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Un encierro deslucido de Montecristo reanuda la temporada grande en la Plaza México

Logra Juan Pablo Sánchez inteligente faena con un manso voluntarioso

Inspirado capote del extremeño Miguel Ángel Perera

Diego Silveti deja ir al mejor toro

 
Periódico La Jornada
Lunes 23 de enero de 2017, p. a39

Transcurridas cuatro semanas la nueva empresa de la Plaza México decidió reanudar su temporada grande 2016-17, periodo en el cual seguramente se habrá preguntado: ¿cómo estimo recuperar mi inversión?, ¿qué ofrecemos al público por lo que paga?, ¿hay la intención de complacerlo o sólo de esperar el plazo adecuado?, ¿queremos aumentar el número de toreros con imán de taquilla?, ¿fijeza y movilidad sustituyen bravura?, ¿diversión equivale a emoción?, ¿acabaremos pareciéndonos al Cecetla?

En la undécima corrida de la temporada, en una tarde luminosa y apacible, ante menos de un cuarto de entrada hicieron el paseíllo el extremeño Miguel Ángel Perera –33 años, 12 de alternativa y 48 corridas toreadas en 2016–, el hidrocálido Juan Pablo Sánchez –24, seis de matador y 12 tardes el año pasado–, y el guanajuatense Diego Silveti –31, cinco y 29, respectivamente– para lidiar una corrida de Montecristo, propiedad de Germán Mercado Lamm, bien presentada, cómoda de cabeza, con fijeza. pero sosa y débil, salvo el cierraplaza, no aprovechado por Silveti.

Muy grata sorpresa fue ver a un Juan Pablo Sánchez renovado, que a su excepcional sentido del temple añadió ahora una cabeza torera y una disposición poco común en diestros de su calidad. Su primero se llamó Venadito, con 528 kilos de peso, cómodo de cuerna y alto de agujas que como sus hermanos tomó una vara y no obstante pasar y pasar gracias a la precisa colocación de Sánchez y a su sentido de la distancia y claro concepto de estructuración, resultó soso y débil, condiciones que hicieron aún más meritoria la sesuda labor de Juan Pablo. Tras pinchar al primer viaje, dejó un preciso estoconazo yéndose por derecho y toreando mucho en el embroque. Hubo petición de oreja, pero no la que esa mandona, inteligente y fina faena merecía.

Con su segundo, Reflexión de nombre, y con 525 kilos sobre los lomos, este desaprovechado por las empresas Juan Pablo Sánchez, repitió color en lo que a colocación, distancia, mando y temple se refiere, haciendo lucir mucho más de lo que era al de Montecristo, que incluso en un cite enganchó aparatosamente al torero, que sin verse la ropa reanudó con tres soberbios derechazos. Cuando tenía la oreja en la espuerta, otros dos pinchazos y varios descabellos, escuchando un aviso. Pero el potencial de este torero merece mejor trato y más rivalidades.

Diego Silveti sigue siendo un afortunado en los sorteos, no así en el aprovechamiento de lo que le toca en suerte. Lanceó con suavidad a su primero, Malagueño, de 514 kilos, noblote y con recorrido pero sin trasmisión, lo que el de Irapuato no logró remontar con más expresión. Despachó de dos pinchazos y descabello. Y con su segundo y último de la tarde, Nueva Etapa, con 546 kilos, que recargó en el puyazo, hizo un quite por gaoneras quietas pero mecánicas. Como un poste aguantó la clara embestida en un cambiado por la espalda en los medios y volvió a incurrir en la pésima costumbre de dar dos muletazos cuando el toro pide seis.

A diferencia de Sánchez, que hizo lucir a un manso, este Silveti realizó con el emotivo una faena entre altibajos. Tres cuartos de estocada tendida y un descabello más un aviso fue el modesto final a lo que debió ser una premiación de orejas.

El diestro extremeño Miguel Ángel Perera, sobrado de sitio más que de expresión y toreando con inusual suavidad con el capote, dejó dos bellos recortes a su primero, llevándolo con delicados capotazos al caballo.

No, sin bravura esta fiesta será breve.