os problemas que tenemos hoy en México no surgen de la nada. Son el efecto de una cadena de medidas equivocadas o perversas, de errores garrafales cometidos por quienes han gobernado de hace unos 20 o 25 años a la fecha; lo que hoy se trata de justificar sin conseguirlo, de explicar con balbuceos ensayados y repetición de lugares comunes, dichos sin chispa ni énfasis, con voz mortecina y ademanes acartonados que no convencen a nadie. Las cosas tienen una explicación, pero no la oficial.
Los altos funcionarios públicos que dan la cara expresan una sola razón para el alza de la gasolina y el incumplimiento de su palabra. Dicen que globalmente aumentan los precios del petróleo y eso nos afecta, explican que siendo México importador de gasolina traemos de fuera más de 50 por ciento del consumo local, lo natural es que conforme a las leyes del mercado suba el precio del combustible. No explican por qué, teniendo reservas de hidrocarburos y refinerías, debamos comprar la gasolina en el exterior.
Vale aclarar que si somos importadores de gasolina no es por azar ni debido a factores externos. El fenómeno ha sido propiciado, empujado a través del tiempo, por nuestros dirigentes políticos. Hagamos algo de historia. Pemex fue una gran empresa pública, la más grande de nuestro país y una de las mayores en Latinoamérica. La expropiación petrolera fue una decisión valiente, y después, con el gran esfuerzo para levantar la empresa y lograr que fuera eficaz, se logró que Petróleos Mexicanos (Pemex) produjera riqueza durante años; nuestro petróleo alcanzaba para lo necesario y para exportar. Cuarenta por ciento del presupuesto público tenía su origen en la riqueza petrolera recuperada en 1938, manejada sin apoyos o ayudas del exterior.
Ciertamente, se padecían parásitos y corrupción –aún los hay–, pero se contó siempre con una planta de trabajadores, técnicos y profesionistas formados en nuestro país que supieron administrar, localizar, extraer petróleo, refinarlo y distribuirlo con eficacia. Pemex y el Instituto Mexicano del Petróleo se daban abasto para sacar adelante la industria mexicana, y podían asesorar a países como España y Brasil.
El petróleo, en su mayoría, se quedaba en México como energético o convertido en derivados que la petroquímica producía, y también se quedaba el dinero. Se fortaleció durante mucho tiempo nuestra economía gracias a la atinada decisión de manejar nosotros mismos lo nuestro. Hoy las cosas son distintas: el dinero saldrá del país por que son empresas extranjeras las que explotarán nuestro petróleo, se refina muy poco aquí y lo que fue el gigante industrial de Latinoamérica se ha convertido en una raquítica empresa en peligro permanente de quiebra.
En su mejor momento, cuando procedía sanear a Pemex, limpiarla de lacras y vividores para que fuera por más tiempo la palanca del desarrollo económico, no se hizo. Sin combatir la corrupción interna, se tomaron medidas que deliberadamente o por falta de patriotismo y visión nos han conducido a la peligrosa situación actual.
Cuando, hace unos 25 años, se tomó la decisión de partir a la empresa en cinco entidades independientes y desarticuladas, se inició el desmantelamiento y el camino de la ineficacia, y con ello se preparó la ruta para la privatización de la industria. Primero se vuelve ineficaz y luego se dice que hay que pedir auxilio porque nosotros no podemos salir adelante.
El siguiente paso tuvo dos fases: la industria del petróleo se deshizo de sus mejores trabajadores y técnicos y simultáneamente se abandonaron a su suerte refinerías, plataformas y ductos; a los buenos trabajadores los despidieron, los indujeron a jubilarse anticipadamente o simplemente quedaron a un lado de las decisiones importantes, y a la estructura industrial se le dejó enmohecer, se abandonaron el mantenimiento y las obras iniciadas en varias partes del país, simplemente se dejaron inconclusas. Un antiguo ingeniero de Pemex, Eduardo Soto Yánez, autor de varios libros, entre otros, El color del petróleo, dice que el verdadero tesoro de esa industria, además de los yacimiento del fondo del mar, son las obras abandonadas en Salina Cruz, Minatitlán y Cadereyta.
Luego, ya sin lo mejor de su personal y con estructuras industriales desmanteladas, se aprobó la reforma energética, se abandonó la principal área estratégica de nuestra economía y se entrega ahora a los extranjeros, así como a sus socios mexicanos; el gran negocio del petróleo ya no es nuestro. Resultado: no tenemos forma o manera de defendernos en el mundo globalizado porque abandonamos nuestra mejor posición para ello.
Nada justifica lo que se hizo. No es cierto que las causas del desastre se encuentren fuera de nuestras fronteras; la explicación es que se traicionó a México y se entregó su riqueza a otros. No nos debe extrañar lo que está pasando. El responsable es el gobierno, el que es causa de la causa es causa de lo causado.