Aurelio de los Reyes, distinguido con el Premio Nacional de Artes y Literatura
Mi vida: estudiar la historia social de México vista mediante el cine
Es un tema inagotable; hay muchos renglones por explorar, señala en entrevista el investigador de la UNAM
No he resuelto el misterio de cómo llegaron al país películas de Turín, afirma
Me sorprende que me premien por hacer algo que me gusta, expresa el también catedrático
Viernes 30 de diciembre de 2016, p. 5
Asomarse al curriculum de Aurelio de los Reyes García Rojas es darse cuenta de lo que significa una vida dedicada a la investigación, la academia, la escritura, para desentrañar muchos de los misterios que todavía esconde la historia de México, en general, y la del cine, en particular. Una vida de trabajo que ha sido reconocido con varios premios, entre ellos el Jean Mitry, que se otorga en el Festival de Cine Silente de Porderone, Italia, al que ahora se añade el Premio Nacional de Artes y Literatura en Historia, Ciencias Sociales y Filosofía.
De los Reyes García Rojas nació en Aguascalientes el 3 de agosto de 1942, y desde pequeño se apasionó por el cine. “No recuerdo cuál fue la primera película que vi, pero sí algunas imágenes de cuando vivía en mi estado natal y asistía al cine de los padres. Mi madre nos mandaba a un cine parroquial. De un documental sí me acuerdo; era sobre el nacimiento de una mariposa, cómo sale del capullo. La primera cinta que me gustó mucho, que vi completa y que recuerdo con mucha claridad, es Cien hombres y una muchacha, con Deanna Durbin”, expresa en entrevista.
“Fui al cine con una de mis hermanas, nos gustó tanto la película que nos quedamos a la segunda función –no era permanencia voluntaria–; nos escondimos abajo de las sillas para que no nos sacaran después de la primera función. Como a mitad de la cinta sentí un pellizco en el hombro: era mi madre que nos fue a buscar porque estaba muy asustada de que no habíamos regresado a la casa. Yo tendría como seis años, más o menos.
“Ya sabía que quería dedicarme al cine –añade–. Quería ser director y justamente estudié historia, porque en México se necesita cine histórico, de ahí que me impresionaran las películas de Visconti. Dije que se requiere hacer buen cine histórico en México que a la fecha no se ha hecho. Sin embargo, las condiciones de aquel entonces en el ámbito cinematográfico eran muy difíciles. Me quedé como historiador. Mi tesis de licenciatura iba a ser sobre un convento del siglo XVI de Tepeapulco. Pero hablaba mucho con mi maestra Josefina Vázquez Vera y ella me dijo: ‘Si le gustan tanto el cine y la historia, ¿por qué no hace historia del cine?’ Fue cuando decidí hacer historia del cine, que de todos modos era cine.”
Eso fue en 1968 o 1969, recuerda el historiador e investigador, profesor del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, además de ser integrante del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Academia Mexicana de la Historia, así como especialista en cine mudo mexicano.
En busca de caminos para reconstruir el proceso
No había nada sobre historia del cine mudo y luego, como no había películas, ese hecho me hizo fijarme, buscar otros caminos para reconstruir la historia del cine. Mis libros no son solamente de historia del cine, sino de historia social de México, vista a través del cine. Es un tema inagotable.
Quedan muchos hilos pendientes para reconstruir ese periodo de la historia del país por medio de su cine. “Siempre encuentro cosas que se quedaron en el aire, que no pude tratar, profundizar. Estuve en Italia recientemente y fui a Turín, al museo de esta ciudad. Pero hay un misterio que a la fecha no he resuelto que es cómo fue el comercio de películas entre nuestro país e Italia durante la Primera Guerra Mundial, y específicamente con Turín, porque al ver con cuidado las películas exhibidas en México casi todas provenían de esa ciudad. Entonces ¿cómo llegaron, si además de esa guerra se desarrollaba la Revolución Mexicana?
Por otra parte, la producción italiana estaba en manos de la nobleza turinense. Después de la Segunda Guerra Mundial llegaron a vivir a México algunos nobles de Turín, que a la fecha siguen en Cuernavaca. No sé si se vinieron por los posibles nexos comerciales que hubieran tenido sus casas productoras con los distribuidores nacionales o por qué. Hay muchos renglones que están sin explorar.
Con unos 20 libros en su haber, además de capítulos sueltos para libros, ensayos para publicaciones especializadas, sigue investigando y tiene programados cinco nuevos títulos en los que trabaja. “Uno de ellos aborda el impacto de la narrativa cinematográfica en la literatura mexicana de la posrevolución, que fue la tesis de mi segundo doctorado. El otro es El jefe máximo, que es el cine mudo de 1928 a 1932, periodo del maximato, y el volumen número 5 de la Historia del cine mudo, que serán simplemente los apéndices, la bibliografía, los índices, y otro sobre el segundo imperio de Maximiliano, que también tengo la investigación hecha y es simplemente que me ponga a escribir. También sigo dando clases; por eso no voy al cine.”
Su trabajo comienza a las 4:30 de la mañana, cuando se despierta, y termina a las 7 de la noche, con algunas pausas.
¿Se dedica por completo a la vida del cine?, se le pregunta.
Sí
, responde el ganador del Ariel por el cortometraje documental Y el cine llegó.
“Me dicen que es trabajo, pero yo digo que no: es gusto. Me sorprende que me den premios por hacer una cosa que me gusta, porque para mí, no es trabajo.
Este premio (Nacional de Artes y Literatura) representa satisfacción; es un estímulo para seguir adelante. Me preguntaban algunas personas en el instituto si estaba nervioso por recibirlo, pero les dije que no, porque no estudié historia para ganar premios. Si llegan bien y si no, no me quita el sueño, sigo trabajando. Ya el hecho de ser propuesto es una distinción, es un premio.