l rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza llenó el tendido de la Plaza México y realizó el toreo que viene repitiendo año con año desde hace 17. Entusiasmó a un público no aficionado que fue a ver su espectáculo. Don Pablo, con más experiencia y menos riesgo, no transmite lo que antaño. Sus caballos, muy toreros, no son lo que era el inolvidable Cagancho, que con su presencia enloquecía a los aficionados. Su espectáculo contó con la calidad de los toros de Los Encinos, con mucha movilidad, ritmo, son que le ayudaron en su quehacer. ¡Qué cadencia del segundo de los toros que lidió!

La gente fue a ver rejonear a Pablo Hermoso y se encontró con un torero tlaxcalteca que realizó una faena de antología a un toro manso de Jaral de Peñas, al que sometió y enjauló en un palmo de terreno para cuajarle un toreo de dominio, valor y ganas de ser, que transmitió al tendido. Sergio se consagró la tarde de ayer como el número uno de la torería mexicana.

El cristal de sus doblones para hacerse del toro fueron espumas de claridad en la oscuridad del coso. No hubo más sol ni brisa que el aire invernal mexicano de febrero que se detuvo ante las ganas del chaval tlaxcalteca. Eso sí, aire que llevaba los sueños dormidos sobre el silencio de un toreo de puro estilo tlaxcalteca en el que se inspiraba Sergio. Salió triunfador a hombros de la multitud al terminar con otros doblones al estilo de los ejecutados por Enrique Ponce semanas antes. Adornos que fueron la rúbrica previa a la estocada pese que el toro se amorcilló y tardó en morir. Nada enfriaba a los aficionados.

Delirio tlaxcalteca consistente en ver a Sergio Flores con la capacidad de crecer y transformarse en torero. Lo que se dice torero. Dejaba sentir que sólo para uno toreaba. Comunicación que se expandía más allá de la faena concreta. Cuando transmitía las emociones que actuaban infaliblemente en sentido del enlace.