ue un lector que incrementó el surgimiento de lectores por toda Europa. En su confrontación con la Iglesia católica romana en el siglo XVI, Martín Lutero tuvo en su favor la difusión impresa de sus escritos, los cuales circularon profusamente y tuvieron ojos y oídos atentos a las críticas que realizó al sistema teológico/eclesial de la época.
Antes que Lutero fijara sus 95 tesis contra las indulgencias en las puertas de la capilla del Castillo de Wittenberg, 31 de octubre de 1517, el inglés John Wyclif ( c. 1329-1384) y el checo Jan Hus (1373-1415) habían manifestado desacuerdo con el clericalismo, la corrupción eclesial y la comercialización de la fe por parte del sistema papal. Ambos escribieron y tuvieron discípulos, hicieron esfuerzos por traducir la Biblia a la lengua de sus respectivos pueblos y buscaron crear comunidades libres del dominio católico romano. De los dos se conoció más posteriormente y relativamente poco en su tiempo porque no contaron con formas amplias de difusión que replicaran sus ideas. El Concilio de Constanza (1415) condenó como herejes a los dos, los restos de Wyclif fueron desenterrados para ser incinerados y Hus fue quemado vivo en la hoguera.
Lutero sabría por medio de las autoridades católicas que una de las acusaciones que le hacían era la de ser husita. El monje agustino indagó en qué consistía tal señalamiento y, al conocer la gesta de Jan Hus, reconoció que era husita sin saberlo. A diferencia de Wyclif y Hus, Lutero contó con un avance tecnológico para diseminar sus escritos: la imprenta, que posibilitaba la reproducción de lo escrito en poco tiempo y a precios asequibles para un conjunto de lectores en rápido crecimiento.
Lutero consideró a la imprenta como un “regalo divino […] el más grande, el último don de Dios”. Más de la tercera parte de los libros comercializados en Alemania entre 1518 y 1525 fueron escritos por Lutero. El opúsculo Sobre las indulgencias y la gracia (1518), en el que defendió las 95 tesis de las críticas de sus adversarios, tuvo 22 reimpresiones en dos años. Fue tal la demanda del Discurso a la nobleza de la nación alemana (1520) que los ejemplares se agotaron en una semana. Otro escrito de 1520, La libertad del cristiano, alcanzó 18 ediciones en cinco años. Los anteriores y otros datos los consigna Teófanes Egido en la introducción a Lutero, obras (Ediciones Sígueme, Salamanca, 1977).
Egido sintetiza el alcance de los escritos de Lutero con la consideración de una especialista en el tema, E. Eisenstein: Entre 1517 y 1520 se vendieron más de 300 mil ejemplares de 30 escritos de Lutero. Al contrario de lo acaecido con Wyclif y los waldenses, el luteranismo fue desde su origen el producto del libro impreso. Por primera vez en la historia de los hombres un vasto público de lectores ha podido juzgar las ideas revolucionarias gracias a un modo de comunicación que se dirigía a la masa, que utilizaba las lenguas vernáculas y que recurría tanto al arte del periodista como al del caricaturista
.
En 1517 Wittenberg solamente contaba con un pequeño taller de imprenta. Como resultado de la fecunda pluma de Lutero y la demanda de sus escritos, en la ciudad proliferaron las imprentas hasta el punto de llegar a formar parte de los seis o siete primeros centros tipográficos de Alemania
(Jean-François Gilmont, Reformas protestantes y lectura
, en Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, Historia de la lectura en el mundo occidental, Taurus, Madrid, 1998, p. 334). En unos años creció vertiginosamente el público lector, el que leyó no solamente las obras de Lutero, sino también las de otros autores con distintos puntos de vista.
En 1522 se publicó el Nuevo Testamento traducido del griego al idioma alemán por Lutero. Doce años después, en 1534, el teólogo vio el resultado de su tarea traductora al ser publicada la Biblia. De acuerdo con Gilmont, la Biblia alemana de Lutero conoció más de 400 [ediciones], totales o parciales antes de su fallecimiento en 1546
. Al ser cuestionado Bertolt Brecht sobre cuál consideraba el libro alemán de mayor importancia, sin vacilar contestó que la Biblia de Lutero.
En la gesta dada por Lutero para que la Biblia fuese leída por el pueblo alemán en su propio idioma, uno de los resultados fue democratizar el conocimiento mediante la lectura de quienes sabían hacerlo, estimular a hombres y mujeres analfabetas para que dejaran esa condición, fortalecer los centros escolares a través de instruir a la infancia para que aprendiera a leer. La gente comenzó a leer por sí misma y descubrió nuevos horizontes y opciones de vida. Sin embargo, a contracorriente de lo esperado por Lutero, emergieron otras formas de interpretar los escritos bíblicos y florecieron diversidad de hermenéuticas.
Posteriormente a la Guerra de los Campesinos (1525) y la confrontación de Lutero con quienes basaron en la Biblia la exigencia de una reforma política y económica de la sociedad, el teólogo germano intensificó las tareas de normar la lectura de la Biblia, lo hizo mediante la elaboración de catecismos y confesiones que pretendían salvaguardar la nueva ortodoxia prohijada en Wittenberg.
En estas mismas páginas Javier Aranda Luna escribió: Martín Lutero ha sido el mayor promotor de la lectura de todos los tiempos
(http://www.jornada.unam.mx/2011/10
/19/opinion/a06a1cul). O por lo menos uno de los mayores. En ese ejercicio de promoción engendró muchos hijos e hijas, pero también, sin él desearlo, aparecieron quienes con lecturas divergentes le dieron otros rumbos a la democratización del conocimiento a través del sencillo acto que significa leer por sí mismos.