Opinión
Ver día anteriorLunes 30 de enero de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Nosotros ya no somos los mismos

El Creso moderno que pretende envenenar a los distintos a él

Foto
Don Don(ald) o Eolo Trump lo demuestra a diario: es capaz, a tuitazos, de convertir el viento más suave y apacible en un tsunami de consecuencias universalesFoto Afp
C

omo verdadera excepción comencé a escribir mis renglones hebdomadarios (¿si no meto la palabrita ahora, cuándo?) desde el pasado miércoles pues, dada la importancia de la inesperada entrevista del presidente Enrique Peña Nieto y el primer ministro (detallito para igualar el score) de Estados Unidos de Norteamérica, don Donald Trump, no quería dejar de echar mi cuarto a espadas o, lo que es lo mismo, meter yo también mi cuchara en ese sórdido perol que, con los ingredientes más destructivos, ponzoñosos, letales, el Creso de nuestra época (rey no de Lidia, sino de Queens, Nueva York), pretende envenenar a toda porción de la humanidad que tenga el atrevimiento de ser diferente a él.

Breviario cultural (así se llamaban unos spots radiofónicos que transmitía la Secretaría de Educación Pública de los viejos tiempos): Creso, ya lo ubicamos como rey de Lidia, era considerado el monarca más rico de su tiempo (diversos cronistas de la época: Heródoto, Jenofonte, Ctesias (y algunos otros a localizar en Polanco), sostienen que su reinado (pese a no necesitar relección) duró apenas 14 años y se caracterizó por la inclinación a las guerras y los placeres. Dicen, dicen… que Creso amasó una gran fortuna merced a sus inversiones inmobiliarias en la ribera del río Halys, la que sembró de antros y casinos. Organizó los concursos de miss Babilonia, Egipto, Esparta y, finalmente, el de miss Oriente, del que desertaron la mayoría de las participantes en razón del acoso y malos tratos a que las sometía el presidente, al que en ese entonces se le llamaba rey.

El enorme poderío y riquezas de Lidia (como bien nos lo reitera la historia universal) tiene mucho que ver con el sometimiento y la explotación que este poderoso reinado ejercía sobre sus vecinos, entre ellos, importantes ciudades de la Grecia de entonces. Los lidios estaban tan avanzados en este asunto del comercio y las finanzas que fueron ellos quienes inventaron la moneda. Se llamó estátero y era una combinación de oro y plata que tenía grabadas las imágenes de un león y una cabra. Esta medida fue adoptada de inmediato por otros reinos, pero su cotización frente a la moneda de Lidia era tan deplorable, como lo son algunas de las divisas que circulan en la actualidad frente al nuevo estátero (US $100) que tiene grabada la imagen de Benjamín Franklin en el anverso y el Salón de la Independencia en el reverso.

Pues ese miércoles, a la hora en que comenzaba estas notas, estaba en la creencia de que la entrevista de los mandatarios sería el lunes 30 (o sea hoy), y por eso escribí lo siguiente: “A la hora que este diario comience a ser arrebatado de las manos de los expendedores de periódicos, por la ávida multitud a la que le urge leer la presente columneta o, deslizado por debajo de la puerta de las casas de los privilegiados suscriptores, don Enrique Peña Nieto, presidente de México, cruzará nuestro espacio exterior y se internará en el que es dominio exclusivo de Eolo, eldios al que Zeus le otorgó el control de los vientos, los que esta mofletuda divinidad, por la inmadurez emocional, ignorancia supina y sensibilidad de silicón, suele transformar siempre en tempestades que cobran millares de damnificados. Don Don(ald) o Eolo Trump lo demuestra a diario: es capaz, a tuitazos, de convertir el viento más suave y apacible ( soft breeze, digamos), en un tsunami de consecuencias universales. ¿Se han puesto a pensar ustedes que la proclividad de don Don por el uso del Twitter como su medio de comunicación se debe a que más allá de los 140 caracteres que este servicio de microblogging permite como máximo por mensaje, se le agotan, no sólo las ideas, sino hasta el conocimiento del vocabulario, es decir, el conjunto de palabras que una persona conoce y emplea para expresarse en el idioma que habla?”

Pues que el desbocado y galopante acontecer sepulta mi párrafo inicial, pero me repongo y continúo como si nada.

