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Ver día anteriorLunes 23 de enero de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un solo hombre
L

a referencia no es sobre la premoderna emisión semanal que conducía Humberto G. Tamayo, en el programa del mismo nombre. Más bien tiene que ver con lo que Donald Trump dijo en su discurso en el evento en que fue declarado presidente de Estados Unidos.

Por lo dicho, el presidente Trump está decidido a conducir el destino del país más rico y poderoso militarmente del planeta él solo, apoyado en una coalición integrada a su gusto y semejanza, a partir de sus peculiares ideas del significado de lo que es el gobierno. En su discurso dio la impresión de que, más que un país, se aboca a conducir una más de las empresas que le han permitido amasar millones de dólares. De ser así, sus colaboradores, al igual que en sus empresas, serán los gerentes que ejecuten su órdenes, derivadas de su plan de inversiones, o, para ser más exactos, de las ocurrencias que durante la noche perpetrará en contubernio con su almohada y dará a conocer en mensajes telegráficos en Twitter. Esta extraña forma de entender la compleja tarea de gobernar se complementa, según se advirtió en su discurso, con su no menos extraña y sesgada lectura de la situación del país.

El presidente Trump declaró que traerá de regreso los empleos, las fronteras, la riqueza y la grandeza a Estados Unidos. Todo ello a partir de un diagnóstico fantasioso sobre el estado del país. No parece haber caído en cuenta que el desempleo es menor de 5 por ciento; el producto interno creció 2.6 por ciento, de acuerdo con el Banco Mundial, y la migración cayó a su nivel más bajo en décadas, según informa la oficina de la Patrulla Fronteriza. Pareciera que Trump no lee, ya no digamos los estudios e informes de las mismas instituciones que dependerán de él, sino ni siquiera la prensa diaria de su país en la que se da cuenta del estado de la nación. También pudiera ser que las ignora conscientemente como vía para hacer creer a millones de personas que él realmente reinventará el país. No se puede entender de otra manera esa visión que acompaña su sempiterna idea de que para captar la atención es necesario no sólo engañar, sino también ofender a medio mundo, incluidos los cuatro ex presidentes presentes en la toma de posesión.

Estados Unidos, y con ellos el mundo entero, inician una era llena de sombras, dudas y temores sobre su futuro. Los millones que alrededor del mundo se manifestaron el sábado pasado para unir su voz a la de Martin Luther King y Nelson Mandela y otros que con ellos han soñado creen que el respeto mutuo entre los seres humanos es no sólo posible, sino un eje para la convivencia, y una esperanza para abatir la desazón que baña al mundo entero.

Esa misma desazón se ha convertido en angustia para los mexicanos ante las agresiones del ahora presidente estadunidense. En momentos como este, recordar que estamos tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos debe ser no sólo un lamento, sino un acicate para detener sus agresiones y también para actuar con la inteligencia y dignidad con la que Juárez defendió a México en momentos no menos inciertos. No se debiera esperar nada menos de nuestros gobernantes, ahora que el destino se obstina en alcanzarnos.