Los tiempos constituyentes
Carta magna casi a punto
Vital, la participación ciudadana
e acabó el tiempo. Dentro de ocho días, en teoría, deberá estar lista la constitución política de la Ciudad de México, pero aún falta por escribirse gran parte del texto que será ley suprema en la capital del país, y ya no hay tiempo.
Con y sin las maniobras del PRI y sus satélites, con y sin las estrategias dilatorias panistas, ni libres de los errores que desde la izquierda han propiciado enredos –por más buena voluntad que contengan– que espesan la liquidez en el transcurrir de cada una de las iniciativas expuestas en la tribuna de la Asamblea Constituyente, se puede decir que ya se está a punto de concluir el trabajo.
El asunto es sencillo: se trata de una constitución, la primera en la era digital; la que normará la vida de quienes habitan la ciudad, la que, a querer y no, es observada desde muchos puntos de distintas latitudes, porque se espera que desde aquí se construyan nuevas normas que se ajusten a los tiempos actuales y puedan ser adoptadas por otras entidades del país, como en el extranjero.
Por eso, entre otras cosas, es que la dificultad es extrema. Esa dificultad se inicia cuando se trata de poner en manos de la sociedad los medios para que haga un uso efectivo de los derechos y libertades que se plantean en el texto constitucional, y cuando esos derechos y libertades entran en conflicto, deben armonizarse.
De esa forma, el mayor reto es lograr una constitución justa para que pueda ser legítima, es decir, avalada y protegida por la sociedad a la que está dirigida. Por eso, no basta que los cambios que se pretendan para ella sólo los ampare el Poder Legislativo, como trata de imponer el PRI, sino que los posibles cambios a los artículos susceptibles de ello sean también aceptados por la sociedad mediante un referendo.
La participación ciudadana, que irrumpe en este nuevo ordenamiento con toda la fuerza contenida de los límites que se le han impuesto, así como la innovación en el quehacer político que ha recorrido cada una de las comisiones, no pueden ser analizados a vuela pluma. No puede haber, ni de broma, una injusticia mayor que traicione el mandato de la gente en las urnas.
Está claro y es bien sabido que al final de los trabajos de la Asamblea Constituyente se habrán de soltar todos los demonios, y será entonces cuando la gente de la ciudad deba contar con información necesaria para conocer el ADN, la huella de cada uno de los participantes en el texto final, porque seguramente serán esos datos los que orienten el voto en las próximas elecciones.
Trabajar de sol a sol tal vez alcance para concluir el trabajo, y todos los diputados constituyentes están de acuerdo en ello, pero si no alcanza tampoco deberán tirarse al barranco. Ninguna fecha debe impedir que la constitución política de la Ciudad de México se construya lo más ajustado a una utopía realista, donde pensar la mejor ciudad ayude a soñar con los pies bien puestos en el piso. De eso se trata.
De pasadita
Dice mamá osa que uno de los descubrimientos del trabajo legislativo de la constitución política de la Ciudad de México son los diputados zombis, esos seres que vaciaron su voluntad y sólo obedecen sin chistar al mandato de alguno que les ordena qué decir y hacer.
Una buena: el Consejo Ciudadano de la Ciudad de México, que encabeza Luis Wertman Zaslav, cumplió 10 años y la Lotería Nacional emitió un billete conmemorativo por ese aniversario. Ojalá este organismo siga adelante para que la ciudad duerma tranquila.