ha vuelto hacia la deportación de migrantes indocumentados (80 por ciento mexicanos), militarizar los 3 mil 200 kilómetros de la frontera sur y endilgar un impuesto comercial de 20 por ciento a las importaciones mexicanas. A finales de enero, durante una llamada telefónica, Trump amenazó en son de broma
al presidente mexicano Peña Nieto con enviar tropas estadunidenses a su país. Es probable que la Suprema Corte rechace dar una indemnización a los padres mexicanos cuyo hijo menor de edad ¡fue asesinado en México por el disparo hecho por un agente de la Patrulla Fronteriza desde el lado estadunidense de la frontera!
Sumando estos elementos, sólo se puede concluir que Trump ha emprendido una guerra fría de facto contra México y una campaña sui géneris de limpieza étnica dirigida a migrantes.
Las comunidades latinas, el grupo minoritario más grande en Estados Unidos, con 55 millones de personas (60 por ciento de origen mexicano), se organizan para combatir los ataques de Trump. Se llevan a cabo protestas y reuniones de estrategia. Se escriben cartas al Congreso. Se lanzan peticiones como www.stopcoldwar.com. Se recaban fondos con campañas como www.gofundme.com/handsoffmexico.
Notablemente, California –la capital del poder latino
y el más pro migrante de los estados– se ha enfrentado a Trump con declaraciones e iniciativas de ley fundadas en la décima enmienda por parte del gobernador Jerry Brown y el presidente del Senado estatal Kevin de León. Las legislaturas estatales de Colorado, Illinois y Nevada siguen su ejemplo, pero se necesita más.
Es hora de que el movimiento de base amplia de resistencia anti Trump muestre de qué está hecho y acuda en su auxilio. La resistencia
debe enfocar tanta energía y esfuerzo a combatir la guerra fría de Trump contra México y la limpieza étnica de migrantes como a otras causas importantes. Recuerden: o nos unimos o nos acabarán por separado.
* Antonio Gonzalez es presidente del Instituto William C. Velasquez. Es titular de un podcast regular, Strategy Session. Se le puede seguir en @agonzalez1217.
Traducción: Jorge Anaya