e solicitan amables lectores el monto total –gasolinas y diésel y otros productos– del impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS). ¿Por qué? Para descubrir la relevancia fiscal
del IEPS. Y para notar que hay casos en que el IEPS se acredita. Por ejemplo en el diésel industrial utilizado en la generación eléctrica. Y desde hace más de 25 años. Por eso se sigue el comportamiento de su precio sin IEPS. Además de los precios de combustóleo, gas natural y carbón nacional e importado. En conjunto determinan –de acuerdo con su peso en la generación proveniente de fuentes fósiles– el ajuste mensual de los cargos tarifarios de más de dos tercios de la electricidad. Sí, de la proporcionada por el tradicional servicio público. Y cuya fase comercial se agrupa hoy en dos empresas: Suministro Básico y Suministro Calificado. Digo más de dos tercios porque los cargos de la electricidad que conserva subsidio –más de 100 mil millones de pesos según los más recientes datos oficiales y destinados a usuarios residenciales de bajo consumo y del bombeo de aguas para riego agrícola– no experimentan ese ajuste mensual.
Pasemos al monto del IEPS. Y a contextualizar su relevancia. En 2016 los ingresos gubernamentales por concepto de IEPS alcanzaron –Hacienda dixit– 411 mil 389 millones de pesos, es decir, 22 mil millones de dólares de 2016 si usamos el promedio anual del tipo de cambio (FIX fecha de determinación del Banco de México). En 2015 el monto fue de 354 mil 294 millones de pesos, equivalente a 22 mil 327 millones de dólares de 2015. ¿Cuánto representan estos montos en los ingresos tributarios? ¿Y cuál es, a su vez, la parte de dicho monto recaudada por enajenación o importación de combustibles automotrices, es decir, gasolina de menos de 92 octanos (Magna), gasolina de más de 92 octanos (Premium) y diésel automotriz? Tanto en 2015 como en 2016 el IEPS total representó 15 por ciento de los ingresos gubernamentales reconocidos oficialmente como tributarios.
Evidentemente en esos ingresos tributarios se incluyen los dos impuestos más importantes de México. Primero, el impuesto sobre la renta (ISR) ,del orden de 72 mil millones de dólares en 2015 y 2016. Y con una participación de 52 por ciento en los ingresos tributarios en ambos años. Segundo, el impuesto al valor agregado (IVA), con participaciones de 30 y 29 por ciento en dichos años. Y montos de poco más de 44 y 42 mil millones de dólares en 2015 y 2016, respectivamente. Esto significa que el IEPS es el tercer impuesto en importancia en el país. Y que dos tercios de dicho IEPS, es decir, alrededor de 10 por ciento de los ingresos tributarios totales, proviene de la enajenación e importación de gasolinas y diésel.
Evidentemente, el IEPS no es la joya de la corona
. Pero sí una de sus alhajas más preciadas
. ¿Se imagina usted, un fisco sin IEPS? Cuentas simples. La suma de ISR, IVA y IEPS total (gasolinas, diésel y la larga serie de productos inscritos en este gravamen como las bebidas alcohólicas, el tabaco, las bebidas saborizadas) representa 97 por ciento del total de ingresos tributarios. Montos de 145 y 141 miles de millones de dólares en 2015 y 2016, respectivamente. Y también respectivamente equivalentes a 12.6 y 13.5 por ciento del producto interno bruto (PIB) de esos dos años.
¡Albricias! Estamos frente a una novedad fiscal de extrema relevancia. Tradicionalmente el peso de los ingresos tributarios en el PIB nunca había superado 11 por ciento. En 2015 y 2016 ya lo hizo: 12.9 y 14 por ciento, respectivamente. ¿Pero por qué razón no lo había hecho? Por el lamentable complemento que representó desde 1977 el ingreso por concepto de derechos de extracción de hidrocarburos. ¡Parásitos fiscales en paraísos fiscales! Sustentados en la bondadosa fertilidad de los yacimientos de hidrocarburos mexicanos. Nada más. Nada menos. En especial –sin duda– Cantarell. Pero no sólo. Sin embargo, estos ingresos por derechos de extracción de hidrocarburos hoy se encuentran severamente disminuidos.
Tres razones para ello. Primera. A pesar de su recuperación reciente, la primera razón para ello es la baja internacional de precios del petróleo y del gas natural. Sólo recordemos que en 2008 –sólo en 2008– los derechos de extracción de hidrocarburos fueron 81 mil millones de dólares. En números fáciles mucho más de la mitad de todos los ingresos tributarios actuales. Segunda. La baja en la producción de crudo y de gas natural, precisamente por el decaimiento de Cantarell. Aquí también sólo recordemos que en 2004 produjimos crudo y gas equivalentes a mil 400 millones de barriles de hidrocarburos líquidos totales, es decir, 3 millones 825 mil barriles equivalentes al día. En 2016 produjimos 948 millones de barriles equivalentes, es decir, dos millones 591 mil barriles equivalentes al día. ¡Poco menos de 68 por ciento de lo producido en 2004! Tercera. La incipiente pero significativa participación de las empresas privadas en la explotación primaria de hidrocarburos. Es decir, no sólo se nos acaba el excedente petrolero, sino que, además, lo vamos a compartir.
No podemos seguir con la explotación petrolera. Ni primaria. Ni industrial. ¡A confesión de parte, relevo de pruebas!, dice Catalina, mi abogada. Atiendo las preguntas formuladas. Parte del trasfondo que está atrás del gasolinazo. Y si me lo permiten, en siguientes entregas abundaremos en la estructura del precio de gasolinas y diésel. Y en su interesante historia particular desde 1992. También abordaremos un poco los números oficiales del costo de producción de refinados. Con los números de Pemex Refinación. Y trataremos de explorar las alternativas fiscales de otros países para fortalecer sus ingresos. Sin dejar de dar un tratamiento fiscal severo al consumo de gasolinas y diésel. Pero pensando en alternativas de transporte. Y en la necesaria atención al problema de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Todo esto nos comentó hace unos días Amrita Sen, prestigiada analista asociada al Instituto Oxford de Estudios de la Energía, en fecunda conversación con miembros del Observatorio Ciudadano de Energía. Lo veremos. Sin duda.