En menos tiempo del que duró la revisión en la aduana del equipaje de nuestro canciller y lograba convencer a los oficiales de migración de que pese a su nuevo look, los motivos de su viaje (¿negocios, recreo, salud, pagar una manda?) eran absolutamente amistosos, ya se había armado la de Dios es Cristo a través de tuiteras declaraciones: “Que sobre el muro ni te pongas necio porque no tengo cash” (cita textual de la contestación de un hombre de Estado mexicano a la representante de una importante trasnacional de la industria textilera). Que siempre no te invito porque no atendiste el obligado protocolo de rsvp. (acrónimo de repondez s’il vous plait o, como decimos en Saltillo, responda para no desperdiciar) Que si quieres comer, come, pero ya ni vengas. “Pues que no voy pero, pa’ que se te quite, a López Obrador le tramito su pasaporte sin que tenga que hacer cola”.

Lo cierto es que desde que, con cierto desgaire, o precaución, se dio a conocer que la primera reunión que el primer ministro estadunidense iba a sostener con un mandatario extranjero, estaba dedicada a nuestro país, me entró un agudo susirio. En ese momento no encontré, en lado alguno, respuesta a mi inquietud: ¿Quién había sido el autor de la iniciativa, es decir, el invitador o, claramente dicho, el interesado en la conversa? Cuando ya quedó claro que nuestro país era el invitado, la duda se tornó en angustia y, lo confieso, me apaniqué. Deseché de golpe algunas explicaciones tan absurdas como suponer que se trataba de una gentileza del presidente don Don para agradecer el paro que se había hecho al candidato don Don en momentos difíciles de su campaña electoral. También que la repetida afirmación de yo amo al pueblo de México, que suele repetir antes y después de cada patanería, pudiera tener un ápice no de sinceridad, obviamente, sino ser simplemente un simulacro de elemental de polite demagogy.

Sin pretensión alguna de ser un experto en política de altos vuelos, pero eso sí lo suficientemente traqueteado en demasiados sexenios, para ostentar un doctorado en prevención de asechanzas y acechanzas, me he atrevido a incursionar en el sospechosismo y elaborar alguna hipótesis de las sinrazones de esta patología antimexicana de don Don. Me esforzaré en tratar de explicarlas adelante, pero por hoy quisiera terminar con un verso (cuya autoría definiremos luego), dedicado (de parte de la columneta) al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y al joven primer ministro de Canadá, Justin Pierre Trudeau.

“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.

Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.

Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.

Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.

Luego vinieron por mí, pero para entonces ya no quedaba nadie que dijera nada.”

Pd. Los tuits y los WhatsApps sobre don Don han invadido el espacio, no quiero dejar de compartir dos en esta ocasión. Don Alfonso Rosas Priego me hace llegar una partecita del discurso pronunciado por John Kennedy en la Rudolph Platz de Berlín (26/6/1963): Refiriéndose al Muro de Berlín, dijo:

La libertad tiene muchas dificultades, y la democracia no es perfecta. Pero nunca hemos tenido que poner un muro para mantener a la gente aquí para evitar que nos dejen. Es una ofensa no sólo contra la historia, sino también contra la humanidad. Separar familias, dividir marido y mujer, hermanos y hermanas. Y dividir a la gente que desea estar unida.

Por su parte, Jaime García Azcoytia, aconseja a los estrategas que se devanan los sesos pensando cómo hacer frente a la amenaza inminente de la edificación del muro: No se preocupen, simplemente organicen de este lado una valla infranqueable para que durante tres meses no pase ni pizca de hierba o de cualquier otro producto natural o de laboratorio que contribuya a levantarnos la moral, y los alumnos y académicos de Princeton, Berkeley, Westpoint, los miembros delservicio secreto, agentes del tesoro, todo Wall Street, Hollywood y Broadway se encargarían de echar abajo el muro y nosotros de cobrarles por el cascajo que nos dejasen.

Un abrazo fraterno a López Castro, cuyo intenso amor a México (empezando por Degollado, Jalisco) se expresa inapelable en los rostros de esos dos indígenas que presiden su obra, y con los que también se pronuncia México: el Señor Juárez y la señorita del Tepeyac.

Twitter: @ortiztejeda