Estado de emergencia en puerta
Carrera alcista, motivo
Oídos sordos federales
n los días recientes, el fantasma de la inflación ha recorrido las calles de la Ciudad de México acompañado de su elemento inseparable: el aumento en los precios del mercado al amparo de unas autoridades desfallecidas e inermes.
Desde las gasolineras hasta los expendios de tortillas, todos, incluso los peluqueros, decidieron incrementar los precios de sus bienes y servicios, que según ellos debieron haber repuntado desde finales del último mes del año pasado.
Hay aumento en todo y de todo. Los 184 mil trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México se preparan para establecer un acuerdo con las autoridades, de manera que el precio de los artículos básicos no termine por aplastar los aumentos de salarios que recientemente se les otorgaron, que a fin de cuentas apenas alcanza.
El asunto es que la ciudad pronto podría caer en un estado de emergencia por la situación económica del país, pero fundamentalmente porque las reformas que propuso el gobierno federal, y principalmente el fracaso de la reforma energética, que ha desangrado a los habitantes del país, están convertidas en la razón de una desesperanza y desesperación muy pocas veces vistas en México.
Ya no hay discurso ni mensaje que se transmita en horario triple AAA que pueda dar alguna luz de esperanza a la gente; por eso es muy importante el apoyo que el gobierno de la ciudad ha dado a las organizaciones –hasta ayer eran más de 50– que buscan un amparo en contra del llamado gasolinazo, porque son hechos que buscan impedir que las manifestaciones que hoy advierten el descontento, mañana se conviertan en hechos de violencia que todos lamenten.
Es imposible negar la fuerza implacable del mercado. Esa fuerza ha convertido el quehacer político en algo inocuo, inodoro, incoloro e insípido, que aparentemente ya no le sirve a la gente, porque no es de la gente, es del mercado.
Lo que viene pasa por la molestia generalizada de la gente, que sigue en aumento y que es cada vez más amenazante, y pesa más en las espaldas de una sociedad que ha sido engañada y que hoy se ve frente a una serie de precios que amenazan su estabilidad social.
Los amparos que prepara la sociedad y que deberán ir en aumento durante los próximos días, mismos que respalda el abogado de la ciudad, Manuel Granados, en su calidad de consejero jurídico, son una salida que propone tratar el grave problema del gasolinazo por un método que cierra las posibilidades a la violencia. Eso parece ser una buena respuesta, lo malo es que desde el gobierno federal parece no haber oídos. Ni modo.
De pasadita
Un hombre bien conocido por su ser violento y su declarada inclinación por la derecha –no hace mucho pertenecía al equipo de la jefa delegacional panista de Miguel Hidalgo, Xóchitl Gálvez–, de nombre Arne Sydney aus den Ruthen Haag, agredió a un diputado priísta, y esa agresión obligó a que la Asamblea Constituyente se pronunciara solidariamente en favor del legislador; también ocasionó que se olvidara toda la responsabilidad de ese partido en las desgracias que sufre el país. Eso es el peor mal que nos causó el daño mental que sufre el tal Arne.
Nada justificará, ni ayer ni ahora, un hecho de violencia que provoque actos de mayor trascendencia; por eso es muy importante que el PRI, fundamentalmente, caiga en la cuenta de que sus acciones de gobierno están provocando –más allá de las locuras de Arne– eso que ahora se llama mal social, y que empieza a derivar en una violencia que no merece este país. ¡Aguas con eso!