Opinión
Ver día anteriorDomingo 8 de enero de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Piel de luz
E

n diversas ocasiones he expresado mi pesar porque en México solemos hacer magníficas obras urbanas, arquitectónicas y artísticas, se inauguran y no se les da mantenimiento. Al poco tiempo comienzan a deteriorarse: fuentes sin agua, jardines secos, muros descarapelados, sistemas interactivos en museos y sitios públicos inservibles, luminarias fundidas y podríamos continuar interminablemente.

Por ello merece una felicitación el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, que ocupa la torre de 25 pisos que originalmente era sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores y sufrió daños debido a los sismos de 1985. Recordemos que la zona fue de las más afectadas. Nunca se van a olvidar los dos edificios de departamentos que se desplomaron, lo que causó decenas de muertos.

A consecuencia de los daños, la Secretaría de Relaciones Exteriores construyó un nuevo edificio en la plaza Juárez, frente a la Alameda. Por cierto, en un predio cuyos edificios también se dañaron por los fatídicos sismos y tuvieron que ser demolidos.

La antigua torre se restructuró y se le concedió a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que instaló el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Su objetivo primordial es divulgar el arte y la cultura en el norte de la Ciudad de México.

Alberga cuatro museos: Memorial del 68, Sala de Colecciones Universitarias, de Sitio Tlatelolco y la Colección Stavenhagen, todos interesantísimos.

Además, cuenta con la Unidad de Vinculación Artística, espacio donde se imparten talleres de diversas disciplinas. Frecuentemente ofrece ciclos de cine, conferencias y actividades de carácter cultural.

Poco se sabe que el centro custodia el archivo fotográfico del arquitecto Mario Pani, quien encabezó la edificación del Conjunto Urbano Nonoalco Tlaltelolco, el archivo del destacado fotógrafo Pedro Valtierra y los cartones del dibujante Rogelio Naranjo.

El edificio conserva muchos de los lujosos acabados que decoraban los vastos espacios, que nos hablan de esa época de bonanza económica que hubo en la década de los 60 del siglo XX. Aquí se recibían a mandatarios extranjeros y se celebraban actos internacionales, como el que dio como resultado el Tratado de Tlaltelolco contra el desarme nuclear.

Quizá la obra de arte mayor que guarda el lugar es la instalación lumínica, del artista Thomas Glassford. La intervención cubre las cuatro fachadas del edificio con un velo de luces rojas y azules. El título Xipe Totec (Nuestro señor el desollado o El bebedor nocturno), quien se quitó la piel para alimentar a la humanidad. El artista decidió honrar a la deidad con esa piel de luz, de resplandeciente belleza, que es una especie de faro, visible desde cualquier punto estratégico de la gran ciudad.

El significado de Xipe Totec lo asocia simbólicamente con una piel que resplandece en Tlatelolco, con el fin de conmemorar su nueva vida como Centro Cultural Universitario. La felicitación que mencionamos al inicio de la crónica es en referencia particular a esta obra luminosa en todos los sentidos, que desde 2010 se enciende todas las noches haciendo más bello y feliz el cielo nocturno de nuestra capital. Una hazaña de mantenimiento, ¿no creen ustedes?

Siempre que andamos por Tlalteloco que guarda tantas maravillas, comenzando por la plaza de las Tres Culturas, aprovechamos para comer en la cantina La Tormenta, que se encuentra en la esquina de Lerdo y Mercado.

En alguna ocasión comentamos que se fundó en 1942, con el nombre de La Giralda. Es amplia y bien cuidada, con mesas de manteles verdes, sillas de madera, gabinetes de piel negra y una gran barra. Como cantina de prosapia ofrece cubilete y dominó, así como sabrosa botana gratis con las bebidas. Otra opción son las famosas Tortas del Chato y platos a la carta, entre los que sobresalen los cortes de carne. Como referencia le comento que en la acera de enfrente se encuentra el popular salón de baile cuyo lema reza: Quien no conoce Los Ángeles, no conoce México.